Por Jorge Fernández Díaz |
Cristina vino a romper el viejo axioma según el cual una
mujer no puede estar en dos lugares al mismo tiempo.
Su estructura mental es
una casa de dos plantas: arriba vive la dama salvaje y pragmática en su soledad
más absoluta; abajo retoza con sus perseverantes acólitos la madre dogmática.
Remedo de aquella legendaria frase que alguna vez formuló Néstor Kirchner ante
algunos hombres de negocios ("Fíjense en lo que hago y no en lo que
digo"), un veterano de las canchas añadió esta semana: "En el fútbol
hay que mirar dónde va la pelota, no el jugador". Se refería al discurso
presidencial del martes y también a las observaciones ulteriores del economista
Mario Blejer, asesor de Scioli y otrora consultor discreto y amigable del
kirchnerismo. Blejer felicitó al Gobierno por haber ejecutado un giro ortodoxo.
Quedarse contemplando al ampuloso e histriónico jugador no permite ver la
verdadera dirección del disparo. Cristina Kirchner está negociando con los
fondos buitres, el Ciadi, el Club de París, la Casa Blanca y el FMI para entrar
en una fase de reendeudamiento externo a tasas caníbales. Y mientras tanto hace
los deberes domésticos: devalúa el peso y el salario, produce tarifazos y
decreta alzas astronómicas en las tasas locales, medida clásicamente recesiva y
de propósito monetarista. Lo interesante del caso es que la dama dogmática de
abajo trabaja con relativa eficiencia para que los militantes crean que la dama
pragmática de arriba ejecuta un plan emancipador y heterodoxo.
Arriba se cuida la caja; abajo se custodia el capital
simbólico, ese inefable relato transformado en cuento. Hablemos de géneros
literarios: una cosa es la crónica que intenta reflejar los hechos lo más
fidedignamente posible; otra muy distinta es el relato ensayístico que ordena
la historia de manera ideológica. Hay un tercer recurso en el oficio del
narrador, que es el cuento, pieza que abandona la realidad para adentrarse en
la pura ficción. Con sus dos variantes autorales: el cuentista y el cuentero.
El relato kirchnerista está tan desgastado que ya no parece ni siquiera un
cuento. Parece un chiste, o un timo. Pero cuanto más se degradan sus oraciones,
más se agranda la pericia de la dama que las escribe y sostiene, y más se
denuncia el sistema psicopatológico con que saborean esa prosa fantástica los
lectores de la planta baja.
Allí Cristina tiene dos tipos diferenciados. Primero están
"los pibes para la liberación", aunque de lo único que han logrado
librarnos es de Marcelo Tinelli. Los purretes del neocamporismo, garrapatas del
poder y campeones del fracaso administrativo y la derrota electoral, estuvieron
todos estos días luchando denodadamente contra el conductor de "Bailando
por un sueño", acusado de haberse asociado con "los secuestradores de
los goles". Entregarle Fútbol para Todos es "traicionar nuestras
banderas", declamaron. Más que banderas parecen banderines.
Admitamos que resulta una épica un tanto modesta, estilo
Capusotto, y que en esta "magnífica operación política" se cargaron a
una figura verdaderamente popular para salvar a un ignoto "relator
militante" con cara de luchador de Titanes en el Ring, cuyo mayor mérito
consiste en utilizar el canal del Estado para sentenciar, en el suspenso de un
córner: "Democracia o monopolio, ésa es la cuestión". O decir, en la
intrascendencia de un lateral: "Los goles que poseían los profetas del
odio ahora son de todos".
