Con la anuencia
presidencial, el ministro de Economía hace todo mal. Contradicciones.
Por Alfredo Leuco |
Además de su propia soberbia e impericia, el principal
enemigo que tienen Cristina y Axel Kicillof se llama Néstor Kirchner.
El
discurso que el ex presidente fallecido pronunció ante la Asamblea Legislativa
el día que asumió es la contracara exacta de la degradada realidad de estas
horas.
Aquel 25 de mayo de 2003, Kirchner describió su estrategia: “Debemos
asegurar la existencia de un país normal, sin sobresaltos, con el sector
público y el sector privado cada uno en sus respectivos roles. Hay que dotar a
la República Argentina de buena administración, gobernabilidad, estabilidad con
inclusión y progreso social, y competitividad. Con equilibrio fiscal, la
ausencia de rigidez cambiaria, el mantenimiento de un sistema de flotación con
política macroeconómica de largo plazo determinada en función del ciclo de
crecimiento, el mantenimiento del superávit primario y la continuidad del
superávit comercial externo, nos harán crecer en función directa de la
recuperación del consumo, de la inversión y de las exportaciones”.
Alfonso Prat-Gay, que conoce el paño porque fue un eficiente
presidente del Banco Central con Néstor y hoy es un duro opositor, aseguró que
en aquel gobierno Axel no hubiera durado diez minutos con este desmadre
generado por su mala praxis, que pega volantazos casi todos los días. ¿Cómo
quedará Kicillof en la historia del pensamiento económico que tanto estudió? El
ex joven rebelde será recordado como el ministro fundamentalista de los
tarifazos y el ajuste turbulento, y el inventor de los megaeufemismos al llamar
“deslizamientos cambiarios” a la brutal devaluación mal hecha y antipopular.
¿Por qué motivo Cristina lo tiene casi como su edecán? “Le vende cualquier
buzón”, remató Prat-Gay.
Juntos, todas las noches, en sus mentes conspirativas,
agregan nuevos enemigos a la lista interminable que incluye a casi todo el
mundo, menos a los fanáticos K. No pueden explicar por qué con Roberto Lavagna
los argentinos ahorraban en pesos, el país crecía sin inflación y el Estado
fijaba reglas claras y razonables. Hoy casi nadie se salva del estigma de
golpista o de desestabilizador. Es la gran cosecha cristinista, su mayor
producción. Ultimamente, sumaron a los “comerciantes inescrupulosos con ardides
antipatrióticos”, a los dueños de los corralones de materiales de construcción,
al admirable Ismael Bermúdez, al corajudo Juan José Aranguren, de Shell, a los
infaltables columnistas de los diarios, a las inmobiliarias que no venden ni
alquilan, a las empresas de electrodomésticos que ocultan los productos o los
precios, a las policías insurrectas, a los oligarcas del campo, que amarrocan
con avaricia, a los jueces, a los argentinos egoístas que quieren imponer las
recetas neoliberales que fundaron un Banco Central paralelo y a los fabricantes
de todos los insumos. No se salvaron ni los kirchneristas suavemente críticos,
como los de la agrupación Paco Urondo, que rechazaron la devaluación que
castiga a trabajadores y jubilados.
Toda la respuesta que tienen a mano incluye amenazas,
castigos, la AFIP y la Uocra controlando precios, y Alejandro Vanoli, el
comisario, exigiendo listas negras de los que operan en la Bolsa frente a una
inflación que amenaza desbocarse definitivamente.
Los expertos financieros de todos los matices ideológicos
coinciden con Séneca respecto de que no hay viento favorable para el que no
sabe adónde va. Y Cristina perdió la brújula y se autoinfligió una crisis
absolutamente innecesaria con bandazos suicidas.
Lo mas insólito fue que, en menos de 24 horas, ella tomó
decisiones para fomentar que la sociedad lleve sus pesos y dólares a los bancos
pero, casi simultáneamente, acusó a esas mismas entidades de ser las
responsables de haberse quedado con los ahorros de la gente y de intentar hacernos
comer otra vez sopa con un tenedor. ¿En qué quedamos?
La Presidenta está tan envenenada que no puede diferenciar
lo que le conviene. Se enojó en sus tuits porque los diarios titularon: “Hay
preocupación por la caída de las reservas”. No se da cuenta de que es una
mentirita piadosa de los cronistas de Casa de Gobierno, que deberían titular
con la verdad: “A Cristina ni le preocupa la caída de reservas”.
¿Los bancos que nunca ganaron tanto dinero como en esta
década quieren voltear a Cristina? En realidad, quien más trabaja para
erosionar su investidura es la propia Presidenta con su falta de gestión, la
generación de errores no forzados y su repliegue hacia La Cámpora y Fidel
Castro. Más sectaria, imposible. Por eso, palabras que antes eran marginales al
poder, como las de Kunkel, D’Elía y Hebe de Bonafini pidiendo cárcel, ahora son
el pensamiento vivo de Cristina. Es triste ver a Bonafini recomendando no
comprar a los que aumentan los precios, como una Lita de Lázzari guevarista. O
al tragasapos de Víctor Hugo (a confesión de partes...) pedir que vayan presos
“los delincuentes de las cerealeras”, mientras defiende a malandras como Lázaro
Báez y Amado Boudou, y ataca a un fiscal ético como José María Campagnoli.
Un par de ministros confesaron que el gran temor del
peronismo es que Cristina prepare el terreno para pegar un portazo, tal como
intentó hacerlo durante la pelea por la 125. Su máxima pesadilla es tener que
entregar el bastón y la banda presidencial disecada en su poder y agachando la
cabeza. Sería una tragedia para la democracia que el Gobierno no completara su
mandato. Luis Barrionuevo hizo un chiste de humor negro al respecto en la
reunión que mantuvo con Mauricio Macri y Hugo Moyano. Dijo que “ Cristina debe
irse lo mas rápido posible...” y ante el silencio indignado de muchos, agregó
sonriendo: “Digo que ojalá 2015 llegue lo mas rápido posible”.
Néstor fue un hombre autoritario que odiaba el pluralismo y
fue el jefe de la matriz corrupta y mafiosa que se apoderó del Estado nacional.
Pero sus spots publicitarios y principales consignas en 2003 proclamaban un
“país serio y normal” que no se levante todos los días con medidas inquietantes
que alteren los nervios de los ciudadanos de a pie. En otro fragmento de su
discurso fundacional (que muy probablemente haya redactado Cristina), dijo: “La
sabia regla de no gastar más de lo que entra debe observarse. El equilibrio
fiscal debe cuidarse. Eso implica más y mejor recaudación y eficiencia, y
cuidado en el gasto. El equilibrio en las cuentas públicas tanto en la Nación
como en las provincias es fundamental”. ¿Quién redujo a cenizas aquel modelo
productivo con inclusión y sentido común? Primero, el propio Néstor el día que
echó a Lavagna por celos y para no tener un testigo de los graves hechos de corrupción
que se cometían; y después, el infantilismo de Cristina y su nuevo ensayo
fallido: Axel.
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