Por Ignacio Fidanza |
El triunfo de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires
era la señal que estaba esperando el peronismo profundo para decretar el fin de
ciclo del kirchnerismo y lanzarse de lleno a su principal interés: Empezar a
discutir la sucesión de Cristina en el 2015 y los posibles porcentajes de un
nuevo reparto del poder.
El triunfo de Sergio Massa es un dato central de la pelea
que se libró el domingo, porque los más de dos millones de votos que sacó
contra el aparato de la Nación y la Provincia juntos, proyectan un liderazgo
nacional capaz de aglutinar un espacio de poder alternativo al de la
Presidenta.
Sólo esa novedad, obliga al kirchnerismo a cerrar filas con
Daniel Scioli si es que pretende encarar la discusión del 2015 en términos
competitivos. Es decir, que el kirchnerismo como tal ha visto reducirse
brutalmente los márgenes que imaginaba para modelar la transición.
Un triunfo de Martín Insaurralde hubiera revalidado los
pergaminos políticos de Cristina Kirchner como “King maker”, que podría haberse
erigido como la gran electora o directamente la jefa del proceso de su propia
sucesión. La Presidenta apostó todo al intendente de Lomas de Zamora. Y perdió.
Es verdad que todavía falta el resultado definitivo que no
es otro que las generales de octubre. Pero es posible que la imagen ganadora de
Massa lo ayude en los dos meses que quedan a agrandar la brecha.
Con esa convicción se abre un proceso más horizontal en el
peronismo, con liderazgos provinciales de peso revalidados, como José Manuel de
la Sota en Córdoba o Sergio Urribarri en entre Ríos, por poner sólo algunos
ejemplos, que se suman a los obvios de Massa y Scioli.
Un proceso en el que la Presidenta tendrá un lugar
importante por ser quien conserva el poder del Estado, pero que seguramente
adquiera una dinámica propia, con discusiones a futuro que tal vez la excedan.
El agotamiento del ciclo kirchnerista en términos políticos
se observa sobre todo en la profunda caída ante varios de sus rivales más
enconados. En Córdoba salieron cuartos detrás de De la Sota, la UCR y el PRO.
En Buenos Aires cayeron ante Massa. En la Capital terceros detrás del PRO y
Unen. En Santa Fe terceros detrás del Socialismo y el PRO. En la natal Santa
Cruz salieron segundos y en Chubut cayeron ante Das Neves.
Macri, Massa, Carrió, De la Sota, Das Neves y Binner le
ganaron a los candidatos de la Presidenta. Son todas figuras nacionales que
claramente desafiaron su liderazgo. Hay entonces un agotamiento que no logra
ocultar el discurso superficial de enarbolar un 30 por ciento nacional como
“triunfo”.
En primer lugar porque ese 30 por ciento es para el
peronismo uno de sus peores registros históricos. Y en segundo lugar porque es
–para el kirchnerismo- una propiedad ficticia. “El peronismo es sentido común
aplicado a la política, nos vamos a alinear detrás del que ofrezca más
posibilidades de retener el poder”, se sinceró ante LPO uno de esos curtidos
dirigentes del interior que integran el poder permanente del PJ y que hoy
aparecen en las fotos junto a la Presidenta.
Los efectos de este resultado sobre el Gobierno son todavía
difíciles de calibrar. Pero tan evidente como el agotamiento de una conducción
económica que no logra resolver ninguno de los problemas con los que le toca
lidiar, lo es el cansancio de un estilo de conducción política que eligió
encerrarse sobre sí mismo, ignorando realidades políticas que eran afines, como
la del propio Massa.
Es que el propio sectarismo que se expresa como caricatura
en La Cámpora, escala a posiciones más altas del poder en un giro muy
disfuncional, que no se comprende en gente con décadas de política exitosa. La
pregunta del millón es si este mazazo electoral provocará una revisión de esas
conductas. Si acaso comenzará una demorada revisión de lo que no funciona, si
se abrirá el juego a gente más profesional a ideas más sensatas.
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