Por Eduardo Antonelli |
Los argentinos, en una buena proporción, no somos afectos a
la Constitución que nos rige y el por qué es naturalmente tema para sociólogos,
antropólogos, psicólogos sociales y/o algún otro profesional entendido en la
cuestión.
Sin embargo, que el autor de estas líneas no pueda explicar por qué
los argentinos somos desafectos a las instituciones que, paradójicamente
nosotros mismos creamos y que nos costaron literalmente sangre, y mucha, no
quiere decir que esta idea sea opinable: varios golpes de estado durante el
Siglo XX así lo atestiguan.
No es la intención del autor, por cierto, ser
injusto: los gobiernos peronistas, aunque no se propusieron expresamente
alterar la Constitución, sí buscaron modificarla (1949) y finalmente lo
consiguieron (1994), a la vez que la transgredieron en todas las oportunidades
en que les resultó necesario y al nivel que las circunstancias lo hicieron
posible: persecuciones y encarcelamiento de opositores (peronismo de
1943-1955), quita de poderes al Congreso, avances sobre el Poder Judicial,
acorralamiento a los gobernadores e intendentes, persecución al periodismo
independiente, quita de libertades -por ejemplo de comprar y vender moneda
extranjera (peronismo actual)- etcétera.
¿Sirvió para algo la conculcación de libertades y el
deterioro de las instituciones? El primer peronismo (1943-1955) se propuso
redistribuir el ingreso "fifty-fifty", o sea, 50% salarios, 50%
beneficios, pero la inflación que generó, junto con el desorden completo de las
cuentas públicas y externas, la distorsión de precios, tarifas, etc. diluyó
rápidamente este objetivo que solo se pudo conseguir ocasionalmente después
durante algunos gobiernos, por ejemplo, el de Arturo Illia (1963-1966), de la
UCR. Tampoco ninguno de los otros objetivos "transgresores" se
lograron: los desequilibrios regionales se conservan, lo mismo que la brecha de
desigualdad que otro gobierno del peronismo, el de Carlos Menem (1989-1999)
agrandó a extremos inéditos en la Argentina, a la vez que, aunque en forma más
atenuada, también fue transgresor de las instituciones hasta el punto de
modificarlas casi a su antojo (reforma constitucional de 1994) y tampoco logró
ninguna transformación de fondo y sí en cambio produjo regresiones graves:
acrecentó la pobreza extrema, el deterioro del ferrocarril, del transporte
aéreo, de las vías fluviales de comunicación, la industria, la educación,
incrementó la desocupación…
El actual gobierno, que se proclama "revolucionario",
también es un gran transgresor: conculca la libertad de comercio, avasalla la
propiedad, está a la vanguardia de la corrupción con un ex Presidente
sospechado, lo mismo que el Vice-Presidente, varios ministros, gobernadores…
Por otra parte, practica una curiosa revolución que se presume marxista, apoyándose en
las ideas de los Mercantilistas de la Edad Moderna -conservar a
cualquier costa las reservas en dólares, como antes el oro y la plata, aunque,
lo mismo que los monarcas españoles, tampoco tiene éxito en la empresa sino
todo lo contrario- aplicando aranceles y cortapisas, sin descuidar la mordaza a
la prensa independiente y la sujeción del Congreso, la Justicia y los
gobernadores a su capricho, tanto como se pueda.
¿Significa esto que el respeto a ley y a la Constitución ha
logrado mejores resultados en la Argentina que sus violaciones? Veamos. De la
mano de la Ley Sáenz Peña, el pueblo pudo expresarse libremente y se
consiguieron 14 años de gobiernos populares estables con grandes progresos
económicos y sociales (1916-1930). El gobierno de Frondizi (1958-1962), acosado
por huelgas, jaqueado por Perón desde el exilio y finalmente depuesto por los
militares, consiguió dar vuelta la matriz industrial y energética de fuerte
dependencia externa que había generado el peronismo en el poder (1943-1955),
gobernando dentro de la ley y sin transgresiones. El gobierno de Illia, que
tuvo características similares en cuanto a la hostilidad sindical y del
peronismo y que también fue depuesto por un golpe militar, logró, casi en la
mitad del tiempo de Frondizi y en un marco de libertades pocas veces vividas en
la Argentina, sin estado de sitio ni persecuciones, el pago del 82% a los
jubilados, el salario mínimo vital y móvil, mantuvo la economía alejada de los
episodios de "pare y siga" que caracterizaba a la Argentina a partir
del peronismo, o sea, la economía crecía, pero la crisis externa motivada por
la falta de exportaciones la detenía hasta que una devaluación con caída del
salario real la ponía nuevamente en marcha. También logró que la educación y la
cultura estuvieran a la vanguardia en la Argentina y mantuvo una política
exterior a la vez firme y alejada de conflictos y provocaciones. Finalmente, el
gobierno de Alfonsín, pese a severos tropiezos en materia económica, hizo
importantes avances en nuestra independencia energética, se propuso la
capitalización de empresas públicas, logró la paz con Chile y sentó las bases
del MERCOSUR, manteniendo también una independencia no agresiva con las
naciones hegemónicas. Todo eso lo logró, como el lector adivinará, con el
hostigamiento de los actores conocidos: sindicalistas, el peronismo y los
militares… Por si algo faltaba añadir, todos los presidentes nombrados fueron
ejemplos de personas honorables y se retiraron sin acrecentamientos en su
patrimonio.
En resumen, los que se propusieron, o no advirtieron eso de
"tirar el bebé con el agua sucia" nunca lograron desprenderse del
agua sucia, pero siempre terminaron matando el bebé…
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