Por Ana Gerschenson |
Los saqueos de la última semana destruyeron, además, las
ambiciones presidenciales del entrerriano Sergio Urribarri y del jefe de
Gabinete, Jorge Capitanich. El kirchnerismo se quedó sin sucesor.
El "Pato" es el gobernador con mejor sintonía con
la Presidente Cristina Kirchner, y en sus frecuentes conversaciones llegaron a
hablar de la posibilidad de que se convierta en el sucesor del proyecto en
2015.
La provincia mesopotámica fue mostrada como ejemplo por la
Casa Rosada.
Urribarri había logrado reconquistar a los hombres del campo después del 2008, se convirtió en un fan de La Cámpora, y ejercitaba el alineamiento automático con el cristinismo.
Siempre funcional, Urribarri fue quien organizó en marzo de
este año un encuentro de gobernadores y dirigentes peronistas en la ciudad de
Paraná y no invitó deliberadamente a Daniel Scioli. Por entonces, el bonaerense
no representaba al modelo y era acusado de tactiquero por
el propio anfitrión. ¿Para
qué vamos a estar incómodos,
de un lado los incondicionales y del otro, los no tan incondicionales?, decía con el pensamiento puesto en debilitar a Scioli.
Cristina daba aire a sus pretensiones, le pedía que juegue,
que construya su imagen a nivel nacional, su liderazgo entre los mandatarios
provinciales. Y en octubre fue uno de los pocos que festejó el resultado de las
urnas, ya que esquivó la tendencia nacional y su lista ganó con el 46 % de los
votos.
Pero el acuartelamiento de la Policía de Concordia, los
saqueos que provocaron al menos un muerto y decenas de heridos, con batallas
callejeras durante dos noches, y falta de control político en el inicio de la
crisis, estrellaron sus posibilidades presidenciales. Lo sacaron de carrera.
Urribarri está concentrado ahora en contener a los empleados
estatales, que ya pidieron aumentos similares a los logrados por la Policía, y
amenazaron con paralizar la administración pública. El gobernador está
impulsando en los próximos días una reforma tributaria que le permita obtener
fondos para afrontar los reclamos que vienen. Necesita concentrarse en la
provincia y ya no en el despacho presidencial.
La situación de Capitanich es delicada. No hace un mes que
fue designado como el interlocutor del peronismo en el Gabinete, la voz de los
gobernadores frente a la Presidente, pero esta semana gastó casi todas sus
fichas.
Capitanich le negó ayuda a Córdoba cuando estalló el
conflicto policial en la provincia, y aunque José Manuel De la Sota no es
kirchnerista, sí es peronista, y los demás mandatarios del PJ entendieron que
su rol en el gabinete claramente no era el de representarlos. O por lo menos no
contaba con el poder que parecía detentar en un principio.
Su herida política se profundizó con los saqueos violentos
en Chaco, su provincia. Juan Carlos Bacileff Ivanoff, su vice ahora a cargo de
la gobernación fue muy contundente: "Capitanich me decía que había
ordenado el traslado de la Gendarmería a Resistencia, pero pasaban las horas y
no venían. Lo están ninguneando. Capitanich no va a hacer esto, él está preso
de una interna y de un estilo que no es de él", aseguró el ahora
gobernador y desnudó las fisuras en la impronta con la que había llegado Coqui.
El chaqueño también había ganado en octubre con más del 60
por ciento de los votos. Y los resultados lo pusieron al frente de la carrera
presidencial para el 2015. En su caso, a diferencia de Urribarri, Coqui
representaba al peronismo más tradicional, el de la liga de los gobernadores.
Había llegado con la misión de involucrar al PJ en la transición a las próximas
elecciones, con voz y voto. Hoy su representatividad y poder de acción está, al
menos, cuestionada por su pares.
Heridos Capitanich y Urribarri, el tercero en discordia,
tratado y destratado por el kirchnerismo, sigue todavía intacto. Daniel Scioli
también afrontó un reclamo policial, pero logró contenerlo con un plan
antisaqueos y un aumento que no se sabe bien cómo va a solventar. Scioli, se
sabe, es fatalista. Cree que lo que tenga que ser va a ser. Puede decirle al
peronismo que sigue siendo candidato, por ahora.
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