Por Ignacio Fidanza |
“Tenemos que pensar una estrategia para comunicar esto”, afirmó sobre el cierre de listas un demudado Alberto Pérez, ante la plana mayor del sciolismo que lo escuchaba en las oficinas del microcentro porteño. Varios de los ministros presentes tenían el DNI en el bolsillo y habían pasado las últimas 48 horas esperando un llamado que nunca llegó, para firmar como candidatos.
El jueves previo al cierre, Scioli llevó hasta el límite la amenaza de una ruptura con la Casa Rosada y avanzó en una posible alianza con Sergio Massa y Francisco de Narváez. El intendente de Tigre le puso el oído a todas las intrigas, pero mantuvo una prudente distancia interna: “Nos usan para que Cristina lo llame”, sintetizó. El problema es que esos llamados nunca llegaron.
Y sin embargo, el viernes por la noche Scioli desistió de
avanzar en el acuerdo con el ex jefe de Gabinete. Fue una movida que alimentó
las versiones de un entendimiento entre Scioli y Cristina. Pero con el paso de
las horas se supo que Cristina vetaba los candidatos que proponía: Alberto
Pérez, Alejandro Collia y la propia Karina Rabollini y le pedía que encabece él
la boleta de diputados y asuma en diciembre. O sea, una oferta imposible: Que
renuncie.
Misteriosamente al entrar la noche, Scioli lanzó un
disparatado operativo de prensa en el que mezcló frases que buscaron ser
ingeniosas con relatos de un supuesto partido de fútbol en su quinta de La
Ñata. Hasta tuiteó a través de un vocero de la gobernación una foto familiar
con su nieta, luciendo la camiseta naranja de su equipo. Todo eso lo hizo
mientras sus ministros consumían sus nervios en las desangeladas oficinas del
Banco Provincia, esperando una definición que nunca llegó.
Fue el epílogo lamentable de una serie de pasos
desafortunados que dejaron al gobernador de la provincia más importante del
país como uno de los perdedores de la noche. Pero lo que perdió fue más que un
puñado de legisladores. Sufrió una derrota importante en el primer round que
libró con Sergio Massa por la candidatura a presidente en el 2015.
Es verdad que Scioli sigue midiendo y en caso de derrota del
kirchnerismo tendrá la excusa perfecta para despegarse. Pero en la pelea cuerpo
a cuerpo de poder su liderzazo salió lastimado y hay mar de fondo en el
sciolismo.
Es que el intendente de Tigre fue en el cierre un mal espejo
para el gobernador. Estiró hasta el final el misterio y cuando la mayoría del
establishment político aseguraba que nunca se iba a animar a enfrentar al
Gobierno y de manera interesada deslizaban que le convenía “preservarse”, lo
hizo y en toda la línea.
Presentó una lista llena de nombres conocidos -ninguno
kirchnerista-, en una búsqueda de apertura a la sociedad, justo cuando el
kirchnerismo se repetía a si mismo ofreciendo una boleta que -con la honrosa
excepción del interesante intendente de Lomas de Zamora, Martín Insauralde-,
ofrece menos de lo mismo. Alcanza con repasar los nombres, todas reelecciones
de los más fanáticos de la bancada oficialista. De manera que el discurso de
renovación de la política que suele agitar Cristina, al menos en esta lista no
se vio plasmado.
El peronismo ya venía mirando a ese prometedor alcalde del
norte del Conurbano. Esta noche su nombre alcanzó otra densidad. Los sondeos
más conservadores pronostican que coronará al menos 12 diputados nacionales
–podría escalar a 16- y una enorme cantidad de legisladores provinciales y
concejales.
En diciembre se convertirá de un día para el otro en el
líder de una de las bancadas más importantes de Diputados –ya que no hay que
ser imaginativo para anticipar las voluntades que sumará- y en los hechos
ejercerá una suerte de cogobierno en la provincia, en la que orillará el
control de la Legislatura. Es decir, reforzará con poder real la promesa de
futuro que hoy encarna.
Hizo lo que los peronistas esperan de un nuevo líder:
Demostró ambición de poder y coraje para dar las peleas necesarias, aunque se
aventuren peligrosas.
Pero el drama que se vislumbra detrás de estos
acontecimientos es la declinación del kirchnerismo. Cristina se dio el gusto de
humillar a Scioli. Tal vez sea uno de los últimos gustos grandes que se
dedique. Porque ese gesto imperial no logra ocultar lo obvio: En sus listas
provinciales y municipales se impuso arrollador el peso de los históricos
barones del Conurbano, los mismos que doblegaron a Kirchner luego de la
“traición” del 2009 y que se suponía en este turno iban a ser víctimas del ascenso
irrefrenable de La Cámpora, que quedó relegada a los márgenes.
La candidatura de Massa anticipa así el fin del proyecto
reeleccionista. Los votos que le drenará al oficialismo en la inmensa Buenos
Aires, se sumarán a los resultados adversos que podrían darse en Capital,
Córdoba, Santa Cruz, Mendoza, Santa Fe, San Luis, la Pampa y muy peleados en
Chubut, Corrientes y Catamarca.
Es posible que el Frente para la Victoria sea la fuerza
nacional con mas votos y que más legisladores sume, pero si el porcentaje
nacional le cae por debajo del 40 por ciento se terminan los sueños
hegemónicos. El kirchnerismo será dentro del peronismo una fuerza en retirada,
como lo fue el menemismo en sus últimos dos años de mandato.
Buenos Aires era el terreno para equilibrar esa pelea y por
alguna de esas razones que sólo Cristina entiende, dejó que se le escape Massa
y maltrató a Scioli al punto de asegurarse que en el mejor de los casos, su
acompañamiento será a reglamento.
0 comments :
Publicar un comentario