Por Armando Caro Figueroa |
La señora Presidenta y nuestro Gobernador comparten una
singular y pobre idea de la democracia. Militan en favor de un régimen sin
partidos políticos, sin controles, y protagonizado por clientes y no por
ciudadanos. Prefieren un sistema que arrincone a las minorías y esté dominado
por Césares providenciales, dueños de la verdad y de los recursos del Estado.
Ambos coinciden también en prohijar, por encima de proclamas justicieras, el
capitalismo de amigos; aun cuando el señor Urtubey, fiel a ciertas tradiciones,
reserva sus favores también para los parientes.
Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO)
son funcionales a estas estrategias. Buscan, sin mirar costos económicos,
legitimar a un régimen en donde los “aparatos” (la mayoría de ellos financiados
con dinero público) remplazan a los partidos políticos autónomos.
En Salta, las PASO son, salvo honrosas excepciones, luchas
entre caudillos, aspirantes a caudillos y parientes de caudillos. Las citas
electorales se convierten entonces, en un estallido de carteles multicolores,
de fotos oportunistas, y de frases vacías que rozan el ridículo. En este
escenario, las propuestas y programas son reemplazados por los dictados de los
licenciados en marketing; a su vez, la responsabilidad cívica es remplazada por
los licenciados en logística.
Es la inexistencia de partidos políticos la que motoriza
este modo de gobernar altanero y ensimismado. Es el cesarismo, cuando conecta
con las ancestrales visiones oligárquicas, el que genera este modo de gobernar
que prefiere a quienes el tango “Pucherito de gallina” llama “chicos mal de
casas bien”; personajes que, despreciando la política y amando la simulación,
llegan a los altos cargos pensando que su acceso responde a una ley divina que
les habilita a usar como propios los bienes del Estado.
Es esta idea del poder y no los resultados electorales la
que explica el clientelismo, el transfuguismo, la corrupción, las maniobras
dinásticas y los afanes por controlar jueces, medios de comunicación, colegios
profesionales, sindicatos o centros vecinales.
Resultados alentadores
Sin embargo, el pasado ensayo electoral mostró varios
aspectos positivos.
La normalidad del acto electoral es el primero de ellos. La
desaparición del robo de boletas, la celeridad de los escrutinios y la paz,
muestran un panorama solo empañado por el uso de vehículos municipales para
trasladar votantes aleccionados.
La emergencia del Partido Obrero como fuerza política
organizada y en condiciones de consagrar al primer Diputado Nacional de
izquierdas, es la segunda manifestación a destacar. Salvando las distancias, la
eventual elección del señor Pablo López podría emparentarse con el triunfo, en
1904, del socialista porteño Alfredo Palacios.
Dentro de este inventario de aspectos positivos, merecen
especial mención los resultados de las PASO en la ciudad de Salta. En este
sentido, el pobre desempeño de la jovencísima heredera del actual Intendente
muestra la declinación de los “aparatos” en los barrios pobres y, también, los
límites del clientelismo político.
Muchas personas que arrastran situaciones de necesidad o
exclusión han comenzado a recordar lo que Juan Domingo Perón recomendaba en
1944, “Acepten todo lo que les den, pero en el cuarto oscuro hagan su
voluntad”. Ni la poblada red de militantes pagados por la Municipalidad, ni los
bolsones, ni las chapas han bastado para reconstruir una situación favorable al
poder.
A mi modo de ver, hubiera sido decepcionante que los
votantes de la ciudad de Salta premiaran a quién es el responsable de la
degradación del centro histórico, de la brutal suba de impuestos municipales
para financiar boato y burocracia, tanto como de la especulación y del fraude
inmobiliario que expresan los edificios de altura irregulares. En realidad, los
vecinos de Salta han castigado una gestión caracterizada por la incapacidad
para resolver problemas tales como el abastecimiento de agua potable o los
asentamientos en condiciones infra humanas.
Muchos salteños saben que hay negligencia detrás de la
contaminación del río Arenales o del ambiente putrefacto que castiga a algunos
barrios del sur.
Si bien no hay todavía en el horizonte un modelo de
desarrollo urbano alternativo, parece evidente que la mayoría de los salteños
repudia una gestión centrada en los negocios e insensible a los reclamos
ambientales y urbanísticos.
La Salta que está sola y espera
Mientras este espectáculo político se desenvuelve a la vista
de todos y acapara la atención de algunos, la Salta profunda y real se rebela o
asiste impotente a los problemas de siempre (pobreza, exclusión, deficiencias
en los servicios públicos), y a los nuevos y graves desafíos como el comercio
local de drogas, la mora judicial (exacerbada por una errática política de
subrogancias) o la gravísima crisis agropecuaria derivada de la sequía y las
heladas.
Este Gobierno, que persigue la consolidación de un César
hereditario, no parece preocupado ni en condiciones de resolver estos asuntos
que hacen al bienestar, la seguridad y las libertades de los salteños.
© armandocarofigueroa.blogspot.com.ar
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