La mujer más poderosa
del país no detiene su cuesta abajo. Hartazgo peronista con el vice y con
Kicillof.
Por Alfredo Leuco |
El que se acuesta con este gobierno aparece mojado. O
manchado. Es increíble la vuelta de campana que dio la realidad en tan poco
tiempo. Cristina fue, y tal vez lo siga siendo, la mujer más poderosa de la
política desde el retorno de la democracia. Pero hoy no da pie con bola: todo
lo que toca lo convierte en barro. Y si no que lo diga Jorge Capitanich, que en
15 días pasó de comerse a los chicos crudos con su futura candidatura
presidencial a que los chicos de La Cámpora se lo comieran a él y lo vaciaran
de contenido e identidad y lo empujen a presentar su renuncia.
O Marcelo
Tinelli, un creativo incombustible y experto gambeteador del poder que quiso
hacer unos cambios cosméticos en el fútbol televisado (porque la tanda
panfletaria iba a seguir) y alcanzó a pedir el cambio justo a tiempo, antes de
que Hebe Bonafini le sacara tarjeta roja y lo sumara a los “enemigos de la
patria”. O Amado Boudou, que por su irresponsable voracidad por el dinero fácil
sufrió una mutación zoológica y pasó de ser el delfín de Cristina a convertirse
en el pavo de la boda.
El peronismo realmente existente, el que siempre es leal con
los ganadores, tiene la paciencia colmada. Están hartos de arriesgar su propio
pellejo para defender a dos muchachos rubios y pintones que poco tienen que ver
ideológicamente con la ancha avenida del centro justicialista. Uno viene de la
izquierda posmarxista, y el otro de la derecha neoliberal. Por eso la mayoría
no pone la cara ni por Axel Kicillof ni por el vicepresidente de la Nación.
Al ministro lo quieren expulsar del Gobierno por la
velocidad que le imprimió a la crisis económica tirando nafta (de YPF, nacional
y popular) al fuego. Potenció todas las enfermedades del modelo, como la
inflación, la devaluación antipopular y el ajuste ortodoxo tipo FMI, y no
aportó un solo remedio. Encima demostró que sus dudas no son la jactancia de
los intelectuales, sino que su ir y venir en varias decisiones es la
confirmación de que está aprendiendo a gestionar en la cubierta del Titanic.
Amado es el más odiado. En el justicialismo muy pocos orinan
agua bendita, y muchos saben cómo se hacen las truchadas para enriquecerse con
los dineros públicos. Y todos registraron que Amado fue ineficiente hasta para
eso: dejó sus dedos pegados en varias ocasiones. Hay pruebas e indicios muy
fuertes en la causa Ciccone, por la que será llamado a indagatoria y tal vez
procesado. Es un delito excarcelable, pero si se le suma la acusación sobre
enriquecimiento ilícito que tiene como causa paralela, podría terminar en la
cárcel, previo juicio político, como sueñan los opositores. Su presentación
espontánea en Tribunales fue una jugada astuta, pero su imagen negativa es tan
potente que ya es un muerto político. La Justicia decidirá si es culpable y qué
tipo de cristiana sepultura deberá recibir.
¿En qué momento y por qué motivos se inició la cuesta abajo
de Cristina, cuando tenía todo para ser eterna, menos la autorización
constitucional? En el plano económico está muy claro. La intervención de la
patota de Guillermo Moreno en el Indec fue la madre de todos los desmadres.
Ningún país del mundo se atrevió a tanto. Algo hizo la dictadura de Pinochet en
Chile, pero tuvo que recular. Alguna nación africana lo intentó por algunos
meses. Pero el único que fracasó exitosamente fue Guillermo Moreno. Se sintió
el príncipe elegido de los reyes, Néstor y Cristina, y con su espada les cortó
la cabeza a las estadísticas públicas primero, y a la credibilidad del Gobierno
después. Quedará grabado en la memoria colectiva como el autor material del
envenenamiento de las relaciones comerciales en un país que fracasó pero que
tenía todo para crecer y desarrollarse con inclusión social y libertad.
En ese preciso momento dinamitaron el futuro. Hoy vemos las
consecuencias, los escombros de aquel modelo productivo que hoy está lleno de
heridas sangrantes.
Los que acusan a medio mundo de destituyentes destituyeron a
Graciela Bevacqua de su cargo en el Indec. Lo hicieron en forma artera y
prepotente. Primero aprovecharon sus vacaciones, y después se lo comunicaron en
un café cercano al edificio donde trabajaba. No conformes con eso, apelaron a
la desmesura obsesiva que también explica la decadencia veloz de este gobierno.
Ven hormigas por todos lados y las matan con misiles.
Moreno le hizo tres juicios a Bevacqua, una funcionaria de
prestigio académico y honradez reconocida. Un juicio penal que todavía sigue, y
dos por multas de 500 mil pesos, junto a todas las consultoras privadas. La
amenaza que recibió Bevacqua fue escuchada por su pequeña hija. Hoy dice que
“siente pena por este país”, que desde que se fue Moreno del Gobierno ella está
“más tranquila”, pero que en estos siete años “nunca” pudo descansar como
corresponde. Fue perseguida por no arrodillarse. Es grave institucionalmente
por donde se lo mire.
Ella anticipó todo lo que se venía, todas las esquirlas que
hoy Kicillof y Cristina tienen en sus manos porque la granada ya explotó. La
experta en índice de precios, hoy como consultora privada, confirmó que según
sus mediciones la inflación de enero fue del 6%, y que es la más alta desde
2002. Es cierto que en ese porcentaje que hace correr frío por la espalda
impactan los tarifazos progre-reaccionarios de Kicillof en transporte y
turismo. Pero, aun sacando esos datos del análisis, la inflación fue la más
alta de la década desperdiciada. Y este dato es clave para entender todos los
demás.
El gobierno de Cristina no sufrió un ataque de enemigos
feroces, como repiten hasta el cansancio. Nadie les pide que apliquen recetas
ortodoxas ni noventistas ni que llamen a Cavallo. El sentido común y la
racionalidad no tienen ideología. Muchos de los economistas más confiables
pasaron por el gobierno kirchnerista o por su génesis duhaldista: Lavagna,
Remes Lenicov, Blejer, Peirano, Redrado, Prat Gay, Lousteau, entre otros. Todos
recomiendan más o menos lo mismo. Un plan serio y antiinflacionario y el final
de los volantazos infantiles. A ninguno de ellos los designó Videla ni Menem.
Fueron convocados en su mayoría por Néstor Kirchner. Y todos están colaborando
con distintos candidatos a presidente para 2015. ¿Puede ser que Cristina no
pueda ver lo que tantos argentinos ven? ¿Sólo es tozudez y capricho, o hay algo
más? ¿No es más simple dejar de estigmatizar enemigos imaginarios y ponerse a
gobernar y volver a las fuentes?
© Perfil
No hay comentarios:
Publicar un comentario