Por Ana Gerschenson |
A la derecha mal entendida por el ultrakirchnerismo, que
sostiene que no se debe ceder nunca a las presiones políticas, léase los
reclamos sociales de los que es mejor que el Estado no se haga cargo.
Los chicos de La Cámpora mastican en silencio los
renunciamientos de estas semanas porque afirman que hoy el fin justifica los
medios ("hay que ganar"). Además, están convencidos de que el
retroceso discursivo sobre la profundización del modelo terminará el 27 de
octubre. Dicen que después de la elección volverán con más fuerza a
la senda del "vamos por todo". ¿Acaso no han necesitado y descartado
ya a Daniel Scioli en el pasado?
Recuerdan 2009 y la recuperación espectacular del voto K
después de que el propio Néstor Kirchner perdiera Buenos Aires, sin tener en
cuenta que la muerte del ex presidente fue determinante para la victoria de
2011. Basta con revisar las encuestas: según la consultora Management and Fit,
en mayo del 2009 un 72,4 por ciento desaprobaba la gestión de Cristina
Kirchner.
La otra gran diferencia con el 2009 es que el fin del
mandato de la Presidenta tiene después de las PASO fecha cierta. Y es que sin
reelección el kirchnerismo como se lo conoció en la última década termina en
diciembre del 2015.
Pero lo más gravitante en el nuevo esquema de sustentabilidad
K es que el peronismo bonaerense, el grupo de caudillos del conurbano, conocido
en los 90 como "el aparato", ha regresado para tomar el control del
poder político territorial. Hoy están representados por los jefes comunales de Esteban Echeverría,
Fernando Gray, de La Matanza, Fernando Espinoza, de Berazategui, Juan Patricio
Mussi, y de Avellaneda, Jorge Ferraresi, entre otros intendentes.
La Presidenta les devolvió la decisión en la Provincia bajo
la dirección del gobernador Daniel Scioli, a pesar de las resistencias
internas. Y es que Cristina revisó los votos de las PASO y sabe que necesita
imperiosamente acotar las diferencias del 27 de octubre para transitar los
próximos dos años.
Como sucedió con la designación del Papa Francisco, la
Presidenta giró más rápido que su tropa y comprendió que si no cedía la campaña
a los intendentes (los mismos que no toleran a los chicos de La Cámpora) las
perspectivas para octubre eran desastrosas.
Después de la derrota de las PASO pasó de todo. La
inseguridad se transformó en un tema existente para el Gobierno, y la forma de
combatirla no es la fórmula progresista sugerida por un magistrado admirado por
el universo K, como el juez de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni,
sino la del peronismo bonaerense, proclive a las políticas duras. Y con un
intendente ministro de Seguridad como Alejandro Granados, que habló de una
guerra a matar o morir contra la delincuencia.
"Es el momento de controlar el delito codo a codo con
los intendentes", dijo el gobernador esta semana en un reportaje con El
Cronista. Y detalló el cambio al explicar que "si un chico mata a una
persona no puede ir a una unidad penitenciaria pero tampoco puede quedar a la
deriva, ahora hay más consenso de que hace falta ese régimen". Se refiere
al planteo que hizo el candidato Martín Insaurralde sobre la necesidad de
debatir primero una baja en la imputabilidad de los menores (luego se desdijo)
y ahora de tratar en el Congreso un proyecto de reforma del régimen penal
juvenil, el mismo que aprobó el Senado en 2009 y la Presidenta ordenó cajonear
desde entonces. Insaurralde habla asesorado por los intendentes del conurbano,
con quienes ya tuvo varias reuniones de campaña.
La discusión está instalada, como en otros períodos
preelectorales, pero el kirchnerismo asegura que el endurecimiento público del
oficialismo es coyuntural. "La ley penal juvenil puede empezar a
debatirse, pero a media máquina", confió un kirchnerista a 3D. La idea es
estirar el debate hasta las elecciones.
Hoy la gran incógnita de la política que viene se develará
el 28 de octubre. Desde ese día comenzará a saberse si la derechización del
proyecto K fue maquillaje para los comicios, o si el peronismo duro llegó al
centro del poder para quedarse en el comando de decisiones con Cristina hasta
el 2015. La Cámpora asegura que la pesadilla pejotista termina la noche de la
votación, pero los intendentes afirman convencidos que esto recién comienza.
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