Por Eduardo Antonelli |
El autor de estas líneas tiene la inmensa satisfacción
intelectual de haber considerado que el peronismo kirchnerista fue un fraude
siempre, o sea, desde que Néstor Kirchner se postulara como candidato a
Presidente de la Nación en 2003. Probablemente se trate de una desconfianza
generalizada hacia el “pragmatismo” de muchos peronistas, quienes, con
importantes excepciones por supuesto, no trepidan en llevar a cabo giros
copernicanos si las cosas así lo aconsejan, y nuevamente otro giro
copernicanos, con lo que la situación queda como al principio –dan “giros de
360° para cambiar las cosas”, como decía el inefable General Galtieri- aunque
generalmente las cosas quedan peor; ejemplos, la privatización-estatización de
Aerolíneas, la de los aportes jubilatorios, y recientemente, hasta giros de 540°
-o sea 180, más 180, más 180…- que es el caso de YPF: privatizada, estatizada,
nuevamente privatizada, o casi, con el convenio con la Chevron, o sea, Standard
Oil…
Oportunamente, el autor de estas líneas consideró un error
la refinanciación de la deuda externa con una quita del 75%, no basado en la
conveniencia o inconveniencia de ése u otro porcentaje, sino en que no es
correcto imponer criterios unilaterales en una relación contractual;
precisamente, porque no es correcto hacerlo, una parte de los perjudicados no
aceptó el trato y hoy los tribunales de Estados Unidos le están dando la razón.
El autor también criticó el trato patoteril de Néstor Kirchner a todo el mundo:
la oposición, la Iglesia, las Fuerzas Armadas, el Uruguay, etc. y en definitiva
todo el accionar de su gobierno; y luego, el de su mujer, la actual Presidente
Fernández, por iguales y similares características de conducta. No obstante,
este comportamiento, que estaba acompañado además por claros actos de
corrupción que ya eran públicos antes de haber sido resaltados todavía más por
las recientes denuncias periodísticas, parecían disimulados por la “notable
performance” económica que mostraba la Argentina “gracias” al modelo. Este
autor, no obstante, señalaba que estos resultados no se daban “gracias a”, sino
“a pesar de” la pésima gestión que se patentizó hacia 2005 aproximadamente, en
que la inflación comenzó a crecer indisimuladamente, para ya no retroceder más.
La torpeza unida a la osadía del gobierno peronista de los Kirchner no se detuvo
y el desenfreno del gasto público llevó a apropiarse de porciones cada vez
mayores de la renta del “yuyito”, hasta el freno a “la 125” y luego prosiguió
con el despojo a los jubilados y la toma por asalto del Banco Central, a lo que
siguió el financiamiento descarado del déficit fiscal imprimiendo dinero, lo
que potenció la inflación. Tampoco se salvó YPF en la que se creyó encontrar
otra Piedra Filosofal, pero que resultó un agujero negro, que el reciente
acuerdo con Chevron-Standard Oil intenta corregir, vacas muertas mediante. Sin
embargo, la capacidad de asombrar del peronismo kirchnerista no había llegado
todavía a su límite: el hostigamiento permanente a las Fuerzas Armadas,
responsables unilaterales, según el relato del peronismo kirchnerista, de los
horrores vividos durante los años setenta y posteriores que comenzaron con la
aparición de la organización terrorista peronista Montoneros asesinando al
General Aramburu y otros crímenes, seguidos luego por otros tantos asesinatos
perpetrados por las otras “formaciones especiales” peronistas, en este caso, de
extrema derecha, la Masacre de Ezeiza, la Triple A y el Terrorismo de Estado,
continuado luego por la Fuerzas Armadas en forma explícita luego del golpe de
estado de 1976; se decía que el hostigamiento a las Fuerzas Armadas por la
responsabilidad unilateral de todos estos crímenes brutales que el peronismo
kirchnerista les endilga, se había mantenido incólume hasta estos últimos días;
en otras palabras, en medio de tantos cambios efectuados en nombre del “modelo
que no se toca” pero se retoca todos los días, la hostilidad hacia las Fuerzas
Armadas fue una verdadera constante en el peronismo kirchnerista. Sin embargo,
ahora todo cambió. Las Fuerzas Armadas ya no necesariamente son el enemigo, o
al menos no una parte de ellas, que pasarían a formar parte de una “remake” del
“Profesionalismo Integrado” del fugaz Comandante del Ejército Alberto Numa
Laplane en 1975, que disgustó profundamente a la mayoría del Ejército de
entonces. Solamente una profunda hipocresía y cinismo, que trasciende el
proverbial “pragmatismo” peronista, puede explicar que la Presidente Fernández
promueva a la Jefatura del Ejército a un personaje como César Milani, con
antecedentes de violaciones a los derechos humanos, participación en
alzamientos “carapintada” y ostentosas
demostraciones de probable enriquecimiento ilícito.
El autor de estas líneas nunca compartió la tesis de “un
único demonio”, o sea las Fuerzas Armadas según el relato del peronismo
kirchnerista, como responsable excluyente de los espantosos e innumerables
crímenes soportados por la Argentina en la década de los setenta. En todo caso,
si hay un responsable explícito es el propio peronismo y Perón en particular,
que alentó “formaciones especiales” de derecha e izquierda, incluso dentro del
propio estado, como la Triple A. Sin embargo, una cosa es rescatar a las
Fuerzas Armadas de errores y excesos aunque sea de muchos de sus integrantes de
los años setenta, basándolo en que están de por medio juicios y condenas a
estos perpetradores, a la vez que con la misma vara se condena a los
terroristas guerrilleros que asesinaron indiscriminadamente a quien bien
viniera, y otra muy distinta es “reivindicar” a esas Fuerzas Armadas
encumbrando a alguien acusado de violaciones y presuntos crímenes, con también
presuntas responsabilidades de riqueza mal habida. Esto, sencillamente, es el
colmo, o bien, la “frutilla del postre” de este peronismo kirchnerista carente
por completo de códigos éticos. Ante esto, que es la culminación del mayor
cinismo que probablemente haya sufrido la Argentina, no cabe sino el más
completo repudio.
© Agensur.info
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