Por Armando Caro Figueroa |
Los recientes resultados de las elecciones provinciales y
municipales celebradas en la Provincia de Salta han provocado un cataclismo
que, afortunadamente, pondrá fin a un largo ciclo de decadencia en donde la
política era asunto reservado a aparatos alimentados por ingentes cantidades de
dinero y dirigidos por expertos en marketing. Estamos, pues, ante un momento de
“destrucción creativa”.
1.- Interpretaciones
insuficientes o miopes
Quienes cultivan aquella forma degradante de la democracia
aparecen perplejos: Unos hablan de “voto bronca”, para minimizar el avance del
Partido Obrero.
Otros -celosos de las tradiciones- aluden a una conjetural
preocupación del General Martín Miguel de Güemes ante un Intendente o un
Gobernador que no se disfrace de gaucho para las fiestas patrias.
Están también aquellos que se entusiasman creyendo que los
salteños buscan sólo buenos gestores para reemplazar a los ineficaces que
llevan hoy las riendas de la Provincia. En realidad, antes que y además de
buenos gestores, los salteños precisamos de un nuevo “proyecto ilusionante de
vida en común”, que remplace la improvisación, el nepotismo y la demagogia como
formas de conducir los asuntos públicos. Es bueno advertir que, con la
excepción de las ideas no siempre completas que pregona el Partido Obrero, este
“nuevo proyecto” es algo a formular, una empresa vacante. En una sociedad
pluralista como la nuestra, hay que pensar en varios Programas que enfatizando
la lealtad a la Constitución, recojan las antiguas y nuevas preocupaciones de
los salteños y, en paralelo, sean capaces de formular propuestas y cursos de
acción en correspondencia con las respectivas identidades políticas o
ideológicas de las fuerzas que conformar nuestro mapa político.
A su vez, los alicaídos principistas -que se aferran a los
idearios del radicalismo o del peronismo, y que han sido remplazados por funcionarios
del marketing, empleados leales y socios)- pregonan regresar a “las esencias”
(que algunas proclamas peronistas resumen en la necesidad de bregar por “la
felicidad del pueblo y la grandeza de la patria”). Constatan que dichas
esencias han caído en desuso y yacen abandonadas por impostores y beneficiarios
de consensos basados en innobles repartijas, como es el caso de la
“transversalidad” ideada por el Gobernador de Salta para someter al Partido
Justicialista, colonizar y dividir al Partido Renovador y erosionar a la Unión
Cívica Radical; o, lo que es lo mismo, para destruir el sistema de partidos
políticos surgido en los años de 1980 tras la recuperación de la democracia.
Permítanme añadir que los que aquí llamo principistas y su
sana apelación a las “esencias” tienen un papel central a la hora de formular
los nuevos Programas que los reconstruidos partidos políticos tendrán que
ofrecer a la ciudadanía inquieta.
Este recorrido por las primeras evaluaciones de los
resultados del pasado 10 de noviembre, se completa con los que propugnan
mantener el rumbo conservador, pero añadiéndole transparencia y apego a la Ley.
No cabe desdeñar para nada este enfoque centrado en la calidad institucional
que, a mi modo de ver, debería integrar todas y cada una de las nuevas
plataformas políticas que traducirán los respectivos Programas. Es absurdo
pensar que la calidad institucional (un asunto sobre el que ha reflexionado
Ricardo Gómez Diez con singular lucidez y apego a nuestra realidad) es sólo una
bandera que la derecha esgrime para trabar a los “gobiernos populares”; antes
bien, es preciso reconocer que la degradación que sufren desde antaño nuestras
instituciones está en la raíz del malestar ciudadano y de la consolidación de
un “régimen extractivo” que fabrica pobres, que desperdicia las oportunidades
que existen para convertir a Salta en una sociedad más justa y próspera, que
genera violencia y nos fragmenta social y culturalmente.
2.- Nuevas ideas.
