Por Fernando
Gutiérrez
"Voto castigo" fue una de las expresiones más
escuchadas y leídas luego de conocidos los resultados de las PASO.
El 24% de los sufragios obtenidos por el kirchnerismo a
nivel nacional fue interpretado por los analistas como una fuerte pérdida de
apoyo para un Gobierno que hace dos años había obtenido un sólido 54% de
respaldo.
Como destacó Sergio Berensztein, director de la consultora
Poliarquía, el rechazo al oficialismo fue notable si, además, se tiene en
cuenta que no solamente obtuvo menos votos que en 2011 -lo cual resulta
previsible en casi todas las elecciones de medio término- sino que también vio
empeorado el resultado respecto de 2009, cuando había sufrido una dura derrota.
No fue, por cierto, la interpretación que hizo Cristina
Kirchner, quien lució optimista en su discurso. Se mostró confiada en que en
los dos meses y medio que restan para las legislativas de octubre, el
kirchnerismo podrá descontar ventaja y mantener el nivel de representación
parlamentaria.
El tema, por cierto, es opinable hasta el infinito. Algunos
podrán pensar que, después de todo, no tuvo un mal resultado electoral un
Gobierno que lleva una década en el poder y que enfrenta una fuerte
desaceleración económica y al que todos los indicadores le juegan en contra.
La cuestión de quién ganó y quién perdió en las primarias
será en estos días el tema de debate. Como siempre, los números pueden ser
utilizados para apoyar argumentos a favor de cualquier postura.
Pero más que en las cifras, la verdadera respuesta debe
buscarse en quién queda mejor parado con vistas a pelear espacios políticos en
los dos años que vienen.
La victoria del discurso
moderado
Para Massa, más allá del porcentaje de votos obtenido, esta
elección tiene el sabor triunfal de haberlo instalado como un jugador
protagónico del panorama político nacional, con innegable proyección
presidencial.
"Es un emergente de la política y sin duda aparece como
una figura muy importante para el futuro", calificó el ex jefe de
gabinete, Alberto Fernández, anticipando la posibilidad de que la oposición
peronista pueda alinearse detrás de su figura.
"Lo de Massa es destacable. Enfrentó a un Gobierno que
tiene todo a su favor, y el hecho de que le haya presentado batalla desde el
puesto de intendente es extraordinario", afirma Alejandro Corbacho,
politólogo de la Ucema.
En el mismo sentido, el analista Jorge Asís destaca cómo el
jefe comunal de Tigre logró, con una estrategia comunicacional inteligente,
darle pelea a un oficialismo que contaba con el potencial propagandístico del
Estado y al que le quitó la capacidad de iniciativa.
"El Frente se dedicó a correr detrás de Massa, que le
planteó un hábil desafío territorial. De astucia engañosa. La fe de David
contra la prepotencia del Goliath que se autodestruía", describe Asís.
Lo cierto es que, por más que la ventaja sobre Insaurralde
no fue la que en un comienzo medían las encuestas -y por más que el candidato
kirchnerista haya superado su nivel de desconocimiento y achicado diferencias-,
Massa logró el objetivo de consolidar un espacio político con potencial de
crecimiento.
El resultado parece confirmar que era correcta la estrategia
de evitar la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo y presentarse como una
opción para una nueva etapa.
Algo que algunos analistas han asimilado al estilo de
Henrique Capriles en Venezuela, quien recién se erigió en una amenaza para el
chavismo cuando abandonó el discurso de oposición dura y empezó a reconocer
logros del oficialismo.
Evitar la tentación de una oposición acérrima le permitió a
Massa captar una buena porción de los votos que en la elección de 2011 había
apoyado al kirchnerismo. Y los analistas destacan los logros de una
comunicación política que estuvo a tono con un ánimo de la ciudadanía poco
proclive al debate exasperado.
"Muchas campañas se caracterizaron por tener lo que
podríamos llamar un ‘tono macrista'. Es decir, bien despolitizada en el sentido
ideológico y con consignas de esperanza y énfasis en lo ejecutivo",
observa Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.
En contraposición, quienes en esta elección han mantenido un
discurso agresivo para con el kirchnerismo no parecen haber elegido una táctica
correcta.
El mayor exponente de esa corriente es Francisco de Narváez,
quien intentó sacar rédito electoral del enojo expresado en los
"cacerolazos" de protesta en el último año, con una dura campaña
donde mostró el "hartazgo" de la población.
Además, la necesidad de diferenciarse de Massa llevó a De
Narváez a enfatizar aun más su perfil opositor, al tiempo que acusaba al
intendente de Tigre de ser "más de lo mismo", es decir una suerte de
kirchnerista "light".
El magro 11% de los votos obtenidos -no sólo por debajo de
su triunfo de 2009 sino incluso del modesto 16% que había logrado en 2011- pone
a De Narváez en un camino incierto.
