Por Roberto García |
Nunca como esta semana se desató tanta expectativa por los
poderes ejecutivos. Sea el nacional de Cristina de Kirchner o un provincial
como el de José Luis Gioja. Ya se sabe que el accidentado gobernador
sanjuanino, por la naturaleza de las lesiones vertebrales que padece, no
volverá a sus funciones por mucho tiempo (tampoco al peronismo, que pretendía
reorganizar con sus colegas del interior).
Diagnóstico inquietante que no
alcanza a Cristina, aunque las situaciones de estrés que la amenazan (versión
oficial) tal vez le impidan en una primera etapa ser una presidenta “tiempo
completo”, la fuercen a quedarse sitiada en Olivos –ahora inevitablemente su
“lugar en el mundo”– y se aleje de menesteres en la Casa Rosada, compromisos
provinciales o viajes internacionales (pero como nunca recibió embajadores y
casi nadie visita la Argentina, no parece una complicación seria para el
Gobierno). Un proceso para ganar salud que, sugieren los médicos, le
garantizará luego una normalización laboral.
Por treinta días ha faltado información precisa sobre el
estado de la convaleciente, no se vio una fotografía de Ella en su reposo
obligatorio ni se escuchó una palabra de quien ha sido propensa a jamás
callarse la boca. Tampoco se conocen testimonios sobre su estado del exiguo
círculo que la frecuenta (Carlos Zannini,Oscar Parrilli, algún colaborador
juvenil de extrema confianza), menos certezas del que ha heredado en apariencia
la función, ese mandatario sustituto llamado Amado Boudou, el mismo que
manifiesta devoción pero no intimidad para visitarla. Quien, quizás, en sus
abundantes presentaciones sociales de los últimos días, se pregunta: “Qué habré
hecho yo para merecer esto”, en referencia a la cadena de causas que le
aparecieron o reaparecieron repentinamente, algunas graves y otras tan nimias
que pueden semejar a haberse copiado en Geografía durante el secundario. Aunque
tuvo, eso sí, el premio mayor del archivo y olvido para una controversial
asistencia técnica –curiosamente con otro economista dedicado a la política que
nadie menciona–, que le brindó al gobernador de Formosa, al que le permitió en
su momento eludir una frondosa deuda con el Estado. Una anécdota favorable de
la Justicia en el medio de su breve reinado al que alguien salpica –el origen
no lo desconoce Boudou– con intenciones desconocidas salpicado por denuncias.
Importa esta evolución, sin embargo, para incorporar en el reguero de versiones
(cambios, sucesiones, alineamientos, crisis, asambleas legislativas, elecciones
anticipadas o modificaciones políticas) provocadas por el exagerado silencio y
la suspicaz discresión en torno al descanso de Cristina. Se entiende que en las
próximas 72 horas se empezará a disipar ese clima brumoso cuando Ella reingrese
limitada al ejercicio de su cargo. Con o sin calzas, vaya uno a saber.
Tal vez entonces se eviten incongruencias como la de Martín
Sabattella, al anunciar que por el fallo de la Corte procedería de oficio e
ipso facto sobre el conglomerado Clarín (tasando, desmembrando y adjudicando
sus medios), responsabilidad que abandonó apenas el grupo presentó un plan de
adecuación que según el titular de la Afsca ya estaba perimido. Ni siquiera se
disculpó por la enmienda. O la impropia declaración del área de Defensa,
confesando que el país no participaba de ejercicios militares con el resto de
las naciones vecinas, en Brasil, por el temor de que los aviones de guerra
fueran confiscados por algún acreedor, cuando, en rigor, se sabe que ese tipo
de avión, por reglas internacionales, nunca podrá ser detenido en el exterior o
por ninguna autoridad judicial (lo que ocurrió con la fragata Libertad, en
Ghana, respondió en verdad al litigio de quienes creen que se trata de una nave
de estudio contra aquellos que la consideran un buque de guerra). También, la
reinserción cristinista permitirá evaporar disidencias internas, de poder, que
ubican por un lado al influyente Zannini junto al ministro Florencio Randazzo
versus al jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina y al Ejecutivo suplente,
Boudou (tal vez encargado, en un viaje a Washington, de honrar una serie de
deudas que hoy inhabilitan a la Argentina). Y, quizá, salvar Ella los
conflictos que mantiene Guillermo Moreno con otros sectores del Gobierno sobre
la problemática cambiaria: hoy por hoy, el cuestionado funcionario ha
conseguido con sus persuasivos métodos que algunos privados ingresen dólares
del exterior (banqueros, cerealeras, quizás automotrices y petroleras) para
contener la trepada del blue y la pérdida de reservas. Un éxito momentáneo,
para comprar tiempo, a menos que la mandataria repuesta a medias determine
nuevas restricciones o, eventualmente, un cambio de política y de hombres.
Nadie apuesta demasiado por esta alternativa de corte realista en la medida en
que el Gobierno completo festejó como un triunfo la derrota electoral de hace
l5 días y, tanto Moreno como su segunda, Pimpi Colombo, se han destacado por
afirmar que no hay inflación en la Argentina.
Frente a este film de suspenso, la oposición se aparta de la
pantalla mientras los sindicalistas deciden no confrontar ni demandar (salvo un
bono adicional para fin de año), menos salir a la calle, reservándole esa
iniciativa a gremios denominados progresistas; en una línea común, los
empresarios que habían imaginado elevar un petitorio de cinco condiciones leves
al Gobierno finalmente ya desistieron hasta de reunirse desde que se conoció la
aprobación de la Ley de Medios por parte de la Corte Suprema.
Sin duda no fue casual esa súbita parálisis ya que, entre
las dos o tres docenas de empresarios dispuestos a suscribir el petitorio, se
encontraba el zar de Clarín, Héctor Magnetto.
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