jueves, 5 de septiembre de 2013

Hay vida después de Cristina

Por Relato del Presente

El cambio de estrategia oficial está en marcha. La idea de que la mejor forma de sumar puntos es hacer lo mismo que los opositores, ha calado hondo en las huestes del oficialismo y al reconocimiento de la inflación, a la modificación del sistema de ganancias y a las medidas contra la inseguridad, se le sumaron los paseos de varios candidatos por Todo Noticias.
Daniel Scioli nunca dejó de concurrir al canal de noticias del Grupo Clarín, pero la aparición de Ricardo Echegaray, Martín Insaurralde y Daniel Filmus sorprendieron un poquito. 

Y digo un poquito porque fueron para demostrar que daba lo mismo que no fueran: Echegaray dijo que el cepo del dólar está bien, Insaurralde sostuvo que la inflación preocupa, pero que no es culpa del Gobierno, y Filmus, a pesar de negar la responsabilidad de la gestión en materia de inflación, al menos se diferenció de Cristina al decir que existe una devaluación del dólar para mantener el tipo competitivo, aunque después corrigió el camino y afirmó que no hay que volver a las políticas de ajuste y devaluación.

Mientras el kirchnerismo continúa con su estrategia antikirchnerista, Cristina partió hacia la reunión del G20 en Rusia, donde podrá reirse en persona de las economías de los australianos y canadienses. También tendrá tiempo para explicarle a la Unión Europea y Estados Unidos cómo se hace para tener la mejor economía de la galaxia con una inflación inmanejable, dos tipos de cambio, un índice de precios trucho, y la industria concentrada en la producción de billetes y pobres.

La agenda está cargada, pero la Presi siempre tiene tiempo para hacernos saber que se preocupa por lo que importa. Ni bien bajó del avión le dio de lo lindo a su cuenta de Twitter, puteó a los medios por no darle mucha bola al triunfo de la candidata kirchnerista en Bariloche y recordó que en esa misma ciudad se inició la oleada de saqueos de diciembre pasado. Obviamente, “por fecha y método” vinculó esos saqueos con un intento de destitución a su gobierno, para luego relacionar esos incidentes con Mauricio Macri y su “círculo rojo” integrado por personas que quieren “frenar al kirchnerismo”, lo que para Cris supuso la gesta de un intento de destitución hacia su gestión.

Lo que la Presi no puso en ninguno de los treinta y nueve twitts -alguien debería avisarle que no es un diario íntimo- es que en Bariloche hubo elecciones para decidir quién completaría el mandato de Omar Goye, un intendente destituído en las urnas, pero al que Cristina, previamente, le pidió la renuncia. Que utilice el resultado de su intento destituyente para denunciar otro intento de destitución en su contra, resulta ridículo, pero no tanto si lo comparamos con una perlita que nadie pareció notar: Cristina dijo que en Bariloche ganó el colectivo integrado por el Frente para la Victoria y el Frente Grande. Sin embargo, el Frente Grande llevó su propio candidato.

Al seguir con su terapia twitera, la Presi pidió memoria para detectar a esos “nuevos políticos” que en realidad formaron parte de la Argentina de 2001. Independientemente del detalle de que esa Argentina de 2001 tenía en funciones a Eugenio Zaffaroni, María José Lubertino, Juan Abal Medina, Diana Conti, Nilda Garré y Deborah Giorgi, no queda claro a qué hay que tenerle miedo, si a un gobierno malo o a los supuestos destituyentes que, según ella, quisieron repetir el método a fin del año pasado.

Para rematarla, luego de llamar destituyentes a sindicatos, políticos, empresarios, banqueros y periodistas, Cristina dijo que nunca en los 30 años de democracia hubo un gobierno al que se atacara, difamara e insultara tanto como al de ella. Al menos ahora bajó las pretensiones y ya no sostiene ser la más atacada de la historia.

Raúl Alfonsín no se comió trece huelgas generales, ni Carlos Menem y Fernando De La Rúa nueve paros cada uno, sino que a los trabajadores les gustaba jugar a las escondidas todos juntos, en días de semana y horario laboral. Las Fuerzas Armadas tampoco se sublevaron cuatro veces al hilo, tres con Alfonsín y una con Menem. Tan sólo se adelantaron a las políticas de inclusión homosexual y se maquillaban con lo único que tenían a mano: betún. Enrique Gorriarán Merlo no copó el regimiento de La Tablada, solo perdió la Filcar en pleno Camino de Cintura y entró a pedir indicaciones.

