Por Gabriela Pousa |
Hace
diez años que el kirchnerismo está en el gobierno. De esos diez años, seis
guardó silencio de radio respecto a la regulación de los medios audiovisuales. Apenas
se ocupó de reclutar la mayor cantidad posible de “periodistas” para
convertirlos en militantes, lo que equivale a decir que los adiestró para que
dejen de ser lo que se supone que eran. Al resto le hicieron
constantes guiños con mayor o menor éxito.
Lo
cierto es que la sociedad argentina llegó al 2009 sin saber quién era
Héctor Magnetto. ¿Cómo se explica que hoy ese nombre sea el de un protagonista
de la coyuntura argentina? Los Kirchner lo hicieron. Ellos fabricaron su propio
Frankenstein, y lo desafían a duelo.
La
Ley de Medios Audiovisuales no es el problema de los argentinos, es apenas una excusa
que vuelve a enfrentarnos a una realidad insoslayable: la gran farsa del
progresismo a la que estamos sometidos. Si no hubiese salido el fallo de la Corte
favorable a las intenciones del gobierno, otro hubiera sido el motivo que
quitase la derrota de las portadas de los medios. Necesitaban retomar
la agenda que habían perdido. Lo han hecho. ¿Hasta cuándo? Nunca un dato fue
tan precario.
Un
año atrás se firmaba la prórroga de la cautelar que anulaba el festejo del
frustrado 7D. Así entendimos que “entre un día y otro puede caber la
eternidad”, como decía Borges. Y el 6D fue sin duda, una
radiografía exacta de la Argentina, siempre en la víspera… Nada ha cambiado.
Alerta.
El anuncio ahora lo hace el servicio meteorológico pero podría hacerlo
cualquiera con sólo echar un vistazo a lo que está pasando. El problema
es que el hackeo a la justicia y a la libertad lo siente apenas un grupo
social. Ni siquiera la clase media en su totalidad. El ciudadano común debe
atender un sinfín de temas en simultáneo: llegar a fin de mes, el trabajo, la
salud, la seguridad, la tormenta que puede inundar, en síntesis, la subsistencia.
Pedirle que también atienda las declaraciones de Martín Sabbatella parece ser
un exceso en este contexto.
Sin
embargo, lo que está en juego es mucho más que una medida contra un grupo
económico. La afrenta a esta altura es contra la dignidad misma de las
personas. Y la dignidad para sobrevivir necesita algo que no abunda:
patriotas.
No
se trata de un repentino avasallamiento de la Corte Suprema que ayer fue mala y
hoy es buena, lo acontecido es el corolario de diez años de prefacio.
Nada es casual. No hay hechos aislados.
Dentro
de muchos está latente la pregunta: ¿Qué hacer? Nadie atina con la
respuesta. Se nos ha adoctrinado de tal manera que pensar en rebeldía o en un
juicio político nos catapulta en el casillero del golpismo, nos confina a
viejos tiempos aunque nada tenga que ver este desmembramiento con aquello.
Las
redes sociales son fuente de catarsis. Vale, pero también vale saber que apenas
7 millones de argentinos tienen acceso a Internet. El resto mientras tanto,
esta colgado en trenes o en colectivos intentando llegar sanos a destino. Otros
se desahogan en charlas con vecinos, demasiados descargan la frustración con
sus seres queridos, y así se cierra el círculo vicioso de un país sin sentido.
En
el trayecto hacia el verdadero cambio, hubo y hay manotazos de ahogados que no
sirvieron ni para flotar un rato. Las víctimas son incontables, el
único recurso no renovable es el tiempo y se nos va como agua entre los dedos.
Comienza
ahora el peligroso juego de inventar otro actor que cargue con las culpas de la
ignominia y el capricho de Cristina. De la manga sacan un ente
abstracto sentenciado a ser villano: se trata del AFSCA. Insensatez de
acosados. Resultó inútil acusar a una derecha destituyente y represora.
Clarín
no ha sido precisamente quién colocó al país primero en cantidad de denuncias
ante el CIADI, ni han sido sus periodistas quienes propiciaron que el 60% de
los docentes candidateados a la carrera de magisterio, reprueben los exámenes
primeros pues no han pasado los registros ortográficos…Pero Clarín es el malo.
