Secuelas
de la noche de verbena del intendente ex renovador, hoy urtubeísta César Villalba, de Salvador Mazza.
Por Juan Gonza |
Cuando el gobernador y presidente del PJ de
Salta, Juan Manuel Urtubey decidió por su propia cuenta, y sin importarle un
rábano las lágrimas de sus compañeras de causa de la rama femenina, que
Cristina Fiore –antiperonista visceral desde cuando militaba en el PRS del
capitán Ulloa- sería quien acompañe a su hermano Rodolfo “Tolo” nada menos que
en las candidaturas a senadores nacionales para las elecciones de octubre,
acuñó otra de sus frases antológicas cuando dijo ante algunos tibios
comentarios críticos siempre off the récord que “¡Se van a tener que acostumbrar…! (A nuestra Cristina)”.
Entonces otra vez, patéticamente, surgía a la
superficie, sin tapujos, la faz autoritaria que el conductor de la provincia y
del PJ intenta -tan permanentemente como en vano- disimular.
Es decir, Urtubey volvía a mostrarse tal cual
es en su pensamiento, cuyas características psicológicas han motivado desde que
el mundo es mundo, profundos estudios y
claras conclusiones.
Desde ellos viene al caso la cita de Carlos
Vaz Ferreyra, aquel pensador uruguayo (1872-1958) que junto al pequeño y
selecto grupo de pensadores (con Verona, Deústua, Korn, Caso) pusieron a la
filosofía latinoamericana en la vía de su constitución independiente.
Al referirse a la moral de los funcionarios
sostenía que debe ser objeto de una atención moral extremada, la psicología
especial del mando, de la autoridad.
Y recordaba sobre tan fundamental aspecto del
conductor que “uno de los más grande
entre los paganos, Marco Aurelio; uno de los más grandes entre los hombres pues
alcanzó tan alta moral en el ejercicio del poder absoluto, escribía para sí
mismo este consejo: “Cuida de no cesarizarte”. Cesarizarse era adquirir esa
psicología originada por el mando sin trabas y que hasta a los mejores
envenena…”
Indiscutiblemente Juan Manuel –al decir de
sus cortesanos- viene cesarizado desde
larga data, y él mismo se encarga en sus desbordes de confirmarlo. Antecedentes
sobran y son irrebatibles. Por ejemplo aquel discurso ante sus funcionarios
citados a un cónclave de meditación política en el Hotel de Termas de Rosario
de la Frontera, donde sin falsa retórica se autoproclamó como un “elegido” para
conducir el barco de la provincia o de la nación (y por qué no del mundo) sin
temor a equivocarse y sin necesidad de opiniones. Algo así como un remedo de
aquella idénticamente patética arenga de otro imprescindible que decía a los
argentinos “¡Síganme…!”
En estas horas, tras el apresamiento del
impresentable intendente fronterizo de la ciudad de Salvador Mazza Carlos
Villalba, consagrado como un “rey del cabaret” nada menos que en un fortísimo
operativo de la justicia federal tras las rutas del crimen que impunemente y a
diario se comete con la Trata de Personas y su sometimiento a la prostitución
nacional e internacional, el personalismo de Urtubey lo llevó a reafirmar su
lamentable sentencia de “¡Se van a tener
que acostumbrar!”
Y esto es así porque el gobernador y
presidente del Partido Justicialista decidió contra viento y marea proteger al
intendente nochero con el inaceptable argumento de la especulación política,
pues su aliado Villalba (tránsfuga del Partido Renovador que lo hizo intendente
para jurar su nueva lealtad a Urtubey) le ofrece sus votos para consagrar
senadores a la dupla Rodolfo Urtubey – Cristina Fiore.
También en una flagrante contradicción con
sus proclamadas convicciones morales religiosas, el César del justicialismo
salteño terminó aceptando, sin importarle en lo más mínimo la inhabilidad moral
y la contundente condena social que ya pesa sobre su aliado prostibulario, que
como un santo varón se aliste en el histórico Partido de Perón que
circunstancialmente conduce, nuevamente como candidato a la intendencia.
Por supuesto que la trapisonda tendrá una y
mil “razones” legales y leguleyas, pero jamás legitimidad moral.
De nada sirvieron las espasmódicas reacciones
de los legisladores (diputados, senadores y concejales) que en definitiva terminaron
haciendo del “Caso Villalba” un triste circo que por cierto irrita al conjunto
de la ciudadanía, pues la “intervención” no sirvió nada más que para confirmar
la “protección” decretada desde el vamos por el gobernador.
El mensaje de Urtubey al posesionar a la ex
intendente de Vaqueros como interventora del municipio de Salvador Mazza fue el
primer indicio de cómo se desarrollaría la parodia y luego el epílogo del
“castigo” al indefendible jefe comunal renovador-urtubeísta.
De nada sirvió un verdadero torrente de
expresiones de condena e indignación por parte de múltiples sectores de la
ciudadanía provincial y nacional, y
mucho menos un unánime repudio del periodismo que también tanto en lo local
como de todo el país reflejaron con claridad y firme postura crítica el
bochornoso suceso salteño.
“El PJ es un
cabaret”
No pasó desapercibido por cierto aún para el
más desinformado de las cuestiones políticas y de sus bemoles de corrupción
moral, la discrepancia expresada por el presidente de la Cámara de Diputados de
la Provincia Manuel Santiago Godoy con el desprolijo manejo del “Caso Villalba” por parte de la cesarizada conducción de Juan Manuel Urtubey.
Godoy, quien también ostenta nada menos que
el cargo de Presidente de la Comisión de Acción Política (CAP) del Partido
Justicialista, fue ninguneado públicamente
por la sucesión de actitudes cómplices con Villalba por parte del gobierno a lo
largo de todo el tratamiento legislativo, y que tuvo como broche de oro la injustificable aceptación de la “lista” del
repudiado intendente para volver a postularse bajo la sigla histórica del PJ, y
para colmo, como “extrapartidario”.
¡Vaya refuerzo político!
¡Vaya refuerzo moral!
El presidente de los diputados y de la CAP –que
no pocos creían que literalmente tiraría su renuncia por la cabeza a Juan
Manuel y sus aplaudidores- se tragó las ganas y semejante sapo, consolándose
con la “advertencia” de instalarse en Salvador Mazza para frustrar la increíble
“operación retorno” del intendente cabaretero.
¡Me haré un tiempo en mi campaña en la
capital –dijo Godoy- para militar en Salvador Mazza pidiendo que no voten a
Villalba…!
De todo este lamentable escenario peronista
provinciano surgió desde los incontables y febriles cenáculos políticos
salteños en campaña, así como de los periodísticos y dirigenciales de todos los
sectores empresarios y sociales, la adaptación de aquella otra definición que
alguna vez surgiera para reflejar el caos y decadencia de un popular club de
fútbol nacional de camiseta azul y oro, y que ahora sirve para decir que:
¡El PJ salteño es un cabaret!
© Semanario
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