Ahora, además, contará con la gran contra del sistema
electoral argentino para quienes no salen primero o segundo: como las PASO
funcionan, de hecho, como una primera vuelta, corre el riesgo de que en octubre
se produzca una polarización entre el sector de Massa y el kirchnerismo, de
forma que la base electoral del "Colorado" se diluya entre quienes
buscan un "voto útil".
Así lo creen varios analistas de opinión pública, como
Enrique Zuleta Puceiro, para quien "a partir de ahora se van a ver
realineamientos en los terceros o cuartos partidos, que van a elegir la
polarización de un lado o de otro".
Resurge la
centroizquierda
El otro gran ganador de la jornada de ayer fue la coalición
UNEN, que demostró que sigue gozando de buena salud un espacio no peronista de
cierta orientación "progresista", que se opone por igual al
kirchnerismo y al macrismo.
Estos candidatos, con Elisa Carrió a la cabeza, tuvieron más
suerte que De Narváez en cuanto a sacar rédito electoral de los
"indignados" por las denuncias de corrupción y la vocación
intervencionista del kirchnerismo en la economía.
El hecho de dirigirse a un electorado porteño -que tiene un
fuerte predominio de la clase media y una alta exposición a los medios de
comunicación- resulta un factor clave a la hora de explicar por qué UNEN fue
exitoso en la presentación de un perfil netamente opositor.
Al sumar los votos de las tres corrientes internas, la
coalición sacó una ventaja sobre el macrismo, algo que la pone en buenas
condiciones de imaginar un escenario en el que pueda disputar al PRO el
gobierno de la Ciudad.
Un ojo en octubre y
otro en 2015
Los análisis de hoy tienen dos focos: uno en las elecciones
legislativas "de verdad" que se disputarán en octubre próximo, pero
inevitablemente otro en 2015, dado que los resultados de ayer condicionan la
gestión gubernamental para los próximos dos años.
En principio, las perspectivas lucen bien para Massa, quien
queda bien perfilado para captar votos opositores y aumentar su porcentaje de
apoyo en la provincia de Buenos Aires.
"El techo de Massa es mucho más alto que el del
kirchnerismo, que tiene un núcleo duro de algo más de 20 puntos", analiza
Novaro, de Cipol.
Podría suponerse que su comité de campaña ratificará la
estrategia de "no confrontación" con vistas a octubre. Pero para ello
deberá pasar el test que le pondrá el resto de las fuerzas políticas y el
propio electorado en la medida en que el escenario electoral se polarice.
"En este momento, a Massa le rinde más ser opositor que
mantenerse en una actitud ambigua, porque su nuevo electorado es
opositor", argumenta Julio Burdman, director de la consultora Analytica.
Pero el futuro más mediato es el que ofrece más
interrogantes. Especialmente en lo que respecta al proyecto político de
Cristina Kirchner.
En principio, hay unanimidad entre los analistas respecto de
que si había alguna pequeña posibilidad de que el kirchnerismo quisiera
impulsar una reforma constitucional para favorecer la reelección presidencial,
esto ahora quedó descartado.
La segunda mejor opción para el oficialismo es la
posibilidad de que surja un candidato que encarne la "continuidad del
modelo" y que cuente con posibilidades de disputar la presidencia en 2015.
Más allá de que ha tenido una performance respetable en la
provincia, no parece que Insaurralde sea esa persona.
Y es allí donde surge el tema polémico hacia la interna
kirchnerista: quien emerge como candidato oficialista es Daniel Scioli.
De hecho, no son pocos quienes consideran que el gobernador
de Buenos Aires fue el factor decisivo para que el desconocido Insaurralde haya
repuntado sobre el final para ubicarse segundo y a pocos puntos de diferencia
respecto de Massa.
"El factor Scioli ha pesado muchísimo, y creo que si no
fuera porque él se quedó dentro del espacio del oficialismo, estas elecciones
habrían tenido resultados desastrosos para el kirchnerismo", grafica el politólogo
Jorge Giacobbe.
Para este politólogo, el rol de Cristina Kirchner no ha
jugado a favor del oficialismo, sino que ha restado.
"Hay que preguntarse por qué los resultados dan menos
de 30 puntos para el Gobierno. Le significa un problema tener ese guarismo, y
por más que sea la primera minoría, no creo que con ese número pueda hablarse
de una victoria", agrega.
En la misma línea, Asís define al kirchnerismo como
"enceguecido en los logros de la auto-referencia. Sin la menor mística,
sumergido en la profundización del error".
En ese escenario ambiguo, donde el Gobierno ha sufrido un
"voto castigo" pero, al mismo tiempo, celebra el mantenimiento de una
buena base de apoyo, incluso con un peor contexto económico, hay una realidad
que empieza a hacerse innegable para Cristina: la
"scioli-dependencia".
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