Por Alfredo Leuco |
Nadie castiga más duramente a Daniel Scioli que Cristina
Fernández. A esta altura del año, todavía no le giró un centavo. Intenta
asfixiarlo económicamente pese a que todos los años aportaron más del 17% del
dinero para pagarles a los docentes. Le grita en la cara para humillarlo y
esmerilarlo institucionalmente. ¿Qué pretende? ¿Su objetivo es destituirlo,
obligarlo a que pegue un portazo y renuncie? Ni los opositores como Francisco
de Narváez, Margarita Stolbizer o Ricardo Alfonsín han sido tan feroces. Ni sus
competidores internos como Julián Domínguez, Florencio Randazzo o la mismísima
Alicia Kirchner se atrevieron a tanto.
Todos ellos son tan prudentes como el propio gobernador. Por
estilo y porque leen las encuestas en donde la principal demanda es la de
liderazgos integradores, que dejen de escupir odio y de dinamitar la
convivencia nacional.
Sin embargo, Cristina va a fondo. ¿Cómo se explica que le
dispare misiles al gobernador de la provincia en la que está urgida de ganar en
octubre? ¿Cuál es el rédito político que piensa obtener? Scioli es el
gobernador más votado de la historia de la provincia, junto a Sergio Massa está
entre los de mayor imagen positiva y mantuvo una lealtad cristinista y
cristiana: puso la otra mejilla frente a cada cachetazo. Ayer mismo, en Tandil,
dijo “soy consecuente y no obsecuente”. Cuando Daniel Peralta, el gobernador de
la cuna del kirchnerismo, le aconsejó que rompiera dijo que sólo “va a romper
con la injusticia, las cocinas de paco y la inseguridad”. Néstor Kirchner
eligió a Scioli como candidato en puestos claves en cinco ocasiones: desde
vicepresidente hasta gobernador pasando por diputado testimonial. Entonces, la
pregunta del millón regresa con mayor inquietud: ¿Por qué motivo Cristina se
ensaña tanto? ¿Cuál es su ganancia? ¿Qué estrategia tiene en su cabeza? Se sabe
que la Presidenta nunca lo quiso. Lo desprecia porque lo califica como un
menemista gerente de las corporaciones. Está convencida de que los medios lo
protegen por eso. No entiende lo básico de las relaciones humanas: difícilmente
alguien ataque si no es atacado. Es que su rencor y su ira no le permiten ver
lo evidente: si no tiene candidato taquillero en el distrito es sólo por culpa
de ella. Si no han florecido mil flores, como quería Néstor, es porque Cristina
pisotea todos los brotes. Reclama que la defiendan pero congela a cada ministro
que se atreve a hacer alguna declaración que no sea una copia exacta de su
pensamiento. Los tiene encadenados y cortitos. No hay cuadro político que
crezca diciendo todo el tiempo “sí señora” y mucho menos si lo hace en la
intimidad. Eso da suma cero. La prueba es que lo candidatos que mejor miden en
todos los distritos tienen un solo denominador común y obvio: nivel de
conocimiento. Nadie vota al que no conoce.
¿Cuál será el próximo paso de Scioli? Más de lo mismo. Agua
y ajo. A aguantarse y a joderse. Diferenciarse en el estilo, hablar con todo el
periodismo como hizo ayer, no pegarle latigazos a nadie y seguir apostando a la
columna vertebral de la política argentina: el peronismo. ¿Qué pieza moverá
Cristina? La dama y el apellido. Desde que los pingüinos desembarcaron en el
poder, además de instalar una mina de megacorrupción
a cielo abierto, pusieron siempre el apellido Kirchner en las elecciones de la
provincia donde se cocina el estofado. Cristina senadora en 2005, presidenta en
2007, Néstor testimonial en 2009, y otra vez Cristina como jefa de Estado en
2011. ¿Dejará sin ese apellido las boletas esta vez? Muchos creen que Ella
bendecirá a la hermana Alicia y que se la cargará al hombro, tal como Lula hizo
con Dilma. Otros, los más audaces, los que dicen que Cristina no tiene límites
y siempre juega al borde del precipicio, insisten en que ella misma será la
candidata. Que como buena altanera y omnipotente dirá: “Nadie me puede defender
mejor que yo”. Que propondrá una suerte de plebiscito sobre su gestión: si
quieren que siga, necesito que aumenten mi poder. Y de paso, abriría las
puertas para el operativo clamor por la re-re y la eternización. Es una jugada
de alto riesgo, casi suicida, al todo o nada. Pero es redoblar la apuesta como
le gusta. ¿Se imaginan lo que pasaría institucionalmente si Cristina fuera
derrotada en las urnas por De Narváez como ya ocurrió con Néstor y como no
descarta ninguna encuesta seria? Sería el parto de un pato rengo precoz e
inquietante. ¿Y si gana? Se queda a vivir en la Casa Rosada.
La Presidenta le exigió a Scioli que no la tratara de
estúpida ni de idiota. Y le dijo que fue a poner la cara en las inundaciones de
La Plata aunque ella no tenía nada que ver. Es lo mismo que decirle al
gobernador que es un inútil y que ella le va a enseñar cómo se gobierna.
Encima, Julio De Vido reparte humo, promesas, dinero y obras para el plan
quinquenal a los gobernadores y a Scioli ni lo llaman. Sin que se le caiga la
cara de vergüenza, el responsable del agujero negro energético y del colapso
del transporte aseguró que la inversión será de 600 mil millones de pesos.
Ampliación de infraestructura y de bóvedas.
Faltan apenas diez días para la hora de la primera verdad.
El 12 de junio vence el plazo para inscribir las alianzas electorales. Las
negociaciones se recalientan y el aire se llena de operaciones. Aumenta la
densidad de mentiras por metro cuadrado pero es el momento de las definiciones.
Es casi imposible que socialistas y radicales vayan juntos en Capital, Buenos
Aires, Córdoba y Mendoza. Fracasarían si no pueden replicar el modelo Santa Fe.
Si Roberto Lavagna no cierra con Macri en la ciudad, es probable que Graciela
Ocaña le acerque su prestigio. Nadie garantiza que haya acuerdos, pero
aflorarán ofertas generosas de último momento del peronismo a los macristas que
acusan peso en la balanza: Baldassi, De Angeli, Del Sel.
¿Para qué lado patearán los intendentes que lidera Sergio
Massa? ¿Se sumará De Mendiguren a alguna lista? Duhalde lo vio primero y
Cristina lo desperdició como a la década. Las encuestas muestran que inflación,
inseguridad y corrupción están en el podio de las preocupaciones ciudadanas.
Justo las tres demandas que Cristina pretende atender recién ahora y con
remedios mucho peores que la enfermedad.
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