sábado, 7 de diciembre de 2013

Cokristina

Lo de Córdoba reflejó que el adn K no cambia con nada. El incendio.

Por Alfredo Leuco
La administración Capitanich empieza a mostrar más pena que gloria. Casi no tiene buenas noticias para exhibir. Mucho ruido y pocas nueces. La sanata es más moderada y menos mentirosa, pero de medidas concretas que solucionen los graves problemas, ni hablar.

El conflicto de Córdoba le hizo pagar más costo político al jefe de Gabinete que al gobernador De la Sota, al que terminaron victimizando con tantos ataques en el medio de la anarquía policial. Hasta un humorista querido como Chichilo Viale dijo que “el gobierno nacional les tiraba piedras a los cordobeses en lugar de soluciones”, y que sintió un poquito menos que asco al escuchar a Capitanich. 

Pero lo que más impactó en el ánimo del ex gobernador chaqueño fueron las críticas del obispo auxiliar, que caracterizó como “lastimosas” sus palabras. Es que Coqui se ve como un orgulloso cuadro de la Iglesia en el peronismo.

La primera piedra de cierta dimensión que tuvo en su camino mostró a un Capitanich hablado por Cristina, obligado a un discurso caprichoso y negador, que no es su estilo. Apareció un nuevo producto político que podríamos llamar “Cokristina”. Los Kirchner nunca han sido generosos para parir herederos. Por eso casi no tienen cuadros propios de envergadura. Pisan todos los brotes en lugar de que florezcan mil flores, como proclamaba Néstor. En este caso, Cristina le cerró la puerta en la cara a Capitanich y lo corrió de su eje. Su único interés es mostrarse a nivel nacional como un líder del peronismo flexible y negociador capaz de ser presidente en 2015. Pero si lo obligan a “cristinizarse” es probable que en poco tiempo piense en volver a Chaco. Sabe que los kirchneristas más autoritarios –como Guillermo Moreno y Abal Medina– volaron del gabinete, y no para producir una oxigenación, como dicen los paraperiodistas K: Cristina fue obligada por los votos a tirar por la borda a ambos. Para soltar lastre. Moreno ya hizo oír alguna queja. Será patotero e ineficiente, pero tiene sangre en las venas. Abal está en la clandestinidad de su propia depresión y silencio, al borde del exilio de la política activa, siguiendo el ejemplo de su viejo líder, Chacho Alvarez.

Este grave inconveniente de conducción política parece no afectar a una Cristina que se mostró sonriente y juguetona, sin luto pero algo ausente y fugaz. Tomó juramento a una ministra de Seguridad especialista en emergencias, que estuvo en Kosovo y en el tsunami de Indonesia, pero que no dijo ni hizo nada respecto de la peligrosa situación de Córdoba.

Se equivoca la gestión de Cokristina si cree que las llamas de los desbordes sociales, el vandalismo y las bandas de narcos reconocen o respetan los límites provinciales. Los reclamos de otras policías, de otros empleados del Estado y otro tipo de piquetes por la falta de agua y luz producto del temporal en el GBA se pueden extender como reguero de pólvora. En el Congreso de la Nación, durante la elección del nuevo rector de la UBA, hubo encapuchados que tiraron bulones con sus gomeras y bombas molotov. Las agrupaciones trotskistas tomaron distancia de semejante violencia inexplicable que debe seguirse de cerca. El robo de gran cantidad de armas de una agencia de seguridad tiene que encender las alarmas y convocar a todas las fuerzas democráticas a firmar, a treinta años de democracia, un nuevo contrato de convivencia pacífica que valore las protestas y las movilizaciones pero que limite tanto patoterismo como primera respuesta.

Tres dirigentes cristinistas apoyaron en la Facultad de Periodismo de La Plata a Fernando Esteche, jefe de Quebracho y condenado por la Justicia a casi cuatro años de prisión por su irracionalidad antidemocrática. Esa señal del oficialismo fogonea las agresiones más feroces.

Pero lo más inquietante son las arenas movedizas en las que quedó empantanado Amado Boudou. Mientras más se mueve, más se entierra y más salpica a CFK. Hay ministros –y hasta Carlos Zannini– que estudian si no llegó la hora de soltarle la mano a Amado. Son contundentes los testimonios y las pruebas que hay en el caso Ciccone y burdas las coimas que esta banda de descuidistas marplatenses (Jorge Asís dixit) cobró con la falsa refinanciación de la deuda de Formosa.

A Cristina le cuesta demasiado disciplinar a la tropa. Hay chisporroteos en todos los sectores. Horacio Verbitsky cuestiona al general César Milani, mientras Hebe de Bonafini lo elogia y entrevista como si fuera Líber Seregni y le entrega su emblemático pañuelo blanco a Aníbal Fernández como si fuera la reencarnación de Rodolfo Walsh. Mario Ishii se queja de La Cámpora y hace rancho aparte, Juan José Mussi y Arturo Puricelli le renuncian a quien nadie le renunciaba, Daniel Scioli se acerca cada vez más a sus pares de estilo como Sergio Massa y Martín Insaurralde, y respira aliviado porque ahora es Capitanich a quien Cristina agarró para el cachetazo. En esta columna, veinte días antes de las elecciones, anticipamos por deducción que Insaurralde iba a terminar lejos de Kunkel y CFK y más cerca de Massa y Scioli. En ese camino está. Sólo hay que darle tiempo.

El cristinismo cultural sigue apostando al verticalismo. Mira la realidad con un solo ojo. Un comunicado del gremio repudió las palabras críticas de Jorge Lanata en los Premios Tato. No se escuchó esa voz institucional cuando Casero, Gianola, Legrand, Darín, Subiela y Campanella, entre otros, recibieron descalificaciones más graves porque en algún caso fueron desde el Estado y con acciones intimidatorias. ¿El gremio defiende a todos los artistas o sólo a los militantes K?

Finalmente, en la economía hay una suerte de continuidad del morenismo por la vía pacífica. El mismo rumbo aunque mas light, pero con los problemas que se agravan. La recaudación que se frena, la inflación que sube, las reservas que caen igual que las exportaciones a Brasil o la producción automotriz. Y encima, el cepo recargado. En lugar de insultar y ordenar, a los empresarios se les solicita que sean patriotas, que produzcan más y que no despidan trabajadores. Al viejo estilo del maestro Juan Carlos Pugliese, Axel K. les habló con el corazón. Veremos si le responden con el bolsillo.

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