Un verdadero papelón
se vivió durante el homenaje que Juan Falú y otros artistas hicieron a Eduardo
Falú. El Festival mostró uno de sus peores momentos.
Juan Falú durante el homenaje a Eduardo Falú que resultó un papelón de la organización del festival. |
Por Santiago Giordano
Pasaron muchas cosas en la quinta noche del Festival
Nacional de Folklore. La del miércoles, la que tuvo a Raly Barrionuevo como
punta de una ristra que terminaría de ensartar sus 35 elementos cerca de las
ocho de la mañana. Abrió con un show contundente, y al promediar las tres de la
mañana llegó la polémica.
Porque la noche santiagueña también podía permitirse un
homenaje a Eduardo Falú, uno de los grandes músicos argentinos, un artista de
esos que evidentemente tenía una altísima consideración y un gran amor por su
público, su pueblo, vistas las obras que le dedicó. Un creador que embelleció
nuestra cultura y la vida de muchos, con obras imperecederas, de redonda
belleza, y una manera de tocar la guitarra que dejará una marca profunda y para
siempre en el imaginario de los argentinos.
El malestar del miércoles se sumó al de los horarios en que
los principales números suben al escenario mayor: Peteco Carabajal terminó de
actuar a las 8 a.m.; Luciano Pereyra y Los Tekis se quejaron públicamente y
anoche el Chaqueño Palavecino subió cerca de las cuatro; el público es el gran
damnificado.
Juan Falú, junto a Liliana Herrero, Lilián Saba y Marcelo
Chiodi serían los artífices del recuerdo del maestro. “Esperemos que este modo
sobrio de hacer música tenga su lugar en esta plaza”, dijo Juan Falú antes de
comenzar. Tras la interpretación del primer tema, Tonada del viejo amor, el
sonido era tan malo que el guitarrista tomó de nuevo la palabra y, con la
agudeza que lo caracteriza, señaló: “Hay símbolos que tienen que ver con
nuestra patria y con nuestra cultura que es necesario saber respetar, como esta
guitarra criolla, sin enchufe, que nos ha engalanado por todo el mundo”, dijo
ante el aplauso de la plaza y agregó: “Por eso merecíamos el tiempo para poder
hacer una prueba de sonido antes de actuar, no por nosotros sino por respeto a
ustedes y al homenajeado. Hay mucha tecnología acá, entonces, hagan sonar bien
una guitarra criolla, por favor…”. Más aplausos.
La música siguió con Trago de sombra y la bellísima Milonga
del alucinado, pero el sonido no se acomodaba, por lo que mucho de lo excelente
que sucedía en el escenario se perdía. Una versión magistral de La cuartelera,
en solo de guitarra, preludió la versión de Las golondrinas. Aun si el sonido
era pésimo, la emoción era mucha y el aplauso de la plaza brotaba
espontáneamente. Todavía quedaba un tema en la lista acordada, cuando el
maestro de ceremonias Marcelo Simón irrumpió en la escena para despedir
repentinamente a los artistas, mientras con celeridad digna de mejor causa el
plato giratorio los depositaba en la parte de atrás del escenario al tiempo que
ponía al frente al número siguiente, Flavia Martínez, dejándola como
involuntaria e incómoda testigo del griterío que inesperadamente crecía desde
las plateas pidiendo el regreso de Falú. Voluntariosos pero con argumentos poco
convincentes, los locutores trataban de hacer cumplir la orden del jefe de
escenario, pero el reclamo crecía.
En resumidas cuentas, los artistas fueron sacados del
escenario antes de tiempo y de prepo, mientras la plaza enardecida pedía que
vuelvan. No volvieron. Un bochorno, en forma y espíritu. Un acto de
intolerancia –o de sordera– que agrega una cuota más de perplejidad a un
festival que en su evidente extravío pareciera haber postergado otra vez los
códigos de respeto al artista, además de haber renunciado a una idea plural de
público. Lo del miércoles fue un retroceso a lo más olvidable de su historia.
Queda la esperanza que después de un episodio como este ya
ningún acomodador de programación o capataz de escenario se arrogue el derecho
de hablar en nombre de quienes evidentemente no conoce, para decir, a priori,
“esto a la gente no le gusta”.
El malestar del miércoles se sumó al de los horarios en que
los principales números suben al escenario mayor: Peteco Carabajal terminó de
actuar a las 8 a.m.; Luciano Pereyra y Los Tekis se quejaron públicamente y
anoche el Chaqueño Palavecino subió cerca de las cuatro; el público es el gran
damnificado.
Drako, la banda que dijo "No". Muchos son las
artistas que se han quejado por lo bajo o públicamente de los cambios de
horarios y manejos desprolijos de la Comisión del festival. Pero tal vez el
único grupo que decidió no participar por un pedido de cambio a último momento
fue Drako, una banda oriunda de Cosquín. Así lo explicaron en su Facebook:
"Comunicamos que decidimos NO participar del Festival Nacional de Folklore
de Cosquín 2014 en el día de la fecha, como consecuencia de la modificación del
horario de toque que la organización de dicho evento ha decidido a último
momento..."Nadie es profeta en su tierra" y hoy quedo
demostrado", publicaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario