El Papa ha elegido el país con mayor número de católicos del mundo y que aunque está saliendo de la pobreza aún tiene las venas abiertas de una profunda desigualdad social. Desde Brasil hablará a todas las periferias abandonadas y humilladas del planeta y a todos los países emergentes que pueden caer en la tentación de poner sus riquezas en manos de los que menos las necesitan.
Amigos del Papa aseguran que la importancia que ha dado a su
viaje a Brasil, donde permanecerá una semana, se debe a que desde allí desea
presentar al mundo su programa de gobierno. Lo escucharán cerca de seis mil
periodistas llegados desde todos los rincones del mundo.
En sus primeros cuatro meses de pontificado, Francisco ha
ido mostrando con la simbología de los gestos y algunas afirmaciones clave que
desea centrarse en los olvidados del planeta. Ha pedido que la Iglesia no solo
se preocupe por los pobres sino que sea pobre ella misma y hasta mostró su
tristeza en una visita al parque móvil de coches de lujo de los prelados del
Vaticano, a los que pidió austeridad en su testimonio de vida. También ha
arremetido contra las mafias anidadas en el Banco del Vaticano mientras él
sigue viviendo en una habitación de hotel tras haber renunciado a los aposentos
pontificios.
Francisco se ha ido despojando de los símbolos del poder que
alejaron durante siglos al papa de Roma de sus los obispos de la Iglesia. Ni
siquiera se ha llamado "papa" a sí mismo, solo obispo de Roma, que es
lo que es. Ha criticado la “tiranía del dinero” y la “globalización de la
indiferencia” hacia los que sufren.
En Brasil abrirá el resto de su caja de sorpresas y
presentará la identidad de la Iglesia que él desea. Hay hasta quien apuesta que
a partir de sus discursos en Brasil, el catolicismo de América Latina ya no
será el mismo.
Se engañan los que han pronosticado que el papa Francisco va
a Brasil y a América Latina para “frenar la avanzada de los evangélicos” en
favor de los católicos, Francisco aspira a un programa para la Iglesia mucho
más amplio, que sirva incluso como acicate para todas las otras confesiones
religiosas, a las que pronto desea convocar a Roma.
La visión del futuro de la Iglesia que él sueña no pasa por
las viejas teologías, ni siquiera por la teología de la liberación, que nació
en tierras latinoamericanas como antídoto contra las injusticias sociales y que
se inspiraba socialmente en las ideas de El Capital de Marx. La revolución que
presentará Francisco en Brasil viene del cristianismo de hace dos mil años, del
profeta Jesús que proclamó las bienaventuranzas de los pobres, de los que
tienen hambre y sed de justicia, de los hacedores de paz. La teología que
Francisco predicará es la del “evangelio social” del cristianismo, no
ideológico sino práctico.
Hace unas semanas ya pudo escucharse de sus labios el eco de
lo que será el verdadero y definitivo mensaje de su pontificado, cuando recordó
en la periferia de Italia el drama de los emigrantes ilegales que arriesgan su
vida en busca de trabajo. El Papa se preguntó "quién llora por ellos” en
el mundo y en la Iglesia.
La llegada del pontífice a Río de Janeiro para asistir a la
Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) católica hasta el domingo 28 marca el
primer gran viaje internacional que Jorge Bergoglio realiza desde que fue entronizado
en marzo.
El Papa no sólo se reunirá con la presidenta Dilma Rousseff
y otras autoridades y ofrecerá misas, sino que recorrerá una favela que hasta
hace poco era dominada por narcotraficantes y visitará un hospital franciscano
que comenzará a atender jóvenes adictos a las drogas.
"La principal señal que el Papa Francisco quiere
rescatar es una religiosidad que se base en los valores cristianos, la
compasión (…). Por eso el gran énfasis en la pobreza", explicó Silvia
Fernandes, una socióloga especializada en catolicismo en la Universidad Federal
Rural de Río de Janeiro (UFRRJ).
Pero agregó que "eso no significa un cambio en los
rumbos de la Iglesia, necesariamente" y "las cuestiones doctrinarias
más polémicas permanecen".
Antes de su viaje a Brasil, el papa Francisco endureció las
penas del Estado del Vaticano por abuso sexual de menores y creó una comisión
de investigación del banco del Vaticano, envuelto en escándalos financieros.
