Por Ana Gerschenson |
Los cortes de energía en 2012 fueron una conspiración de
alguien que "bajó una palanca". Hoy son consecuencia natural del
formidable crecimiento del país. La inflación en la Argentina acumula hasta
noviembre apenas un 9,4 por ciento. Los precios, según el Gobierno, aumentan
poco y nada. Y la inseguridad, que en un principio según varios ministros se
trataba de una "sensación", es ahora un problema generado por la
Justicia.
La lista de sofismas continúa. La diferencia es que, por
estos días, el gobierno de Cristina Kirchner ha dejado de convencer a propios y
ajenos que sus postulados se condicen con la realidad.
El oxígeno político que había generado la salida del
supersecretario Guillermo Moreno y el ingreso del peronista Jorge Capitanich
como jefe de Gabinete, se ha consumido. Los saqueos generalizados, la falta de
respuesta a los gobernadores del PJ, empezando por la pelea pública con José
Manuel De la Sota en plena crisis policial, y finalmente el reto de Julio De
Vido por hablar de cortes programados desdibujaron a Capitanich. Lo
debilitaron. Y los gobernadores del peronismo ya no creen que Coqui sea un
interlocutor válido frente al Gobierno.
En las últimas semanas, el propio kirchnerismo ha comenzado
a cuestionar el modelo que supieron defender, a pesar de las inexactitudes que
incluía el relato.
En el plano de empresarios K, esta semana tanto la Cámara
Argentina de Industrias Opticas y Afines (Cadioa) como la Confederación General
Empresaria de la Argentina (Cgera), admitieron ante El Cronista su preocupación
por la espiralización de la inflación.
Fueron sintomáticas las palabras del diputado y líder de La
Cámpora, Andrés "Cuervo" Larroque, quien la semana pasada aseguró en
formato autocrítica que "como Gobierno planteamos temas con buenas
intenciones que se terminan transformando en un boomerang". Y también
que"a veces nos enfrascamos en nuestra pelea con Clarín y nos cerramos
mucho".
Igualmente, la dirigencia de La Cámpora no cesa su avance en
ocupar cargos en la administración pública. En primer plano, como el caso de la
ministra de Seguridad Cecilia Rodríguez, o en los puestos de segunda y tercera
línea en los demás ministerios, especialmente en la Cancillería.
Los intendentes del conurbano intentan contener la situación
en sus distritos como pueden en este diciembre convulsionado por las amenazas
de saqueos y cortes de luz con altas temperaturas. Una combinación letal de fin
de año. Volvieron a encontrar en el gobernador Daniel Scioli a un referente
político con quien trabajar los problemas de todos los días.
Y es que el vacío de conducción política se acentúa con el
paso de los días. Cristina habla con pocos. Es muy difícil acceder a la
Presidente para plantear una idea o para saber qué es lo que piensa. Le sucede,
por ejemplo, a un diputado K, reconocido economista. Tiene una propuesta con
correcciones al modelo lista, pero no tiene a quien presentarle sus ideas ya
que, después de su operación, Cristina ya no le contesta el teléfono. No es el
único que se queja del silencio presidencial.
Sobre todo en estos tiempos en los que cada día se hace más
difícil defender un relato que los hechos hacen pedazos.
La decadencia es tal, que el kirchnerismo que había logrado
el reconocimiento de la sociedad por el acento en su defensa por los derechos
humanos, que se preguntó de todo aquel crítico u opositor (nunca a uno de los
suyos) qué estaba haciendo durante la dictadura, terminó apoyando el ascenso de
César Milani como jefe del Ejército, acusado no en una, sino en tres causas por
violaciones a los derechos humanos.
El cierre de la década kirchnerista, que se presentó como
"la nueva política" en 2003 y como contracara de la corrupción del
menemismo, no podría ser peor. Hay investigaciones judiciales por presuntas
irregularidades en la administración pública para beneficio personal en todos
los niveles. Legisladores K, ministros, funcionarios, el vicepresidente y hasta
la propia familia Kirchner acumulan causas en la Justicia, y todas, como
durante el menemismo, tratan de ser obstaculizadas sin siquiera ensayar una
explicación de lo sucedido de cara a la sociedad. De la nueva política, de los
sueños y de las convicciones, no ha quedado absolutamente nada.
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