Pages

viernes, 31 de enero de 2014

El Festival de Cosquín, ¿llegó al límite?

Un verdadero papelón se vivió durante el homenaje que Juan Falú y otros artistas hicieron a Eduardo Falú. El Festival mostró uno de sus peores momentos.

Juan Falú durante el homenaje a Eduardo Falú que
resultó un papelón de la organización del festival.
Por Santiago Giordano

Pasaron muchas cosas en la quinta noche del Festival Nacional de Folklore. La del miércoles, la que tuvo a Raly Barrionuevo como punta de una ristra que terminaría de ensartar sus 35 elementos cerca de las ocho de la mañana. Abrió con un show contundente, y al promediar las tres de la mañana llegó la polémica.

Porque la noche santiagueña también podía permitirse un homenaje a Eduardo Falú, uno de los grandes músicos argentinos, un artista de esos que evidentemente tenía una altísima consideración y un gran amor por su público, su pueblo, vistas las obras que le dedicó. Un creador que embelleció nuestra cultura y la vida de muchos, con obras imperecederas, de redonda belleza, y una manera de tocar la guitarra que dejará una marca profunda y para siempre en el imaginario de los argentinos.

El malestar del miércoles se sumó al de los horarios en que los principales números suben al escenario mayor: Peteco Carabajal terminó de actuar a las 8 a.m.; Luciano Pereyra y Los Tekis se quejaron públicamente y anoche el Chaqueño Palavecino subió cerca de las cuatro; el público es el gran damnificado.

Juan Falú, junto a Liliana Herrero, Lilián Saba y Marcelo Chiodi serían los artífices del recuerdo del maestro. “Esperemos que este modo sobrio de hacer música tenga su lugar en esta plaza”, dijo Juan Falú antes de comenzar. Tras la interpretación del primer tema, Tonada del viejo amor, el sonido era tan malo que el guitarrista tomó de nuevo la palabra y, con la agudeza que lo caracteriza, señaló: “Hay símbolos que tienen que ver con nuestra patria y con nuestra cultura que es necesario saber respetar, como esta guitarra criolla, sin enchufe, que nos ha engalanado por todo el mundo”, dijo ante el aplauso de la plaza y agregó: “Por eso merecíamos el tiempo para poder hacer una prueba de sonido antes de actuar, no por nosotros sino por respeto a ustedes y al homenajeado. Hay mucha tecnología acá, entonces, hagan sonar bien una guitarra criolla, por favor…”. Más aplausos.

La música siguió con Trago de sombra y la bellísima Milonga del alucinado, pero el sonido no se acomodaba, por lo que mucho de lo excelente que sucedía en el escenario se perdía. Una versión magistral de La cuartelera, en solo de guitarra, preludió la versión de Las golondrinas. Aun si el sonido era pésimo, la emoción era mucha y el aplauso de la plaza brotaba espontáneamente. Todavía quedaba un tema en la lista acordada, cuando el maestro de ceremonias Marcelo Simón irrumpió en la escena para despedir repentinamente a los artistas, mientras con celeridad digna de mejor causa el plato giratorio los depositaba en la parte de atrás del escenario al tiempo que ponía al frente al número siguiente, Flavia Martínez, dejándola como involuntaria e incómoda testigo del griterío que inesperadamente crecía desde las plateas pidiendo el regreso de Falú. Voluntariosos pero con argumentos poco convincentes, los locutores trataban de hacer cumplir la orden del jefe de escenario, pero el reclamo crecía.

En resumidas cuentas, los artistas fueron sacados del escenario antes de tiempo y de prepo, mientras la plaza enardecida pedía que vuelvan. No volvieron. Un bochorno, en forma y espíritu. Un acto de intolerancia –o de sordera– que agrega una cuota más de perplejidad a un festival que en su evidente extravío pareciera haber postergado otra vez los códigos de respeto al artista, además de haber renunciado a una idea plural de público. Lo del miércoles fue un retroceso a lo más olvidable de su historia.

Queda la esperanza que después de un episodio como este ya ningún acomodador de programación o capataz de escenario se arrogue el derecho de hablar en nombre de quienes evidentemente no conoce, para decir, a priori, “esto a la gente no le gusta”.

El malestar del miércoles se sumó al de los horarios en que los principales números suben al escenario mayor: Peteco Carabajal terminó de actuar a las 8 a.m.; Luciano Pereyra y Los Tekis se quejaron públicamente y anoche el Chaqueño Palavecino subió cerca de las cuatro; el público es el gran damnificado.

Drako, la banda que dijo "No". Muchos son las artistas que se han quejado por lo bajo o públicamente de los cambios de horarios y manejos desprolijos de la Comisión del festival. Pero tal vez el único grupo que decidió no participar por un pedido de cambio a último momento fue Drako, una banda oriunda de Cosquín. Así lo explicaron en su Facebook: "Comunicamos que decidimos NO participar del Festival Nacional de Folklore de Cosquín 2014 en el día de la fecha, como consecuencia de la modificación del horario de toque que la organización de dicho evento ha decidido a último momento..."Nadie es profeta en su tierra" y hoy quedo demostrado", publicaron.

© La Voz

No hay comentarios:

Publicar un comentario