Nuevo mapa político
En cualquier caso, el reciente pronunciamiento ciudadano
plantea un enorme desafío a los salteños, en tanto y en cuanto las urnas
revelaron la crisis del clientelismo y los límites de las campañas lujosas
centradas en la propaganda, tan beatífica y monótona como engañosa, que promete
“trabajo, salud, educación y viviendas para todos”.
Los resultados electorales de noviembre han abierto un ciclo
dentro del cual estamos todos convocados a debatir ideas, a formular programas
y, de forma especial, a reconstruir el espacio centrista que deberá ser
republicano, constitucional y social. Pienso en dos o tres fuerzas que,
asumiendo sin reservas la forma de Partido Político, recoja y actualice lo
mejor del radicalismo, del peronismo[1]; o sea, en un peronismo y en un
radicalismo efectivamente renovados, regidos por la democracia interna y en
condiciones de responder al legítimo desafío intelectual e ideológico que
plantean el Partido Obrero (a la izquierda) y la emergente corriente
conservadora y democrática que trabajosamente crea el Partido Propuesta
Salteña.
Por supuesto que el nuevo mapa político en ciernes contará
con más actores y con todas las tendencias que resulten necesarias para
expresar a la nueva Salta plural, democrática y exigente con su clase política.
Mientras este nuevo escenario y estos nuevos actores van
configurándose, es posible adelantar la necesidad de un gran pacto salteño por
la democracia republicana y constitucional. Un Pacto que contemple, por lo
menos: La prohibición de las reelecciones; la reforma electoral para garantizar
la proporcionalidad entre votos y bancas; la reforma territorial para alentar
la fundación de nuevas ciudades en el este y crear distritos electorales en
reemplazo de los departamentos; la reforma municipal que garantice la autonomía
de los municipios. Este acuerdo regenerador debería incluir, también, una Ley
de incompatibilidades; garantías para la independencia de los jueces; el acceso
irrestricto a la información pública; la revisión de los mecanismos de control
de los actos administrativos y de gobierno; una Ley de fomento del voluntariado
con garantías para la independencia de las organizaciones no
gubernamentales.
3.- La ciudadanía
impone una nueva agenda política
Los salteños están ciertamente cansados de la inseguridad,
del desempleo y de la inflación, pero exigen además respuestas en materia de
educación sexual, de violencia doméstica y escolar, y de embarazos de
adolescentes. Piden acabar con el trabajo en negro y reclaman mejores
condiciones laborales[2]. Quieren que se detenga el tráfico de droga en todas
sus escalas y que se creen mecanismos de ayuda para las víctimas del paco[3].
Necesitan respuestas frente a la ola de accidentes de tránsito, al machismo
(esa lacra cultural de la que mucho salteños se sienten orgullosos), a la
escasez de agua, a la contaminación de los ríos, al aumento exponencial de los
impuestos. Reivindican más espacios verdes y protección de bosques y cerros,
mejoras en el sistema cloacal y en la recogida de basuras. Exigen republicanismo,
autonomía y control del Gobierno. Demandan información y espacios para el voluntariado.
Las emergentes mayorías rechazan esta Salta en donde las
oportunidades están reservadas para los amigos del poder. Rehúsan una Salta
devenida en jungla, que crece a golpe de guetos, de barrios cerrados y de
monobloques que alimentan la burbuja inmobiliaria.
4.- ¿Fragmentación o
cohesión urbana?
Los ciudadanos han dicho basta al modelo de “ciudad
clasista”. No quieren más las políticas a través de las cuales el actual
Intendente favoreció la especulación y destruyó el casco histórico. Su ideario,
compartido por el Gobernador, ha venido como anillo al dedo a los que maniobran
para elevar el precio de los terrenos y destinarlos a la edificación de altura,
y a extravagancias arquitectónicas propias de rastacueros.
