Por Javier Luifa
Luego del apabullante descalabro que el Partido Obrero le
produjo al justicialismo, rama “isista”, en las últimas elecciones, parecía muy
difícil la recuperación inmediata de la iniciativa del intendente Miguel Isa
que fue el directo receptor de los “uppercuts” (por usar términos boxísticos a
los que es muy afecto el jefe comunal) que le propinó el trotskysmo. Aunque
Juan Manuel Urtubey también recibió lo suyo, el que quedó al borde del knock
out fue Isa.
Pero el intendente demostró que es un buen peronista:
pragmático y ágil para recuperar lo que es esencial para el peronismo, es
decir, el poder sin importar demasiado qué o quiénes se pongan al frente.
En la discusión de este miércoles en el Concejo Deliberante,
Tomás Rodríguez el actual presidente y un “isista” de la primera hora, montó el
escenario y la puesta la hizo el propio intendente: le quitó al PO una de las
singulares banderas que hacía ondear el trotskymo ante la ciudadanía luego del
excepcional triunfo electoral en la capital. Y esa bandera era, nada más y nada
menos, que el Defensor del Pueblo fuera elegido por el voto popular.
El “manchancho” (palabra de los propios ediles oficialistas)
que se había concretado para designar al Defensor del Pueblo (con una nueva y
vergonzosa convocatoria), podría resultar en otra devastadora derrota, quizás
no en números pero si en el aspecto político para el jefe comunal. La deplorable
actuación del exconcejal Martín Ávila (“me voy a mi casa a reflexionar”) no
convenció a nadie. Por el contrario, fue el disparador de todas las sospechas.
Y eso, el Partido Obrero no lo iba a dejar pasar.
Pero hubo errores. El PO pareció endulzarse demasiado con su
triunfo. Hubo, incluso, discusiones en las redes sociales con extrañas
descalificaciones de Pablo López, Claudio Del Plá y del propio Borelli (habló
de “golpe de Estado” de radicales y socialistas, a pesar de que éstos no tienen
representación en el Concejo) a los que se animaran a cuestionar, mínimamente,
algunas actitudes obreristas, como por ejemplo, el hecho de que sus
legisladores no juraran por la Constitución a la cual le debían el cargo. Pero aparte
de eso, el PO quiso ir por más y exigió (incluso, amenazó con movilizaciones)
la presidencia del Concejo Deliberante por ser el triunfador de los últimos
comicios.
Aunque el tema todavía está para discutirse hasta el 3 de
diciembre, la pretensión “trotska” encendió las luces de alarma en el “isismo”.
Suponer, siquiera, un cogobierno entre Isa y el Partido Obrero, se parecía para
los justicialistas, a un verdadero “cross” de izquierda. Ni pensar, tampoco, en
un reemplazo del intendente ante cada una de sus ausencias (que suelen ser
muchas) y, más allá, la posibilidad de un eventual juicio político al jefe
comunal.
Aseguran, lo que están cerca de Isa, que éste se encendió de
bronca, porque además de la derrota, de poner solo la cara y de sospechar “traiciones”
del “urtubeycismo”, tendría que lidiar contra los empellones del PO.
Por eso, preparó lo que preparó: hizo un proyecto para
reformar el “manchancho” y, de este modo, permitir que el Defensor del Pueblo
sea elegido (como quería el Partido Obrero) por el voto popular. Además, como
se dijo, la puesta en escena la preparó Tomás Rodríguez que, para darle
panorama epopéyico a la iniciativa de su jefe, hizo votar en la sesión del
Concejo para que se declare “desierto” el concurso para designar al Defensor
del Pueblo. De este modo, el nuevo funcionario será elegido en 2015, junto con
algunas de las instancias electorales provinciales.
“No le dan los números”, gritaban desde algunos de los sectores
de la oposición y el concejal del PO, Arturo Borelli, de sorprendido, sólo
atinó a explicar que el proyecto (en realidad, una propuesta proselitista) le
pertenece a su partido. Desde el “isismo”, dicen que cuando lo escucharon a
Borelli, alguien susurró: “¿Y…? Ahora, el proyecto es nuestro y chau…”
Los números sí le dieron a Rodríguez que logró lo que se
proponía: dejar desierta la convocatoria, mantener al actual adjunto de la
Defensoría del Pueblo hasta 2015 y poner en manos del nuevo Concejo el
tratamiento del proyecto de Miguel Isa para la elección popular del nuevo
funcionario.
Entre tanto, la actuación de Miguel Ávila pareció derrumbarse
estrepitosamente. Dos años por delante parece mucho para un político que ha
quedado en estado latente, sin el pan y sin la torta.
Pero el Partido Obrero también deberá reconocer que ha sido
madrugado (de hecho, la iniciativa de Isa entró durante la madrugada) ya que además
de una de sus banderas, perdió la votación y ahora deberá vérselas frente al
oficialismo, otra vez, para ver si logra la anhelada Presidencia del Concejo.
El justicialismo ya sabe que está en condiciones de
recuperarse rápidamente y, por eso, tratará de caminar con cautela para que la
nueva construcción que intenta en el Concejo no se termine desplomando. La
iniciativa de la que hacía gala el Partido Obrero volvió, por ahora, hacia el “isismo”.
El tema será si la puede sostener en el tiempo que queda.
Hasta el 3 de diciembre no hay un trecho largo, pero las
conversaciones serán febriles en las próximas horas.
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