lunes, 18 de noviembre de 2013

Instituciones y transgresiones

Por Eduardo Antonelli

Los argentinos, en una buena proporción, no somos afectos a la Constitución que nos rige y el por qué es naturalmente tema para sociólogos, antropólogos, psicólogos sociales y/o algún otro profesional entendido en la cuestión. 

Sin embargo, que el autor de estas líneas no pueda explicar por qué los argentinos somos desafectos a las instituciones que, paradójicamente nosotros mismos creamos y que nos costaron literalmente sangre, y mucha, no quiere decir que esta idea sea opinable: varios golpes de estado durante el Siglo XX así lo atestiguan. 

No es la intención del autor, por cierto, ser injusto: los gobiernos peronistas, aunque no se propusieron expresamente alterar la Constitución, sí buscaron modificarla (1949) y finalmente lo consiguieron (1994), a la vez que la transgredieron en todas las oportunidades en que les resultó necesario y al nivel que las circunstancias lo hicieron posible: persecuciones y encarcelamiento de opositores (peronismo de 1943-1955), quita de poderes al Congreso, avances sobre el Poder Judicial, acorralamiento a los gobernadores e intendentes, persecución al periodismo independiente, quita de libertades -por ejemplo de comprar y vender moneda extranjera (peronismo actual)- etcétera.
               
¿Sirvió para algo la conculcación de libertades y el deterioro de las instituciones? El primer peronismo (1943-1955) se propuso redistribuir el ingreso "fifty-fifty", o sea, 50% salarios, 50% beneficios, pero la inflación que generó, junto con el desorden completo de las cuentas públicas y externas, la distorsión de precios, tarifas, etc. diluyó rápidamente este objetivo que solo se pudo conseguir ocasionalmente después durante algunos gobiernos, por ejemplo, el de Arturo Illia (1963-1966), de la UCR. Tampoco ninguno de los otros objetivos "transgresores" se lograron: los desequilibrios regionales se conservan, lo mismo que la brecha de desigualdad que otro gobierno del peronismo, el de Carlos Menem (1989-1999) agrandó a extremos inéditos en la Argentina, a la vez que, aunque en forma más atenuada, también fue transgresor de las instituciones hasta el punto de modificarlas casi a su antojo (reforma constitucional de 1994) y tampoco logró ninguna transformación de fondo y sí en cambio produjo regresiones graves: acrecentó la pobreza extrema, el deterioro del ferrocarril, del transporte aéreo, de las vías fluviales de comunicación, la industria, la educación, incrementó la desocupación…
               
El actual gobierno, que se proclama "revolucionario", también es un gran transgresor: conculca la libertad de comercio, avasalla la propiedad, está a la vanguardia de la corrupción con un ex Presidente sospechado, lo mismo que el Vice-Presidente, varios ministros, gobernadores… Por otra parte, practica una curiosa revolución que se presume marxista, apoyándose en las ideas de los Mercantilistas de la Edad Moderna -conservar a cualquier costa las reservas en dólares, como antes el oro y la plata, aunque, lo mismo que los monarcas españoles, tampoco tiene éxito en la empresa sino todo lo contrario- aplicando aranceles y cortapisas, sin descuidar la mordaza a la prensa independiente y la sujeción del Congreso, la Justicia y los gobernadores a su capricho, tanto como se pueda.
               
¿Significa esto que el respeto a ley y a la Constitución ha logrado mejores resultados en la Argentina que sus violaciones? Veamos. De la mano de la Ley Sáenz Peña, el pueblo pudo expresarse libremente y se consiguieron 14 años de gobiernos populares estables con grandes progresos económicos y sociales (1916-1930). El gobierno de Frondizi (1958-1962), acosado por huelgas, jaqueado por Perón desde el exilio y finalmente depuesto por los militares, consiguió dar vuelta la matriz industrial y energética de fuerte dependencia externa que había generado el peronismo en el poder (1943-1955), gobernando dentro de la ley y sin transgresiones. El gobierno de Illia, que tuvo características similares en cuanto a la hostilidad sindical y del peronismo y que también fue depuesto por un golpe militar, logró, casi en la mitad del tiempo de Frondizi y en un marco de libertades pocas veces vividas en la Argentina, sin estado de sitio ni persecuciones, el pago del 82% a los jubilados, el salario mínimo vital y móvil, mantuvo la economía alejada de los episodios de "pare y siga" que caracterizaba a la Argentina a partir del peronismo, o sea, la economía crecía, pero la crisis externa motivada por la falta de exportaciones la detenía hasta que una devaluación con caída del salario real la ponía nuevamente en marcha. También logró que la educación y la cultura estuvieran a la vanguardia en la Argentina y mantuvo una política exterior a la vez firme y alejada de conflictos y provocaciones. Finalmente, el gobierno de Alfonsín, pese a severos tropiezos en materia económica, hizo importantes avances en nuestra independencia energética, se propuso la capitalización de empresas públicas, logró la paz con Chile y sentó las bases del MERCOSUR, manteniendo también una independencia no agresiva con las naciones hegemónicas. Todo eso lo logró, como el lector adivinará, con el hostigamiento de los actores conocidos: sindicalistas, el peronismo y los militares… Por si algo faltaba añadir, todos los presidentes nombrados fueron ejemplos de personas honorables y se retiraron sin acrecentamientos en su patrimonio.
               
En resumen, los que se propusieron, o no advirtieron eso de "tirar el bebé con el agua sucia" nunca lograron desprenderse del agua sucia, pero siempre terminaron matando el bebé…

© Agensur.info

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