El periodismo tampoco hizo nada. Clarín no destapó el contrabando de armas a Croacia y Ecuador, ni Jorge Lanata le dedicó casi todas las portadas de la entonces Revista XXI y de Página/12, ni tampoco la mayoría de las emisiones de Día D. La revista Noticias no hizo nada para investigar el vínculo entre empresarios y Menem. José Luis Cabezas nunca se murió, está tomando mate con Julio López. Joaquín Morales Solá no denunció las coimas en el Senado a los nueve meses de asumir De La Rúa y, obviamente, De La Rúa jamás fue atacado por nadie, se fue del Gobierno porque Inés Pertiné le rompía los quinotos.

Por si faltaran actores, a las huelgas contra Alfonsín se sumaron todos los partidos de la oposición, de izquierda a derecha, la Federación Agraria, las Confederaciones Rurales Argentinas, la CAME, la CGE, los excombatientes de malvinas y las organizaciones de derechos humanos. A las huelgas contra Menem también adhirieron los mismos entes, y se sumaron los piquetes, la carpa blanca docente y Norma Plá con sus marchas de los jubilados cada miércoles.

Está claro que la justificación de los ataques a los gobiernos varía de acuerdo a los parámetros mentales de cada uno de nosotros. Algunos pueden estar de acuerdo con las investigaciones en contra de Menem y otros no tanto. Muchos pueden putear a Saúl Ubaldini por los trece paros contra Alfonsín, otros piensan que estuvieron bien. Ahora, nadie en su sano juicio puede suponer que las acciones de esos gobiernos no fueron atacadas, al igual que ahora, sea por corrupción, por debacle económica, por intereses corporativistas, por desempleo, por políticas sociales, o por todas juntas.

No hay diferencias ni privilegios. Así como la subjetividad hace que a cada uno le joda algo distinto, el instinto indica que nos quejaremos al respecto. No es muy distinto a lo que hace el oficialismo. Algunos se molestan porque no pueden planificar por culpa de la inflación, a otros les jode que nos moleste no llegar a fin de mes. Algunos se calientan porque lo que no te saca el gobierno te lo arrebata un amigo de lo ajeno, otros putean porque al decirlo se contribuye a la sensación de inseguridad. Unos se indignan porque hay gente que muere en un tren que no levanta más de 60 kilómetros por hora, otros se sacan de quicio porque se responsabiliza al gobierno y no a los marcianos. A nosotros nos jode que se roben hasta las cucharitas de café de las reuniones y a ellos les jode que lo notemos. Algunos aplicamos la doctrina de “el que no llora no mama”. Otros eligieron la segunda parte de la frase.

El tema está en bancársela y no mariconear pidiendo trato diferencial. Esto de irse a marzo porque el profesor es un guacho y no por pasarse los tres trimestres haciendo cerbatanas con las lapiceras, es algo que no queda muy lindo después de la secundaria. Algunos pueden sostener que la esposa no está encamada con la reserva de Cambaceres, y creer la versión de la ingrata que dice que sólo está recibiendo un masaje lumbar invasivo, para luego putear a los que realizan falsas acusaciones. Y están en todo su derecho, dado que todos nos quejamos de lo que no nos gusta.

Sin embargo, habría que aclarar algunas cosas. Reclamar al dueño del supermercado del barrio por un yogur vencido, no implica ningún intento de arrebatarle el local, ni dice nada respecto de cuestiones discriminatorias hacia sujetos orientales. Negar dinero a un hijo para que salga de joda cuando se lleva más materias que las que tiene el colegio, no significa una privación ilegítima de la libertad ni una condena a morir por inanición. Pedir al vecino que desista de su costumbre de martillar a las dos de la mañana, no es un acto que atente contra el Pacto de San José de Costa Rica. Indicar al mecánico que no es normal que se tome una semana para ver qué le pasa al auto, no es reducción a la servidumbre. Ponerse en forma, practicar y armar un equipo para ganar el solteros contra casados del martes a la noche, no es una amenaza de muerte.

Armar alianzas y trazar planes para ganar una elección no son preparativos para la revolución. Ganar con los votos no es un golpe de Estado. La única forma de suponer que perder una elección es un acto golpista, es si se cree que ya no habrá vida inteligente en el planeta en caso de que gane otro. Y en este país pasaron los monárquicos, los republicanos, los federales, los unitarios, los conservadores, los liberales, los radicales populares, los radicales conservadores, los militares, los peronistas, los militares, los desarrollistas, los azules, los colorados, los radicales, los militares, los peronistas de izquierda, los peronistas de derecha, los militares, los radicales, los peronistas neoliberales, los aliancistas y hasta cinco presidentes en una semana.

Si sobrevivimos a todo esto y aún figuramos en el mapa ¿Quién puede suponer que no hay vida después de Cristina?

Jueves. La historia la construyeron los que se creyeron irreemplazables. Y quienes los reemplazaron.

Publicado por relatodelpresente

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