viernes, 2 de agosto de 2013

Lilita, la demoledora

Por Ana Gerschenson
Como Ralph, el personaje de la película de Disney, Elisa Carrió podría protagonizar el film Lilita, la demoledora. Ex radical, ex ARI, ex Acuerdo Cívico y Social y ahora al borde de ser ex Coalición Cívica, Carrió construye y destruye proyectos políticos con idéntica rapidez y vocación personal.

Después de generar el único espacio que se someterá a reales internas abiertas y simultáneas el 11 de agosto, con tres listas definidas bajo la sigla UNEN, de instalar la civilidad del grupo, de aceptar las reglas del juego, Carrió sorprendió a sus aliados con críticas de bisturí.

Acusó a su jefe de bancada, Alfonso Prat Gay (actual diputado y precandidato a senador), de no acompañarla en sus denuncias por corrupción; criticó a Martín Lousteau, postulante a diputado, por haber sido el autor de la resolución 125 contra el campo cuando era ministro de Economía de Cristina Kirchner. "Hiciste un daño terrible. ¿Por qué no renunciaste?", le dijo en la cara durante un debate televisivo esta semana. Y a los radicales, especialmente a su rival interno Ricardo Gil Lavedra, los llamó blandos y cobardes. Sus todavía socios la definieron como una "denunciante vitalicia" que "sólo acepta dirigir la orquesta".

La misma actitud tuvo con el Acuerdo Cívico y Social, que su agrupación integraba junto al radicalismo y el partido socialista, el mismo que Carrió también había ayudado a sellar en 2009.

Elisa Carrió
La construcción duró un año, porque en 2010 volvió a aparecer "Lilita, la demoledora" con su maza destructora.

De "Ricardito" dijo que no tenía capacidad para gobernar y de Hermes Binner directamente que "no existe". Un mecanismo de acción que suena demasiado familiar por estos días.

Fue así desde su alejamiento del radicalismo en el año 2001. Fundó su propio partido, el ARI (Afirmación por una República de Iguales), pero se desencantó por cuestionamientos internos a sus decisiones. Es que Lilita había girado sin escalas de la centroizquierda furiosa a la centro derecha. Y sus nuevos protegidos pasaron a ser Prat Gay y Patricia Bullrich. En 2009 resolvió abandonar su liderazgo partidario para crear la Coalición Cívica, una agrupación de la que formalmente forma parte, pero en la que ya no tiene puesto su corazón político.

Elisa Avelina Carrió está acostumbrada a ocupar el centro de la pantalla, con sus denuncias y vaticinios sobre la Argentina. Siempre ofrece el mismo menú, y en muchas ocasiones sus afirmaciones han resultado ciertas.

Pero el electorado a veces la legitima y otras le pide que cambie. Basta con repasar los números de las elecciones hasta aquí. Como candidata presidencial por el ARI en 2003, sacó el 14,03 por ciento en quinto lugar. En 2007, logró mantener su alianza con el socialismo (sin demoler el acuerdo) y consiguió el segundo lugar con el 23,04 por ciento de los votos. Carrió se convirtió en la segunda fuerza política de la Argentina, después del Frente para la Victoria. Y en 2011, en absoluta soledad, después de pelearse con el radicalismo, el GEN, el socialismo y parte del ARI, cosechó apenas el 1,84 por ciento de los sufragios. Una caída estrepitosa.

"Soy la razón de la derrota", dijo y masculló la idea de alejarse de la política. Pero Lilita siempre vuelve. De hecho, los sondeos la ubican como ganadora de la interna abierta entre los candidatos a diputado de UNEN, y segunda en la Ciudad, detrás del PRO.

Lilita vuelve. Con sus proyectos de construcción política, sus sociedades circunstanciales. Vuelve con su histrionismo, con las palabras ásperas que sobresalen entre los formalismos de la dirigencia. Vuelve con sus pronósticos terminantes y sus pedidos de resistencia al pueblo. Y cuando se intensifican los reclamos de la sociedad por la combinación de corrupción y economía complicada, Lilita disfruta su lugar de estrella en el centro del escenario, sin coprotagonistas. Sola, con su maza lista, como Ralph el demoledor.

© we

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