lunes, 16 de septiembre de 2013

Parame la calesita, me bajo acá

Cuando el fanatismo gana, la razón desaparece

Por Fabián Ferrante

La Calesita opositora siempre estuvo poblada de un variopinto conglomerado, unido antes por el espanto que por amor alguno. Convivían, en tensa armonía antikirchnerista, desde los republicanos a ultranza, hasta los más recalcitrantes fascistas que se consiguen en plaza.

La vaquita de la Sociedad Rural iba al lado de la bici amarilla del PRO, delante del autito rojo y blanco radical, y en diagonal al simpático tanquecito militar del general Alais. El bondi multicolor y bullanguero del Pj disidente integraba la divertida comparsa donde todos, de una u otra forma, tratábamos de acomodarnos. Pino gritaba que era un escándalo, pero nadie le daba demasiada bola.

Con el tiempo se fueron subiendo algunos muchachos, como los libres del sur con las entrañables piedras y cócteles molotovs de Donda y Tumini, y , más recientemente, los pasteleros desencantados, con sus massitas frescas. Aún los muchachos liberales, resignaban parte de su libertad, para atornillarse al piso del carrousell con su voituré de motor Locke & Smith 8 cilindros en V, la misma V que venían haciendo los pibes de chaleco verde de Hugo Brad Moyano, el rubio de ojos celestes.

Eran tiempos de riesgo común, ante un gobierno que, por su naturaleza de huir hacia adelante, se estaba llevando puestas la libertad de prensa y la justicia en la Argentina. Y eso era para el bien de ninguno, y para el mal de todos.

Pero desde hace un tiempo las cosas han cambiado, y mucho, en este país.

Los riesgos de 2010, 2011 y principios de 2012, se fueron morigerando desde distintos focos, desde la propia calesita opositora, incluso. Se terminó de verificar el cambio de los tiempos con las PASO, que corroboraron algo que el propio Jorge Lanata había afirmado en su programa de TV un par de semanas antes. El Kirchnerismo se había terminado. Les habíamos cantado el no va más.

Lanata y Clarin

Claro estaba que el ciclo 2013 de PPT (Periodismo para todos) era el golpe de gracia del grupo Clarin, al kirchnerismo.

Estuvo muy bien, fue muy buena cosa que Lanata le mostrara al gran público la corrupción kirchnerista desde el principio de los tiempos. Lo que conocíamos unos pocos tipos en el país, de repente, por obra y gracia de la TV más vista, lo empezaban a conocer millones.

Celebramos ese acontecimiento y también nos pusimos contentos cuando el programa de Lanata le ganaba al burdo intento del gobierno de hacerlo competir contra el Fútbol para Todos.

Pero pasaron los meses, y la injerencia del grupo Clarín en la sociedad, cobró mayor profundidad y encendió ciertas alertas.

Primero fue Lanata, tomando casos de trata y prostitución, y presentándolos de manera sensiblera y manipuladora de las voluntades y de la bronca de la gente. Lo dijimos aquí, no le gustó prácticamente a nadie.

Luego fue el doctor Nelson Castro, un periodista muy respetado por mucha gente, quien acometió con su famoso Sindrome de Hubris, que raudamente se nacionalizó en la repetición constante de los seguidores, y aún hoy día hay millones de argentinos convencidos de que se trata de algo cierto, de una patología, cuando no tiene ningún aval académico y consiste, apenas, en un paper de dos médicos, que hace unos años publicó una revista de medicina. Castró tomó 4 minutos de su programa, para exponerlo, y necesitó más de 10 horas de aire, en diversos programas, para tratar (vanamente) de explicar qué fue lo que quiso decir. El tema pasó a una piadosa omisión por parte del periodismo serio. No resistía análisis alguno.

Llegamos a septiembre de 2013 y las alertas han pasado de amarillo a anaranjado.

El programa de TV de Jorge Lanata se va convirtiendo paulatinamente en una novela de esas de llorar, al mejor estilo Alberto Migré. No es casual que haya pasado de tocar 30 puntos de rating, a navegar en la mitad de ese número y empezar a perder audiencia frente al fútbol.

Es verdad que el gran público necesitaba que lo informen acerca de la corrupción de los Kirchner, Lázaro Báez, las bóvedas y todo lo que ud ya conoce. Pero cuando se empiezan a exhibir problemas estructurales de la Argentina, que datan de décadas y décadas, como la trata, la prostitución y la pobreza estructural, y se los direcciona con claro tinte antikirchnerista, se cae en una hipocresía que no merece nuestro apoyo, sino nuestra crítica negativa. 

Porque entonces ya no se está informando al gran público, sino que se lo está manipulando.

