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Por Gabriel Profiti |
En 2011 el estreno de las Primarias Abiertas, Simultáneas y
Obligatorias (PASO) sirvió para dejar constancia sobre la imposibilidad de
destronar al kirchnerismo del poder ese año.
El 50,7% de los votos recolectados
por Cristina Kirchner fue suficiente para desmoralizar a la oposición y
envalentonar al oficialismo. La inercia llevó a la jefa de Estado a coronar su
reelección con el 54,11% dos meses y medio después.
Esta vez no habrá goleada: las PASO mostrarán un escenario
cerrado, de fin de primer tiempo en términos deportivos, coincidieron
prácticamente todos los encuestadores en estas últimas horas de mediciones
antes de la veda electoral.
De alguna manera, estas internas abiertas servirán para
barajar y dar de nuevo tanto a candidatos como a electores de cara a las
generales del 27 de octubre.
La competencia central, como siempre, está planteada en la
provincia de Buenos Aires. Después de un lanzamiento auspicioso de Sergio Massa,
el oficialismo con un esquema de tres cabezas -Cristina Kirchner, Daniel Scioli
y el candidato Martín Insaurralde- logró descontar terreno.
El último relevamiento de Poliarquía Consultores arrojó una
ventaja para Massa de cuatro puntos sobre Insaurralde, pero advirtió que en los
días restantes hasta el veredicto de las urnas podría cuadrarse un empate
técnico.
Para configurar este escenario coincidieron varios factores:
la aparición de Scioli como bastonero -inesperada horas antes del cierre de
listas-, la profesionalización de la campaña del kirchnerismo; y el mensaje que
no bajó claro de Massa.
El tigrense arrancó el período proselitista buscando
construir una tercera posición entre oficialismo y oposición, con un mensaje
light, pero luego de algunas semanas el kirchnerismo lo llevó a pararse
decididamente en la vereda opuesta.
Los últimos sondeos generaron una atmósfera triunfalista en
el Frente para la Victoria. Ese clima se respiró a mitad de semana en la
tradicional parrilla El Mangrullo del intendente de Ezeiza, Alejandro Granados,
en la que doce gobernadores y centenares de dirigentes se encolumnaron detrás
de Insaurralde.
Obligado a rápidos replanteos, Massa sacó dos barajas con
las que aspira a consolidar ese primer lugar: logró que Eduardo Amadeo
renunciara a ser su rival para pasar a apoyarlo y luego mostró a Roberto
Lavagna como su socio político.
Estrategias
Quizá anticipando una victoria ajustada o un revés por
escaso margen, Massa bajó el mensaje de que preferiría ganar por poco en la
megaencuesta abierta para forzar al elector anti-K al "voto útil" en
las generales del 27 de octubre.
Según los encuestadores que están más alejados del Gobierno,
existe en todo el país y también en la provincia de Buenos Aires un 60 por
ciento de electorado opositor. En el caso de Buenos Aires, ese universo se
dividirá en tres grandes opciones: las que encabezan Massa, Francisco de
Narváez y Margarita Stolbizer.
Por su lado, el FPV aspira a que sus 70 intendentes -sobre
un total de 135- terminen traccionando votos para un Insaurralde que por ahora
aparece sólido, prolijo y novedoso.
Hay un dato que todavía genera incertidumbre aun entre los
politólogo que revisan planillas a diario. Las tres opciones peronistas
sumarían aproximadamente 75% de los sufragios, superior
a la media en la provincia más poblada del país. Es por eso
que algunos consultores alientan un crecimiento de última hora de la oferta
panradical de Stolbizer y Alfonsín.
Nación y futuro
Más allá de lo que ocurra en la estratégica Buenos Aires,
donde vota el 40 por ciento del padrón, el oficialismo afronta un panorama
complejo en los otros distritos grandes del país: Ciudad de Buenos Aires, Santa
Fe, Córdoba y Mendoza.
Sin embargo, esta perspectiva no difiere mucho de lo
ocurrido en 2009, dato clave porque ahora se ponen en juego las bancas asumidas
luego de aquella compulsa en la Cámara de Diputados.
La faena del FPV hace cuatro años fue peor que la que prevén
los sondeos ahora. En Buenos Aires quedó segundo con el 32,11%; igual que en
Mendoza con el 25,20%; en Santa Fe fue tercero con el 7,76% -participó por
fuera del PJ-; y en la Ciudad y Córdoba quedó cuarto con el 11,63% y el 8,76%
respectivamente.
Esta elección, entonces, no modificaría sustancialmente la
composición de la Cámara baja: el oficialismo renueva apenas un tercio de sus
escaños; mientras que la UCR y el PJ disidente dos tercios; el PRO ocho de
once; y tanto Proyecto Sur como la Coalición Cívica deben revalidar todas.
Distinto es el panorama en el Senado donde se renueva un
tercio de las bancas -pertenecientes a ocho provincias-, pero contrastando con
la elección de 2007, cuando Cristina Kirchner fue electa presidenta con el
45,27%.
Por ese motivo, en el Senado emerge una muralla contra la
re-reelección presidencial e incluso peligra la mayoría kirchnerista construida
en el último tiempo.
Así las cosas, el próximo domingo no solo quedará planteado
el escenario para octubre de 2013, sino también arrojará las primeras fichas
sobre un tablero de presidenciables.
No pasó inadvertida dentro de ese escenario una arenga del
gobernador sanjuanino, José Luis Gioja, como anfitrión bis del encuentro de
Gestar celebrado en El Mangrullo: "El próximo presidente de la Argentina
sale de acá", dijo rodeado de gobernadores y sin Cristina Kirchner.
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