El día en que "los muchachos para la liberación"
nos libraron de las garras imperialistas de Tinelli sucedió algo que puso en
estado de alerta a las dos Cristinas. Trascendió la demoledora visión que sobre
el país tiene el Congreso de los Estados Unidos. Los muchachos de La Cámpora,
en la planta baja, no sabían si salir a batir el parche contra el Tío Sam o
quedarse en el molde. Dado que la dama de la planta alta mandó emisarios para
que Washington la ayudara con su desordenado giro neoliberal y tratara de
influir benéficamente en los fallos de los buitres, su doble les pidió a los
neocamporistas que guardaran violín en bolsa y hasta que escucharan con alegría
cómo la administración Obama salía a poner paños fríos. Más allá de juegos
diplomáticos, ya se sabe cómo nos evalúan en la capital del mundo: basta con leer
los artículos que The Washington Post, The New York Times y Wall Street Journal
publicaron sobre la crisis argentina. Es que el giro de la madre pragmática
llegó tarde, se hace sin convicción y se realiza en zigzag. El problema del
Gobierno no es ideológico sino operativo, y la verdad es que no se conseguirá
mucha confianza mientras haya dos Cristinas emitiendo señales antagónicas e
incoherentes.
Su fiel armada Brancaleone arrojó a Hebe de Bonafini al
fuego sincericida con el discreto objetivo de apretar al Mao Tse-tung de Show M
atch . Hebe reveló lo que Néstor decía en privado: Fútbol para Todos no es para
generar dinero, sino para hacer política. Esa última palabra, en el diccionario
mediático kirchnerista, es sinónimo de operaciones burdas y panfletos. La
armada tiene, una vez por semana, protagonismo público en los patios de
Balcarce 50, cuando la Jefa la saluda y exalta. Se apena siempre Julio Bárbaro,
histórico peronista, de la decadencia que esto implica: "Antes Perón salía
al balcón y les hablaba a multitudes obreras; hoy reemplazamos al pueblo por
dos mil empleados estatales fanatizados, con vocación de secta".
No son los únicos. La hábil manipulación de la dama
dogmática tiene al viejo progresismo kirchnerista en estado de negación
catatónica. Ése es el segundo grupo que pulula por la planta baja: de tanto
utilizar el traje de amianto para salvarse de las llamas del escándalo han
perdido toda sensibilidad. Un día lanzan diatribas contra los ajustadores y
miran para otro lado cuando la gran dama ajusta. Otro día fusilan a los
devaluacionistas y miran para otro lado cuando la dama devalúa. Tienen decidido
defender al descuartizador aunque el jurado entero lo mande a la silla
eléctrica. Un gobierno feudal les dio un rinconcito en el poder y en
agradecimiento tragan iguanas y buzones. Aunque no lo hacen de manera humilde
sino soberbia, creando batallas retóricas contra conjuras planetarias y viendo
revoluciones sociales donde sólo hay clientelismo rapaz.
La dama del primer piso y la madre dogmática de abajo tienen
de todos modos un problema con su principal socio: el peronismo. De allí han
surgido voces que ponen en duda la voluntad de Cristina Kirchner para cumplir
su mandato. Hay una respuesta tranquilizadora, compañeros. Si creían
verdaderamente que la Presidenta prefería irse antes que abandonar sus
convicciones, les traigo una noticia: ya las abandonó. Está haciendo el trabajo
sucio mientras lanza fuegos artificiales para disimular, para que los
empresarios vayan a pérdida y bajen los precios, y para que los sindicalistas
permitan la licuación del salario de los argentinos. Además quedó más claro que
nunca que el kirchnerismo necesita tiempo en el poder para destruir por
completo dos causas judiciales que involucran al círculo íntimo de la
Presidencia: Boudou y Báez. En eso anda el Gobierno, trabajando día y noche
como una compactadora feroz. Ni la madre dogmática y verbal, ni mucho menos la
dama pragmática abandonarán el sillón de Rivadavia hasta que logren esa
garantía. Por lo tanto, lo único que las dos Cristinas enfrentan y temen en
serio es a que se espiralice la inflación y se ahonde la recesión económica. Si
eso ocurre, desdichadamente la casa entera arderá. Con todos nosotros adentro.
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