Tomar esos temas y presentarlos de modo tal que la gente salga corriendo a enojarse más con el gobierno de Cristina Kirchner es una maniobra artera de conducción mediática de voluntades. Y no me gusta. Me parece vulgar, e, incluso, me parece que no está ni por un momento a la altura del prestigio y de los pergaminos del propio Jorge Lanata.

Lo que hay que decirle al gran público, hoy, es que el calesitero se llama grupo Clarín, y que Lanata se ha convertido (por decisión propia, o por derivación impensada de los acontecimientos) en el pibe que te muestra y te da o te esconde la sortija.

Poco y nada ha dicho Lanata acerca de Cristóbal López, zar del juego y sindicado como testaferro de Néstor Kirchner. Siempre estuvo a la altura de Lázaro Báez, pero por alguna extraña razón Clarin y Lanata casi no lo tocan. Como no tocan a Daniel Angelicci, el otro zar del juego que le pone diputados al PRO de Mauricio Macri.

Resulta que ahora, Clarin, el que durante 2003 y enero de 2008 no se enteró de la corrupción del grupo Kirchner, porque eran socios, se convierte en el adalid de la (selectiva) denuncia valiente y hasta organiza colectas.

Y yo creo que sería más apropiado que pongan una parte de los millones de dólares que licuaron con Duhalde, o que atesoraron con Néstor Kirchner, para ayudar a los pobres si es que realmente quieren ayudar, en lugar de hacer demagogia barata con la bronca y la indignación del público.

Me bajo de la calesita

He suscripto la adhesión a Clarín cuando fue el tiempo de hacerlo. Cuando las libertades estuvieron verdaderamente en riesgo. Y con la misma certeza con que en su momento me paré donde el razonamiento me lo indicaba, es que en este momento me estoy bajando de la calesita.

Yo no quiero que Clarín designe al próximo presidente de los argentinos, como lo hizo con Menem, Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. A mi no me gusta que traten al público como rebaño y utilicen la indignación popular en beneficio propio.

A mí me da vergüenza cuando veo a los míos repitiendo tonterías sobre el sindrome de Hubris, de Nelson Castro. A mí me da bronca cuando veo cómo los indignan el domingo a la noche, para que el miércoles a la tarde ya se les haya pasado la indignación, porque juega Boca por una copa.

Me bajo de esta calesita porque ya no hace falta que esté subido junto a tante gente con la que no tengo nada que ver. Yo no tengo nada que ver con la sociedad Rural, eterna suscriptora de cuanto golpe de estado se ha dado en la Argentina, y que a lo largo de sus historia únicamente se acordó de la gente de la calle cuando necesitó convocarla, en 2008, para que salgan a esas calles, en defensa de la corporación terrateniente.

Nada tengo que ver con gente que extraña a Carlos Menem, y que repite que fue un buen presidente porque podían viajar dos veces por año a Miami, mientras el modelo menemista terminó dejando a la Argentina con un 60% de pobreza y la producción destrozada.

No tengo ningún vínculo con ex guerrilleros como Tumini, pero tampoco con los adoradores de la dictadura de Videla, que además de cargarse arteramente la vida de varios miles de personas, secuestraba bebés, tiraba gente desde los aviones y sumía a la Argentina en la colosal deuda externa que seguimos pagando, y que tendremos que pagar por, cuanto menos, 35 años más, en el mejor de los casos. Si hasta Cavallo vuelve a aparecer en algunos programas de TV, el que fundio a la gente durante la dictadura en los ochenta, y la volvió a fundir durante el menemismo, en los noventa.

Me bajo de la calesita del fanatismo que no sabe detenerse a pensar, y a analizar que el kirchnerismo ya es cosa del pasado, y que están apareciendo desde debajo de las piedras los mismos rostros y nombres que le hicieron enorme daño a la Argentina.

Me corro del fanatismo que dice que todo lo que digan Nelson Castro o Jorge Lanata son extractos mismos del evangelio según San Magnetto.

La gran trampa de Clarín consiste en aprovechar el prestigio personal de Lanata, para intentar que la gente se crea que no están operando en consonancia y detrás de un plan perfectamente concebido. A otro perro con ese hueso.

Pido disculpas si hiero alguna susceptibilidad, pero no estoy aquí para escribir lo que a alguna gente le gustaría leer, sino lo que honestamente pienso.

Me declaro en rebeldía contra cualquier clase de fanatismo, y paso a la clandestinidad intelectual. Soy opositor férreo al kirchnerismo, el peor gobierno de la democracia y el más corrupto de la historia de este país, y lo seguiré siendo mientras dure. Pero no estoy dispuesto a vestir casacas con colores que nunca fueron los míos.

Los amigos que comprendan la posición, probablemente reconfortarán la decisión. Al resto, les deseo un feliz y hermoso fanatismo, y ojalá que, alguna vez, les toque sacar la sortija.

© El Opinador Porteño

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