Por Martín Risso Patrón |
«...Volvió una noche, no la esperaba, había en su rostro tanta ansiedad
que tuve pena de recordarle lo que he sufrido con su impiedad...»
[De “Volvió una noche”, tango; letra de Alfredo Le Pera]
No se sabe muy bien
Algo más de tres merecidas semanas de descanso tuvo la señora Fernández,
en las que se espera haya recuperado su salud, tan pálida en el 2013.
Lo único
que produce un cierto desasosiego es cómo se resolvió la cuestión institucional
de su reemplazo en el sillón dieciochesco de la rosada. Pero, ¿volvió? ¿Nunca
estuvo ausente?¿Inspiró actos de gestión desde donde sea que estuvo?
Sabemos que la República, si hay algo de lo que debiera lucirse, es de
al menos un par de cosas: La institucionalidad dictada por la
Constitución nacional, y la continuidad en el ejercicio del Poder. Por un
lado, el respeto por la línea de sucesión ante las ausencias de quien ejerce la
Presidencia republicana, y por el otro, la lógica previsibilidad según la cual
el Pueblo [mandante] ni siquiera debiera preocuparse por el curso de acción
gubernativa, ni siquiera notar que hubiera cambios legalizados por la
Constitución y legitimados por la gestión de sea quién sea el funcionario a
cargo circunstancial [mandatario, tanto como el ausente].
No hay constancia de cómo se resolvieron estas dos cuestiones de
importancia institucional. ¿Cedió el mando, Ella, según los
rituales previstos, a Boudou, el vicepresidente, primero en la línea de
sucesión? ¿Boudou hizo lo propio con quién le seguía, cuando tomó sus “mini
vacaciones”? ¿Cuál es la instrumentación legal para que Capitanich asuma
diariamente el discurso institucional de enunciar, negar, confrontar,
contradecir, planear cada día a la mañana temprano, frente a cámaras de
televisión que serán las mismas que pondrán en escena hacia el mediodía y en
las noches a ministros del mismo Gabinete, que se despachan contradiciéndolo
abiertamente, y también entre sí como si nada? No hay constancia.
Porque durante la “ausencia” de Ella, sucedieron cosas. Muy graves
cosas en el país.
La Voz Oficial
Así fue que en medio de caóticas protestas populares en la densa ciudad
capital de la República, hace más de un mes no se sabe si por el azote del
calor, la desgracia de la falta de control gubernamental de las privatizadas
empresas, o porque sí, Capitanich se limitó entre otras insensateces a
minimizar el costo social de los cortes de energía y de agua [entre el 1 y
el 3 % dela población...], y a prometer un prolijo programa de cortes, como
para poner más desorden en este desorden propio de un Apocalipsis que ni San
Juan, vea...
Otro, Julio De Vido, culpó a la madre Natura, a las empresas, al Pueblo,
mientras rugía amenazante con multas millonarias, mientras la gente tiraba sus
alimentos podridos, arrastraba a sus ancianos y niños por las veredas y tañía
las campanas de lata de la protesta...
También hubo quienes dijeron algo así como “los cortes se producen
porque la gente acaparó la compra de aparatos de aire acondicionado...”,
poniendo cara de [de la] Sota, etcétera.
Mientras, muchos nos preguntábamos quién es quién en esta tragicomedia
en que convirtieron la gestión en La Rosada. Funcionarios tinterillos de cuarta
gesticularon diciendo: Ella es la única líder. Pero, Ella...
en un silencio sepulcral continuaba de retiro en Calafate. Claro, es fácil
adornarla con la autoridad, cuando la autoridad es un caos en su ausencia... Cuando
la misma Autoridad está ausente...
Si hasta Macri con su cara de angelito grande sopó en esta inmisericorde
apaleada al Pueblo; lo único que aportó fue la obviedad que ni se le había
ocurrido al gobierno nacional: Poner la situación ciudadana en la caja
que corresponde, la de la catástrofe. Pero a partir de ahí, nada; terminó
aliado con los otros en la inoperancia más supina... Y hoy mismo es el día que
siguen las campanas de lata en BA, capital de la República Argentina.
