La Presidenta anuló
la única jugada interesante que había generado la Casa Rosada. Enorme
preocupación en el peronismo.
Por Ignacio Fidanza |
Las peores presunciones se confirmaron. Cristina ha decidido
atar su suerte, la del Gobierno y de todo el kirchnerismo a La Cámpora, en una
determinación signada por contenidos emocionales más que políticos.
Esa es al menos la lectura que por estas horas hacen con
alarma en el más alto nivel del peronismo, donde la expulsión del conductor más
popular de la Argentina del programa Fútbol para Todos, es tomada como la
prueba fehaciente de un Gobierno encapsulado.
Sin embargo, la opción por La Cámpora tiene la virtud de la
coherencia. La salida de Tinelli desde el momento que empezó a chocar con esa
organización era una consecuencia previsible en ese micro mundo que transita
Cristina, que va desde la Quinta de Olivos donde habla con su hijo, hasta los
discursos en los patios de la Casa Rosada, nuevo hit de la narrativa
camporista.
Lo que se despliega en tiempo real es la aceleración de la
dinámica endogámica, de la bifurcación con las mayorías. Construcción de
realidades paralelas, con su agenda, sus prioridades, sus héroes y heroínas.
Como si finalmente Cristina y La Cámpora hubieran logrado desprenderse de la
carga de validar sus certezas con la sociedad. El Gobierno del país como una
partida de Play Station que crea su propio mundo, con reglas que van más allá
de la economía o la política.
Cristina se alimenta de La Cámpora para decirse que transita
el camino de la liberación, que seguramente imagina para su paso por el poder y
La Cámpora se apoya en ese encandilamiento de la Presidenta, para justificar su
expansión fractal.
Nunca esa doble validación quedó tan clara como en la pelea
con Tinelli. El peronismo respeta pocas cosas, la popularidad suele ser una de
ellas. Cristina violó con su opción por La Cámpora, ese límite.
La pelea con Hugo Moyano ya había golpeado en su momento
bajo la línea de flotación –el movimiento obrero es otra de las vigas maestras
de ese movimiento-. Pero al menos el camionero no es un dirigente popular. Por
eso, lo de Tinelli es acaso más grave si se lo proyecta. Sugiere la decisión
del aislamiento, o sea, en el límite, de la pérdida del poder.
Conocida la noticia los llamados entre gobernadores,
intendentes y dirigentes importantes del peronismo estallaron. El impacto fue
explosivo. Cristina acababa de hundir la única iniciativa popular que surgió
del nuevo gabinete –no es casual que el ideólogo haya sido el chaqueño Jorge
Capitanich, otro de los que libra una batalla sorda con La Cámpora-.
“Esto confirma que Cristina tiene una dependencia emocional
con su hijo y La Cámpora, cree que son los únicos que la defienden y la quieren
y va a dar todo por ellos”, explicó un importante dirigente del peronismo.
Cristina suele repetir además que “sus chicos”, como los
llama en la intimidad, son los únicos honestos. De hecho esa es casi la única
justificación que da para sostener a Axel Kicillof en el manejo de una economía
que va a los tumbos.
¿Cómo rebatir esas convicciones tan profundas? Imposible.
Esa es la certeza que hoy terminó de hacerse carne en el peronismo. Y por eso
la preocupación. Lo que ocurre en la cima del poder está más allá del debate
político.
Pero las consecuencias de las malas decisiones que está
tomando Cristina las pagan esos mismos líderes territoriales que le aportaron
votos y estructura para que llegue donde está. Por eso la tensión creciente,
por eso la enorme preocupación. Lo que está en juego ahora es la de ellos.
No es posible ganar elecciones contra la gente. “La Cámpora
es una fenómeno de participación sin representación”, explicó un agudo analista
que los conoció de adentro. Es verdad que lograron construir una organización
real con miles de jóvenes comprometidos. Pero también es verdad que se trató de
un fenómeno que nunca logró que la sociedad lo sintiera como propio.
En años de ejercicio del poder, manejo de presupuestos
millonarios, apoyo total de la Presidenta, no lograron construir un solo líder
con proyección en la sociedad, donde si reciben algo, en general es rechazo.
Cristina decidió atar su suerte a esa experiencia.
© LPO
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