El Gobierno es hoy
víctima de las confrontaciones que alimentó. El corte como símbolo de quiebre.
Por Alfredo Leuco |
Para Mao, el poder nacía del fusil. Para Ernesto Laclau y
sus intelectuales a la carta, el poder nace de la confrontación popular prolongada.
Esa es la irresponsable justificación ideológica que encontraron para explicar
el resentimiento y el revanchismo que el matrimonio Kirchner construyó desde su
llegada al poder en la intendencia de Río Gallegos.Un infantilismo que
necesitó revestirse con el jurásico marco teórico del neopopulismo que cobra
suculentos honorarios y, por las dudas, sigue viviendo en Londres, mientras “los
pibes argentinos dan la batalla feroz contra las corporaciones y por la
liberación”.
Siempre fue una locura semejante ignorancia sobre el fracaso
planetario de la violencia como partera de la historia. Pero en estos tiempos,
cuando las turbulencias hacen que los funcionarios del oficialismo se aferren
temerosos a sus poltronas, todo se hace más bizarro y patético.
La solicitada publicada exclusivamente en los medios K,
reclamando (casi rogando) “por una navidad en paz y un 2014 fortaleciendo la
democracia que es convivencia y respeto por la diversidad”, firmada por Milagro
Sala y Luis D´Elía, entre otros patoteros de estado, es tragicómica. La
suscribe el elenco estable del cristinismo (con pocas excepciónes como Perez
Esquivel y algún empresario ingenuo) y repite la misma exigencia de diálogo y
coexistencia que estigmatizaban hasta hace dos semanas.
¿Desde cuando le dan valor a los consensos? ¿Que los hizo
virar tan bruscamente? ¿ El diálogo no era una demanda de las corporaciones y
la derecha destituyente como una manera de frenar el avance de los
revolucionarios de la justicia social? ¿No gastaron seminarios y ríos de tinta
en explicar que la crispación de Cristina (a la que reconfiguraron en las
remeras como “Cris-pasión” era la pulsión necesaria para lograr la inclusión?
Desde muchos sectores se les advirtió que era temerario y
peligroso agitar todo el tiempo la división y el odio como una forma de reinar.
Y que era mucho mas grave sembrar la semilla del resentimiento en una tierra
que fue regada por la sangre de miles de muertos y desaparecidos del terrorismo
de estado.
Pero no entendían razones. Se regodeaban en su soberbia y
seguían insultando a quienes pensaban distinto y tirando mas leña al fuego de
la “cris-pasíon”. Hoy ese discurso nefasto implosionó. Permeó en grandes
sectores que tampoco quieren respetar ley ni regla alguna. Y esa anomia se
convirtió en un bumerán brutal contra Cristina. El corte como símbolo de
quiebre. Cortes de luz, de calles, de relaciones con los semejantes. Hoy la
desesperación llevó al gobierno a hacer convocatorias vacías y formales que no
fueron correspondidas. Es natural y humano. Si uno le vive pegando cachetazos a
los demás en épocas de vacas gordas, es ridículo que convoque a los que humilló
cuando llegan las vacas flacas.
No era tan difícil mantener las relaciones cordiales con
todos y ser firmes en la defensa de sus convicciones. Pero eligieron la piolada
de hacerse los guerreros y justicieros y ofendieron a tanta gente que ya les
cuesta encontrar aliados. Incluso dentro del kirchnerismo la cosa pudo ser
distinta. El ejemplo es el de Julián Domínguez. Mantuvo siempre un trato
respetuoso con todos los bloques y en diez minutos los tuvo a todos los jefes
en su despacho firmando un firme respaldo a la democracia. No fingió buenas
maneras a último momento mientras el rancho se quemaba. Tuvo el tino de tener
siempre un criterio responsable.
Pero la gran enseñanza en este plano la dio una vez mas la
Iglesia hoy potenciada por la cultura del encuentro que pregona el Papa
Francisco. Monseñor Jorge Lozano logró juntar a casi todo el abanico político
para ponerlo al frente del combate contra el enemigo común mas letal: los
narcos y la droga. Es inédita una foto con Massa y Sanz, Binner y Macri,
Margarita y Solanas, entre otros. Solo faltó Daniel Scioli, el mas opositor de
los kirchneristas o el oficialista mas parecido a los opositores. Envió una
carta de adhesión y se quedó con las ganas de poner la cara en esa foto
histórica. Cristina no podía permitir que semejante pluralismo no fuera
generado por ella. Hasta Jose Manuel de la Sota vió la oportunidad para sumarse
y apostó a la continuidad de ese espacio al agregarle otros temas de agenda.
La Iglesia pudo lo que Cristina no puede. Dinamitó sus
relaciones con todos y ahora es muy difícil reconstruirlas. Por eso hoy
aparecen palabras con el preocupante aroma del 2001. “Cuasi monedas”, dijo el
gobernador de Corrientes, “Dialogo Argentino”, fue lo que muchos vieron en esa
foto madura y multipartidaria y “Liga de gobernadores” es lo que que está
funcionando de hecho y en forma casi clandestina como una manera de evitar los
incendios proviniciales que reduzcan a cenizas a sus jefes provinciales.
Es que Cristina no puede con su genio. No puede dejar de ser
ella. Licuó el poder de Jorge Capitanich en un par de semanas. Lo vació de
contenido porque le quitó sus presuntas virtudes de buen trato y pensamiento
propio y lo disciplinó con facilidad porque lo hizo justificar lo
injustificable con malabarismos verbales. El pedido de censura de Lázaro Báez,
la pelea con Julio de Vido por cortar o no cortar lo que de hecho está recontra
cortado, la obligación de hacer saludo uno, saludo dos, ante el vergonzoso ascenso
del general Milani y el error original de castigar en lugar de ayudar a De la
Sota al comienzo de la crisis, lo cortaron en pedazos. A una semana de haber
asumido, me pregunté en esta columna, cuanto tiempo iba a durar Capitanich.
Apostó su capital a un pleno y está a punto de perderlo todo en un juego donde
siempre gana la banca, es decir Cristina.
Hay una metodología antidemocrática y escandalosa a la que
hay que ponerle límite para que no siga deteriorando las instituciones. Me
refiero a estatizar Ciccone para ocultar la corrupción de Boudou, la de
intentar descabezar a Campagnoli y al periodismo para proteger a Lázaro y
Cristina, y el colmo de que todos los argentinos (incluso los más humildes) se
hagan cargo de las deudas irracionales y oscuras de Hebe de Bonafini, Sergio
Schoklender y sus cómplices.
La obsesión bulímica tanto de Néstor como de Cristina por el
dinero y el poder hoy empieza a cobrarse las facturas más abultadas. La caída
del Imperio Laclau y su capital, Jorge Capitanich, es un aviso.
© Perfil.com
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