El Gobierno no asume
ni se hace cargo de que generó el actual caos social. ¿Cristina? Bien, gracias.
Por Alfredo Leuco |
Entre sus primeras medidas de emergencia, Néstor Kirchner
hizo llover subsidios a la energía y al transporte en el Area Metropolitana por
temor a los cacerolazos de clase media que, hace diez años, tenían una gran
capacidad de daño político. Discriminó a los ciudadanos del interior del país
porque suponía que las cámaras de televisión transmitiendo durante horas las
protestas callejeras eran un fuerte embate desestabilizador si tenían los
acontecimientos al alcance de la mano.
Hoy, una mueca triste del destino cierra el círculo vicioso
y asfixia al Gobierno de su esposa, que corre detrás de los acontencimientos y
no atina a encontrar el rumbo perdido.
Los videograph de las pantallas son
crónicas de la realidad pero parecen comentarios editoriales: alerta roja,
diciembre negro. Hay muy pocos antecedentes de una bronca de abajo tan masiva,
extendida territorialmente, aideológica y sin conducción unificada. Horrorosos
saqueos primero y ahora cortes de calles, avenidas, autopistas y hasta las vías
de los ferrocarriles Roca, Sarmiento y Urquiza son un caldo de cultivo para las
peores intenciones.
La paciencia de muchos se agotó junto a la credibilidad del
gobierno nacional, que no dio la cara ni para un tradicional saludo navideño.
Le cuesta a Cristina identificarse con los que sufren, sobre todo si el
responsable de ese padecimiento es la ineficacia de su propia gestión. Porque
ahora están estallando en las manos del Gobierno las bombas de tiempo que
dejaron los funcionarios estrellas como Julio de Vido, Ricardo Jaime y
Guillermo Moreno. Ellos diseminaron millones de dólares de subsidios por cuenta
y orden del matrimonio Kirchner.
La reacción política tuvo los reflejos de Fernando de la
Rúa. Jorge Capitanich amenazó por enésima vez con darle las concesiones
eléctricas a la Ciudad y a la Provincia. De Vido se sacó el sayo de encima y
repartió responsabilidades a todos menos a ellos mismos, que son los
generadores de ese agujero negro. Las única palabras de la Presidenta fueron
para decir que Carlos Kunkel la quiere mucho pero que no hay ninguna
posibilidad de que compita para ningún cargo electivo en el 2015. Kunkel
necesita aferrarse a la pollera de Cristina para imaginar aunque sea una módica
cuota de poder que evite que varios muchachos K empiecen a desfilar por los
tribunales. Allí está, entre otros, Amado Boudou, desaparecido en combate y
atacado hasta por el propio Axel Kicillof por sus turbias relaciones con Hernán
Lorenzino y el fondo Gramercy.
Capitanich habla pero nadie escucha y Sergio Uribarri bajó
su perfil casi hasta la clandestinidad. ¿Quién será, entonces, el candidato
cristinista a presidente? Por ahora nadie acusa peso en la balanza. Queda
potencial aquella fórmula camporista delirada en las mesas de arena con la
consigna: “Mengano al gobierno, Cristina al poder”, como una manera de decir
que ella será jefa de Gabinete y la que corte el bacalao si en el 2015 se
produce el milagroso triunfo de las listas del Frente para la Victoria.
El peronismo empieza a tomar cada vez más distancia.
Amenazan con las “cuasi monedas” y los gobernadores agradecen a Capitanich la
refinanciacíon de sus deudas fenomenales, pero fortalecen una liga de pares
como red de contención frente al regreso de palabras malditas como “Rodrigazo”,
utilizada por un economista del justicialismo como Eduardo Curia. Hay
intendentes que miran con más simpatía a Daniel Scioli y a Sergio Massa como
figuras taquilleras para el post cristinismo, y la situación económica se va
pareciendo peligrosamente a un volcán.
¿Será conciente de dónde está parado Kicillof? ¿Pensará que
es un ejercicio para un examen final en la universidad? Porque no se le mueve
un pelo de la patilla cuando anuncia acuerdos de impacto cero pese a que es el
responsable de atacar algunos males que fueron generados por su propia
ineficacia, soberbia y voluntarismo y la de sus antecesores. Por primera vez
desde 2008, la inflación que se acerca al 30%, superó los mejores acuerdos
salariales, las reservas se fugaron en un 30% (la friolera de 12.500 millones
de dólares, récord compartido con Venezuela) y la devaluación que el
kirchnerismo produjo en este año mientras acusaba de devaluacionistas al resto
de la humanidad, también llegó al 30%. Ni hablar de la inflación de los
alimentos, que merodea el 6% mensual, limando la cabeza y la esperanza de los
más pobres o la consolidación de los 10 millones de pobres o de los 3 millones
con problemas de nutrición que denunció el informe de la Universidad Católica.
Houston, tenemos un problema. Arde la realidad y no es un
castigo ideológico al pensamiento de los muchachos. Evo Morales toma créditos a
tasas tres veces menor de las que paga Argentina y no le puso retenciones a la
soja, paga el precio pleno al productor. Y nadie podrá acusar al presidente
boliviano de estar a la derecha de Cristina.
Hay altanería y falta de sentido común. Esa es una mezcla
explosiva que apareció con toda su potencia destructora en la superficie en
estas últimas semanas. Es el disparador de estos tiempos de cólera. Encima hay
un infantilismo ignorante que alimenta el fuego. Una funcionaria bonaerense que
celebra que los gorilas de Recoleta se queden sin luz y se siente Rosa
Luxemburgo por su gesto combativo. Alberto Samid, el filósofo de las carnicerías
que responsabiliza de todo a los argentinos que apenas tienen 100 mil dólares
lo sacan del país. No piensa que el máximo ejemplo de esa fuga lo dio su líder
espiritual, Néstor Kirchner, cuando sacó y no repatrió en forma transparente
los tristemente célebres fondos de Santa Cruz, o cuando se descubren las
cuentas en Suiza de Lázaro Báez, el nombre del estigma que Cristina jamás se
sacará de encima.
Hay ministros que siguen las enseñanzas de su jefa, no
hablan ni se muestran. Esa parálisis es peligrosa: una de las definiciones de
locura dice que es hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos.
Aquellos viejos temores de Néstor reaparecieron como fantasmas entre llamas y
cubiertas en las esquinas de casi todos los barrios de la Ciudad y del Conurbano.
Y las pantallas dicen dos verdades irrefutables: alerta roja, diciembre negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario