Por Gabriel Profiti |
Varios actores de peso de la política nacional interpretaron
que sin 2013 no hay 2015. Lo pensó Cristina Kirchner que pondrá en el campo de
juego una combinación de candidatos incondicionales, taquilleros y jefes
territoriales para las elecciones cruciales de medio término, y también lo
pensó Sergio Massa, quien buscará abrirse paso dentro de la siempre intensa
interna del peronismo.
Massa logró erigirse en eje del ajedrez electoral a partir
de encuestas que lo posicionan como un competidor determinante, pero ahora
tendrá que salir a jugar en una cancha difícil como la estratégica provincia de
Buenos Aires y revalidarlo en las urnas.
La aparición del alcalde de Tigre, previsible pero sostenida
en la indefinición hasta el final, tiró de la punta del mantel y por la noche
muy tarde se acomodaron las piezas.
Así, Cristina contrapuso otro intendente joven como Martín
Insaurralde para "aguantar los trapos" -según la última expresión del
ultrakirchnerismo-; Scioli decidió acompañar al Frente para la Victoria, pese a
no ser recompensado; y Mauricio Macri buscará sacar rédito de un desbalanceado
acuerdo con Massa en caso de que el de Tigre logre una victoria en Buenos
Aires.
Scioli estuvo a punto de romper con el Gobierno y forjar un
acuerdo con el exinterventor de la ANSeS. Pero el viernes, luego de varias
reuniones comenzó a hablar de priorizar la responsabilidad institucional que le
compete. Habrá que ver si todos los actores lo entienden igual en la provincia
de Buenos Aires, sobre todo porque no resignará sus pretensiones
presidenciales.
Para el Gobierno es un mala noticia, pero tampoco es
bienvenido para los otros actores la contienda teniendo en cuenta que dividirá
el voto antikirchnerista con un discurso de equidistancia entre el oficialismo
y la oposición.
En los hechos, Massa prevé lograr un triunfo en las
elecciones de octubre y luego dar un salto del Congreso hacia una candidatura
presidencial.
Sin embargo, se convertirá en enemigo de un Gobierno que no
tiene intenciones de mostrarse en retirada y también deberá vérselas con
Scioli, en una interna del peronismo que -hoy por hoy- muestra nuevamente a los
candidatos mejor posicionados del abanico electoral para 2015.
La campaña le exigirá definiciones y ese será su principal
desafío. En sus primeras declaraciones como candidato cuestionó la reforma
constitucional y la re-reelección. Por lo menos cuatro opciones relevantes
estarán en los cuartos oscuros de la provincia de Buenos Aires -40 por ciento
del padrón electoral- en las Primarias del 11 de agosto. Se supone que el
"opositor" más votado, luego polarizará con el oficialismo.
Cristina Kirchner acarrea ese dilema en Buenos Aires, pero
también en otras provincias clave como la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe,
Córdoba y Mendoza, donde sus candidatos tienen escasas a medianas posibilidades
de ganar la elección, según el caso. Eligió a incondicionales
Un resultado mediocre del Frente para la Victoria archivará
cualquier intento de reforma constitucional para la re-reelección, que algunos
dirigentes del oficialismo se empeñan en mantener vigente.
El último reclamo de establecer una reforma de la Carta
Magna es muy reciente. Se dio la semana pasada luego de que la Corte Suprema de
Justicia frenara la elección popular de consejeros de la Magistratura.
Esa jugada, en términos electorales, buscaba nacionalizar
con una lista única de consejeros comicios distritales. Por ahora, la
Presidenta decidió usar ese revés como motor discursivo de sus últimas
apariciones. Quizá sea eje de la campaña del oficialismo.
Otro de los resultados parciales de la campaña fue la
decisión de todos los sectores políticos de volver a desaprovechar las
Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias como instrumento para potenciar a
los partidos. La lucha de egos y la dedocracia volvieron a ganar la pulseada.
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