Sin embargo, André Chevitarese, profesor de historia la
Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) experto en la Iglesia, sostuvo que
falta saber qué hará exactamente el Vaticano con esos y otros temas polémicos.
"En cuestiones importantes como pedofilia, el Banco del
Vaticano y la resistencia al uso de preservativos en áreas devastadas por el
VIH, todavía precisamos oír al papa", indicó Chevitarese a BBC Mundo.
Si Francisco va a aludir o abordar directamente esto durante
su viaje a Brasil es una incógnita, aunque muchos creen que temas como la falta
de castigo a curas pedófilos son parte de la explicación de la pérdida de fuerza
de la Iglesia en la región y todo el mundo.
La proporción de católicos en América Latina pasó del 90% de
la población en 1910 a 72% en 2010, según el Foro Pew sobre Religión y Vida
Pública.
Este centro con sede en Washington indicó que en Brasil, el
país con más católicos en el mundo, quienes se identifican con esa religión
pasaron de 92% de la población en 1970 a 65% en 2010.
Según el último censo, los evangélicos pasaron de 5% a 22%
en el mismo período y quienes no declaran religión saltaron de 1% a 8%.
Esta nueva realidad religiosa brasileña no escapará del todo
al papa: en el propio lugar de la zona oeste de Rio donde celebrará la misa de
cierre de la JMJ el domingo 28, los templos evangélicos de diversas
orientaciones superan ampliamente a las iglesias católicas.
Algo que puede mostrar cómo piensa Francisco enfrentar la
competencia religiosa es la atención que dará en Brasil al Movimiento de
Renovación Carismática, respaldado por el Vaticano pero marginado por su estilo
durante la visita de Benedicto XVI al país en 2007.
Con curas que cantan en público, actos transmitidos por
internet y TV y ventas masivas de CDs y libros, este movimiento se vuelto un
imán para muchos jóvenes y permitió disminuir la pérdida de fieles, en su
mayoría hacia iglesias evangélicas.
Está previsto que el padre Marcelo Rossi, un sacerdote que
es la cara más visible de los carismáticos en Brasil, participe de un evento
papal en Rio.
Algunos también se preguntan si el papa Francisco hará algún
gesto hacia la Teología de la Liberación, que tuvo fuerza en América Latina en
el pasado y al que los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI combatieron por
considerarlo un movimiento político de inspiración marxista.
La prédica de Francisco evoca el discurso a favor de los
pobres de la Teología de la Liberación, pero los expertos advierten que el
énfasis del papa está mucho más en cuestiones morales y espirituales que
políticas.
"Habrá que ver a quién se acerca: si a los teólogos de
la liberación y a los progresistas, si se acerca a los carismáticos o si
mantiene una línea intermedia donde no ataca a ninguno de los dos sino que los
ve como vertientes que pueden servir para la re-evangelización del
continente", sostuvo Vásquez.
Papa político
El país fue sacudido el mes pasado por una ola de
manifestaciones que llevó más de un millón de personas a las calles, en su
mayoría jóvenes, para exigir mejores servicios públicos y denunciar los altos
costos del Mundial de fútbol 2014 en vez de invertir más en salud y enseñanza.
Se espera que el Papa, que ya ha indicado a través de
allegados que ve con buenos ojos estas protestas, aluda al descontento social
para enfatizar ante la juventud su mensaje de humildad y contra el consumismo.
Pero las autoridades brasileñas temen que la visita haga
resurgir las manifestaciones, que podrían afectar el desarrollo de la JMJ.
En este sentido, quizás el viaje de Francisco a Brasil también
sirva para comenzar a entender hasta qué punto está dispuesto a abordar temas
políticos sensibles en la región.
Mientras fue arzobispo de Buenos Aires, el actual Papa tuvo
diferencias con el gobierno argentino de Cristina Fernández sobre asuntos
sociales como el matrimonio homosexual.
Pero eso fue antes de que cambiara de cargo y de nombre, y
algunos creen que ahora el balance entre lo religioso y político será más
delicado para el pontífice. "Va a presentar una crítica de los abusos y
las injusticias sociales", anticipó Vásquez, "pero no puede ser una
crítica súper política".
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