Gobiernan
hace diez años hablando de crecimiento a tasas chinas, de soja redentora, de
consumo y sociedad embelesada con electrodomésticos y cuotas, pero del dicho al
hecho…
En
periodos mucho más chicos, otros países salieron de infiernos y se
reconstruyeron a sí mismos. Acá no hay miras de hacerlo. Establecer la falsa
disyuntiva: “libertad de expresión o Magnetto” es grotesco pero no es sino otro
invento para evadirse del último fracaso. Inventan calendarios para sobrevivir a sí mismos.
“El hombre es el lobo del hombre” decía Thomas Hobbes. Nadie lo
ha experimentado tanto como el kirchnerismo.
Cualquiera
que escuchó durante años las alocuciones de Cristina percibió la obsesión por
el multimedios como si su existencia modificase sustancialmente la realidad de
los argentinos. Claro que el verdadero interés radicaba y radica en lograr un
efecto distractivo e imponer la agenda al costo que sea. Imponen el
debate sobre los medios, en lugar de dar respuestas concretas a los que estos
muestran. Buscan la inversión de la prueba. La ficción que representan.
Hay
varias consideraciones preliminares que podrían hacerse para demostrar hasta
que punto priman intereses meramente políticos y comerciales. La justicia es un
anatema en esta contienda. “Los principios de la justicia se escogen tras
un velo de ignorancia”, y el gobierno está con la cara descubierta.
A
esta altura de las circunstancias, el mentado fallo de la Corte no es sino
otro de los puntos de inflexión que, presuponiendo lo determinan todo, finaliza
luego en otro insólito status quo, en un gatopardismo más del subdesarrollo.
Diletantismo del sin sentido. Muerte de la razón. Aristocracia del absurdo.
En
definitiva, el gobierno no va a menguar su guerra contra la independencia de
los medios, ni Clarín perderá poder ni prestigio. Todo esto marca
apenas la re-edición del relato, aunque el esfuerzo parece ser vano.
En
síntesis, se viene un reemplazo de adjetivos y nuevos significados para los ya
conocidos vocablos. Cristina debe cambiar el eje del debate, Clarín es
el tema menos intrincado que tiene entre manos. Más simple es acallar a la
prensa que solucionar los problemas, así razona la señora, sana o enferma. Así
aparecerá frente a la sociedad como la Presidente que gobierna soportando el
poder destituyente de la prensa, o por el contrario, como la jefe de Estado
victoriosa que venció al enemigo imaginario.
Nunca
como ahora, la mandataria necesitó aggionar su papel para regresar al circo.
Como sea, lo que sigue es historia conocida: ni la inseguridad, ni la
inflación, ni la educación, ni la salud, ni las demandas perentorias de la
gente hallarán políticas concretas tendientes a desterrar el colapso en que se
encuentran. En definitiva, se seguirá en estado de guerra.
A
la Argentina se la ha convertido en un compendio de fechas abstractas y
arbitrarias que sin decir nada, pretende definirlo todo. Hoy la Presidente es
apenas una figura controvertida, gastada, perdedora, jaqueada por su propia
impericia. Ha perdido fuerzas y adhesiones. Muchos funcionarios
comienzan a “bipolarizarse”: la eterna cantinela del cambio de camiseta, o bien
la acrobacia incómoda de pararse con un pie de cada lado por si acaso…
La
estrategia no es el cambio sino la permanencia. Se busca perpetuar el
escenario de contiendas, y aceitar el engranaje de comunicación que obró con
eficacia en los comicios de 2007 y 2011 respectivamente. No pudo hacérselo
antes del 27, ese fue el atolladero que dejó fuera del búnker a Cristina y
catapultó a Boudou.
Ella
no volvería sin un halo de triunfo. Pactó para que así suceda. Ayer se valió de
la ley antiterrorista, hoy lo hace con la normativa mediática. Mandó
cambiar la escenografía pero la obra sigue siendo la misma. A la satrapía sin
embargo le falta algo todavía: la impunidad garantizada para cuando llegue la
hora de la salida. No hay otro motivo que justifique quedarse al frente del
Ejecutivo cuando se han vaciado inescrupulosamente las cajas, y se ha perdido
todo rédito político. Buscarán conseguirla con este tipo de artilugio que deja
trastabillando a aquellos que hoy se prueban el traje de candidatos.
La
Ley de Medios no es siquiera una política de Estado, es parte del método, es
kirchnerismo auténtico, un manotazo de ahogado que, es cierto, hunde a quienes
intentan flotar a su lado. Pero no es más que eso.
En
una semana o dos estaremos debatiendo algún nuevo escándalo. El
populismo no ha cesado.
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