Por Roberto García |
La Presidenta laudó
por Kicillof pero las dudas en el Gobierno siguen. Scioli se lanza en marzo.
La oposición política, bajo el manto del “vacío de poder” –argumento que se escuchó en
otras décadas–, parece acelerar los acontecimientos del 20l5 al 20l4.
Basta
observar el desperdicio de dinero en campañas de la costa cuando, se sabe, el
próximo verano casi nadie se acordará de lo que ahora ofrecen y exhiben
candidatos o partidos. Por no hablar de la propia inversión personal en tiempo,
en reportajes y declaraciones que son viejos antes de publicarse. Se diría que
operan como si fuera a ocurrir alguna situación anómala durante este caluroso,
complicado y deficitario 20l4. Sorprende lo que puede provocar en otros el
silencio y retiro de la Presidenta, la incomodidad para adaptarse al ejercicio
part time de una mandataria. Demasiado acostumbrada la sociedad al
personalismo, al vértice único, tanto que extrañan esa tendencia autoritaria
hasta los propios objetores. Como si los dominara cierto masoquismo
institucional.
La prisa política, sin embargo, se advierte con más nitidez
en el propio corazón del Gobierno, en las filas desconcertadas del oficialismo
por falta de mando (de ahí que el regreso de Cristina suponga más prevención
que rutina vacacional). Que viene a ser lo que Elisa Carrió define como “ausencia
de poder”. Digeridos y masticados solían llegar los ukases desde la Casa
Rosada: era una iluminación para los devotos. También, una facilidad para
transitar sin obstáculos, cobrar sin prejuicios el sueldo y los contratos a fin
de mes. Inclusive, quien imaginó algún aporte sin que se lo requirieran, tuvo
indiferencia, maltrato y amenaza “por ocuparse de lo que no le habían pedido”.
Pero desde la derrota electoral y la sucesión de los
problemas de salud en Cristina, el suministro de órdenes se alteró, cambió la
frecuencia y, en lugar de recibir la ración diaria bien planchada, hubo que ir
a buscarla, consultar el menú, indagar sobre todo por si las presuntas
instrucciones (Carlos Zannini) disponían del aval último de la dama. Ese
movimiento interno –cargado además de intereses, ambiciones y temores por
quienes han visto el letrero “salida de emergencia”–produjo más aceleración de
los acontecimientos que los insinuados por la propia oposición.
Algun infidente sabía, por el código interno de La Cámpora,
que hay dos prioridades en su seno: l) Empecinarse con el avance sobre ciertos
sectores de la Justicia, promover sujetos propios, cortar ingresos a organismos
no fieles (la Corte), y ordenar un cuadro de magistrados que haga la vista
gorda en ciertos temas; a cargo de esa tarea, entre otros, Julián Alvarez y
Wado De Pedro. 2) La otra tarea se remite a
proteger la gestión y apellido de Axel Kicillof, mantener entre
algodones también a sus laderos –Costa, Forlón, Bianco– de posibles turbiones
intestinos y ajenos. Ese parcial misterio de secta perdió su artificio cuando
estalló una crisis en el Gobierno y la misma Cristina decidió intervenir,
disciplinar la tropa y laudó a favor del ministro de Economía en su abierta
pugna con Ricardo Echegaray y el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.
Está claro, para muchos, que Kicillof se ha convertido en un
ariete designado para capturar más áreas de Gobierno para el mismo séquito (no
han podido, hasta ahora, con el apreciado trofeo de YPF), y más de un
funcionario sabe que hay recompensa por su cabeza. Y no parecen dispuestos a
entregarse como pingüinos mientras sus rivales juegan a El Estanciero: ninguno
fue elegido por las urnas, es un caso manifiesto de apropiación. Ejemplo de
rebelde tozudez, Echegaray, un hombre con mil secretos. A no olvidar.
También es forzada la relación Kicillof-Fabrega-Bossio, lo
menos parecido a una línea media futbolística que se defienden entre si. Más
cuando a Kicillff, aunque Ella crea lo contrario, no le ha ido precisamente
bien al frente de la economía. Un traje que, por ahora, le queda demasiado
holgado, sea por mala alimentación, amateurismo o experiencia nula en mercados
que pretende dominar (algo semejante a lo que Guillermo Moreno quiso realizar
con un profesor de educación física para controlar el tráfico de divisas en
bancos, casas de cambio y operadores independientes). Igual hay que defenderlo
al ministro, reclama la exilada en Olivos, pese a que en su mandato se disparó
la inflación, ni hablar del dólar blue, progresa el deterioro salarial o se
lentifica la actividad general.
Dirán que algunos sinceramientos provocaron este tropezón de
diciembre, pero aparte de ser insuficientes en apariencia, hay un detalle que
más de uno recuerda: Kicillof & Cía no ingresaron a la administración en estos
días, son parte responsable de la herencia ganada. Y esta desaprensión actual
para perder plata y licuar el capital de otros, sumirse también en nerviosismo por no dominar las variables, ha
generado un fallido conceptual jamás imaginado en la Presidenta: alertada por
la eventual suba del precio del tomate, intimidó anunciando que impulsará la
importación del señor rojo de la ensalada. Más o menos como Martínez de Hoz,
cuando en los 70 popularizó la teoría de una apertura masiva de importaciones
para bajar los precios, una idea insólita y repulsiva para quien defiende la
producción nacional y sus próximos dos viajes son a Cuba y Venezuela.
Si Kicillof consulta colegas de su misma orientación y
Daniel Scioli a economistas con formación más amplia, se tiende a creer que esa
disciplina se ha vuelto un enigma para el oficialismo. Por el momento,
insoluble. De ahí que aparte de pelearse y dirimir en el Gobierno, también se
aceleran los tiempos de la política, a veces anticipatoria de otros enconos.
Hay casi una docena de candidatos a la gobernación de Buenos Aires,
justificando sus apariciones públicas por falta de penetración en la sociedad
(Domínguez, Insaurralde, Giustozzi, Vidal, Randazzo, De laTorre, entre otros y
por no citar a otros conspicuos más opositores). No porque entiendan, dicen,
que se aceleran los procesos.
Algo semejante ocurre en otros distritos y con quienes ya se postulan para la
presidencia, activos como Sanz, Cobos, Binner, Massa o Macri. Se evita hablar
de Scioli debido a que quizás formalice su pretensión en marzo, inclusive con
el apoyo de algunos cristinistas (o kirchneristas, más precisamente) de la
primera hora, de ministros como Julio de Vido a empresarios como Cristóbal
López. Curiosamente, hace un mes, se negaba que Scioli pudiera heredar a
Cristina, lo cuestionaba La Cámpora y otros grupos afines, hasta jugueteaban
con fósforos como Capitanich en su lugar. O Uribarri.
Sin embargo, el gobernador ahora parece el presunto salvador
de ese núcleo, gracias a la performance negativa de Kicillof y a ciertos
dislates del jefe de Gabinete. Mientras, Scioli ya se había reunido hace dos
meses con Uribarri en Palermo, sabían
entonces a lo que apuntaban. Lo que parecía ignorar el círculo rojo que rodea a
Cristina.
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