Los resultados electorales de la Capital permiten concluir
que los salteños han castigado a una gestión que permitió cualquier abuso
urbanístico, que desarticuló la inspección municipal, y que amnistió a los
infractores permitiéndoles consolidar ilícitas ganancias.
Todo indica que, gracias a su nueva composición, el Concejo
Deliberante de Salta revisará ordenanzas, arrumbará aquel modelo de “ciudad
clasista”, y forzará el abandono de las políticas que condenan a las personas
de escasos recursos a malvivir en asentamientos o en favelas.
Este giro reclama que las fuerzas receptoras de los votos
del descontento se sienten a dialogar (comenzando por el Frente Salteño y el
Partido Obrero), a construir acuerdos concretos y forzosamente parciales,
respetando, claro, el pronunciamiento de las urnas. Este punto abre una serie
de interrogantes: ¿Estará el PO dispuesto a entablar negociaciones con las
otras minorías para adoptar decisiones, o rechazará como espurias este tipo de
prácticas parlamentarias? ¿Las fuerzas del “viejo tronco peronista” se
rencontrarán para arrinconar al PO?
5.- La finca “Pereyra
Rozas” y la Loma Balcón
Si bien hay consenso sobre la expropiación de la finca
“Pereyra Rozas”, emerge un gran conflicto -en el que se juega el futuro de
nuestra ciudad-, centrado en el modo de urbanizar estas 80 hectáreas.
Están en liza dos posturas: Mientras los actuales gobernantes
quieren reservar esos terrenos para personas de ingresos altos y medios, el
Partido Obrero propone eliminar la discriminación económica y permitir que allí
se construya una mini ciudad mixta, plural, mestiza, en donde -como ocurrió en
nuestro inmediato pasado- coexistan armónica y pacíficamente todas las clases
sociales. Quisiera recordar que nací y crecí en un barrio de estas
características, en donde convivíamos en paz y respetuosamente familias de
todas las condiciones económicas y sociales; una convivencia que se trasladaba
a la educación primaria y secundaria, al ocio, a las tertulias de esquina de
barrio. No había clubes de campo ni guetos. Tampoco se respiraba el clima de
violencia y de temor en que el viven muchas personas.
Conviene advertir que, cualquier sea el resultado final de
este conflicto, deja abierto otro central: El de los límites del crecimiento de
la ciudad de Salta, una urbe extenuada por la falta de agua, la precariedad de
la red cloacal, la inexistencia de controles antisísmicos para las nuevas
construcciones de altura, y por la falta de suelo urbanizable a precios
accesibles.
Ha llegado la hora de dejar de lado la ominosa política que
condena a los pobres a vivir marginados, en áreas sin servicios esenciales,
pendientes de las dádivas de los gobernantes de turno. Las autoridades
especulan donando o adjudicando terrenos que no cuentan con agua, luz, cloacas
ni servicios de salud o vigilancia, como está ocurriendo, por ejemplo, en la
expropiada finca “Núñez Burgos”, al sur de la ciudad.
Una política que el Gobierno y los Intendentes, incapaces de
definir un marco que regule el crecimiento de las ciudades y pueblos, extienden
a Cerrillos, San Lorenzo y otras localidades de la provincia. Asistimos a una
práctica, que niega los derechos fundamentales, y que -además- es caldo de
cultivo de violencias y factor que destruye personas y familias.
Es bueno señalar, para cerrar esta nota, que la nueva
mayoría del Concejo Deliberante tiene la oportunidad de archivar el proyecto de
urbanizar la reserva ecológica de la Loma Balcón, impidiendo que sus 3.000
hectáreas caigan bajo las garras de los especuladores y sucumban a los devaneos
fundacionales y nominalistas de los que acaban de perder estrepitosamente la
hegemonía en la Municipalidad de Salta, pese a sus oportunistas invocaciones a
Juana Azurduy y sus anacrónicos denuestos al Virrey Toledo.
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