Proyectos y mentiras
Son exactamente 204 los objetivos que enunció Capitanich, desvelado por
su condición de lenguaraz que debe hacer de su palabra un crédito al progreso.
La información pública, ante este anuncio, habló entonces de previsibilidad, de
orden y [por fin] de un plan de gobierno... Pero, a pocas horas del anuncio,
todo desapareció con la misma seriedad con la que escapa un cuesco de
un canasto.
El acuerdo de precios cuidados que anunció Kicillof
dejó de existir en cuanto la popular tuvo en sus manos la prolija [y
costosísima] solicitada que publicara el precoz ministro, haciéndose añicos
cuando Doña Clota fue a la góndola a buscarlos y encontró sólo fantasmas. Ahora
resulta que los empresarios supermercadistas dicen, muy sueltos de cuerpo, y
con razón aparente: “Díganles a los productores y distribuidores que bajen
ellos los precios, y nosotros lo haremos...”. Pero todo esto con un
monstruoso antecedente: El precio cuidado de las cosas
que Kicillof intenta administrar de nuestra economía doméstica, es el mismo, el
mismito que subiera semanas, y hasta horas antes de su anuncio. Procaz
manera de blanquear los puntos suficientes de inflación como para iniciar un
año que hará anchi de la economía familiar.
Justo. De la inflación, nadie habla en ese caótico grupo de gestión de
gobierno que como una siniestra Hidra tiene muchas cabezas pero un solo fin:
Destruir lo destructible.
Como tampoco se habla de cómo arregló la [invisible] ministra de la
Seguridad nacional con los punteros que cortaron una de las autopistas más
importantes del entramado capitalino, exigiendo cincuenta mil pesos o una casa,
para desalojarla. Y el hecho es concreto: Desalojaron. Suena como a grave, ¿no?
Ah, Sergio Berni fue la voz cantante, a la vez que le echaba la culpa a Angelito
Grande. Eso: De seguridad, tampoco se habla.
¿Y las recontra-contradicciones sobre el impuestazo a los bienes
personales? Ni hablar, vea. Echegaray dijo sí, a lo que Capitanich dijo ídem,
pero vino Kicillof y dijo no porque Ella dijo no, y entonces
Capitanich dijo no. Patético, esto.
Y volviendo a las 204 razones que tuvo Capitanich para convertir su
disertación en flatus vocis, sólo me queda solicitarle
respetuosamente que, por respeto a la economía mental, al ahorro de energía
emocional del Pueblo, a la previsibilidad tan soñada, que considere que esos
204 objetivos sólo pueden quedar reducidos a 2. Sólo a dos.
Primer objetivo de gestión para recuperar la República: Devolver a las
Provincias nacionales su capacidad de gestión económica [coparticipación
federal, regalías de las producciones propias, distribución normal de los
ingresos]. Segundo objetivo: Devolver el federalismo en la gestión política
provincial: dejar de convertir en sátrapas del poder central a los gobernadores
e intendentes, que no hacen otra cosa que conformar una Corte de los milagros,
ahora que tienen que enfrentar paritarias forzadas luego de los aumentos a las
policías locales.
Dejar el método de señalarlos como presidenciables, o vice, a muchos
gobernadores que tienen la fantasía de abandonar su aldea y siguen
comportándose como adminículos de látex, descartables, de la Gran
Cuñada, que, bendita casualidad y dicho sea de paso, por hoy no se
aparta un jeme del lado de Ella y no se sabe muy bien si eso no es una
respuesta a la gran pregunta de quién está efectivamente a cargo del Poder
político institucional en la República Argentina.
Edición impresa en
Semanario "Nueva Propuesta".
Digital: www.agensur.info
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