![]() |
Por Gabriela Pousa |
Hace
menos de un mes escribí una nota haciendo referencia a la candidatura de Sergio
Massa. En menos de 24 horas, la cantidad de adhesiones al contenido de la
misma, se acumularon en mi bandeja de mails. Pasaron un par de semanas
no más y me sorprendo ahora escuchando y leyendo a muchos de quienes compartían
mi opinión sobre el intendente de Tigre, empezando a hablar loas de aquel,
elevándolo prácticamente a la categoría de futuro redentor de la Argentina.
Desconozco
si el efecto arrastre de las encuestas difundidas ha motivado ese cambio
subrepticio de ideas.
Considero que una revisión de pensamientos en torno a una
determinada situación puede ser buen síntoma, más el repentino giro en
torno a una persona que no ha demostrado cambios concretos, ni ha presentado
autocrítica en cuanto a su pasado resulta inusitado.
Considerando
que estamos hablando de cuestiones políticas, apelar a la razón no parece
atinado, sin embargo hay razones que explican el por qué de estos zigzagueos en
torno a los candidatos del momento.
En
primer lugar, no hay en el escenario actual posturas claramente
diferenciadas en torno a los temas prioritarios para la ciudadanía. Amén de
ello, hemos sostenido incansablemente que el principal déficit de la Argentina
actual es ético, en consecuencia pretender una dirigencia en tal sentido no
tiene mucho asidero.
A
lo dicho hay que sumar que hay más vacío que ideas de ambos lados: aspirantes
a los cargos y electores se hallan sumergidos en una coyuntura asfixiante donde
un rasgo de mesura, por mínimo o simulado que parezca, echa luz sobre sobre una
candidatura. La moderación de Massa tiene su punto de partida en las bondades
que se supone rescataron a Daniel Scioli, por ejemplo, de quedar sepultado por
las inundaciones. A su vez, la crítica más tajante que se le hace a la
Presidente atañe a su faceta bélica, causante de abrir grietas insoslayables en
la sociedad argentina.
Por
esa razón, que el alcalde de zona norte optara por la conciliación lo torna
atractivo a la hora de buscar un paliativo para la agresión constante. Pero por
encima de esto, aquello que convierte al ex jefe de Gabinete
kirchnerista en el muchacho lindo y bueno de la película es la perspectiva de
su futuro en la política. No nos engañemos.
Hoy
Massa surge como el sucesor de Cristina. Si realiza una buena elección en las
próximas elecciones, le quedarán apenas dos años hasta la Presidencia, dos años
que además no estarán signados por respuestas a una gestión sino por una labor
parlamentaria mucho más benévola a la hora de situar en el banquillo de los
acusados a los candidatos o llevarlos hacia el ojo de la tormenta.
Si
el ex UCeDe seduce no es por su diferencia con Cristina ni por presentar
alternativas válidas a su concepción de la política que por otra parte ha sido
compartida. La seducción es proporcional al grado de ambición que hay
en aquellos que, de la noche a la mañana, descubren lo nuevo en lo viejo. Hasta
ayer Massa era eso.
De
pronto, y por esas peculiaridades de los argentinos y la necesidad de
pertenencia, de vínculo con quien se cree manejará los hilos del poder en poco
tiempo, empezó a cotizar en alza hasta pasar del cesto de deshechos al estante
de antigüedades. Se podría decir que ahora Massa es “vintage” pero no
que es parte de lo viejo… Sutilezas claro que no modifican la esencia.
Posiblemente
deba darse al joven político el beneficio de la duda y alguna opción concreta
para demostrar su “arrepentimiento”. Difícil es negársela en un contexto donde
se le da chance hasta a un Sergio Schoklender y a un Ricardo Jaime, sin ir más
lejos… Si ninguno se ha ido y los que se escondieron por un rato
vuelven a asomar sin ponerse colorados, ¿por qué negarle a Massa la posibilidad
de mostrarse? Claro que la redención no será del país sino de sí mismo.
Pero
al margen de las imágenes y posibilidades, la pregunta que debería hacerse a
una semana de las primarias apunta a desentrañar cuánta gente votaría si no
fuesen obligatorias las mismas. ¿Importa la democracia en Argentina o
únicamente cuenta un pasar cómodo desde el punto de vista económico? No sea
cosa que la libertad sea entendida apenas como “tener el peso para el mango”.
La respuesta solo pueda darla cada uno y seguramente lo hará en el cuarto
oscuro.
Finalmente, en
el escenario preelectoral se ha establecido la idea que criticar a Sergio Massa
es ser funcional al kirchnerismo y votarlo es ser práctico. En ese
contexto, el massismo surge como sinónimo de pragmatismo. Definiciones extrañas
de la Argentina contemporánea…
Lo
cierto es que más allá de las especulaciones y la ambición que lleva a muchos a
enfilase detrás del que tiene más chance se hayan otras variables que nos
definen como una sociedad amansada por la costumbre de soportar la adversidad
con una facilidad magnánima. La férrea apuesta al cambio solo aparece
en estas latitudes cuando es el bolsillo el que colapsa. La moral no suma en
las urnas, no hace campaña.
Por
otra parte, es dable advertir el por qué el gobierno nacional seguirá apostando
a destruir la educación de la población y a empobrecer aún más al país: las
encuestas muestran que su voto cautivo solo se mantiene en las franjas más
pobres y marginadas.
Cualquiera
sea el panorama, el 12 de Agosto habrá una versión oficial de los resultados
que es simple de adelantar. Cristina mostrará su eventual fracaso como un
triunfo amparada en mayorías más virtuales que fácticas, sosteniendo que la
sumatoria de éxitos en provincias chicas es mayor al fracaso que obtendría en
la provincia de Buenos Aires y en la ciudad autónoma. Pretender que la jefe de
Estado asuma una derrota es utopía.
Sobre
esa mentira se erigirá pues la campaña oficialista hasta Octubre próximo donde
lo que estará en juego será mucho más importante que esta interna
acallada pero virulenta entre el gobernador bonaerense, Daniel Scioli y el
intendente tigrense, Sergio Massa.
Por
el momento puede que lo importante sea obtener el 50% más 1 de los votos
contrarios al gobierno para ponerle freno, sin embargo en Octubre lo que cuenta
es lograr que el kirchnerismo no adquiera la mayoría en senadores y diputados. A
simple vista la cuenta pareciera ser la misma pero hay que ver también cuantos
de los votados son factibles de ser comprados por el oficialismo una vez
asumidos los cargos.
Ahí
está el verdadero desafío del electorado: ensobrar en el cuarto oscuro
a aquel cuya conducta frente al apriete y la coima pueda ser prevista de
antemano. En ese caso hay que ser algo más que pragmático…
0 comments :
Publicar un comentario