Por Alfredo Leuco |
Cristina puso en marcha la última etapa de un peligroso plan
para “cristinizar” a las Fuerzas Armadas y convertirlas en un instrumento más
de su intento de eternizarse en el poder.
Cristina puso en marcha la última etapa de un peligroso plan
para “cristinizar” a las Fuerzas Armadas y convertirlas en un instrumento más
de su intento de eternizarse en el poder.
La sorpresiva designación del general César Milani como jefe
del Ejército, confirma que la Presidenta no reconoce límites institucionales y
está dispuesta a cumplir su promesa de ir por todo a tambor batiente y a paso
redoblado.
Fiel a su lógica de construcción que implica fracturar cada
institución para luego intentar cooptarla con tropa propia, la Presidenta tomó
la inédita decisión de colocar en la cima de los uniformados a su militar
preferido, peronista de cuna, admirador de Hugo Chávez y dueño del aparato de
inteligencia más sofisticado y oneroso para el Estado después del que dispone
la ex SIDE.
Milani construyó una íntima relación con la ex ministra de
defensa Nilda Garré y con su asesor Horacio Verbitsky quien, curiosamente,
también fue un experto en inteligencia pero de Montoneros. La mesa chica mas
ideológica del kirchnerismo fomenta que los militares chavistas sirvan como
espejo para nuestras fuerzas armadas. Involucrar a los hombres de armas en la
política en general y en las internas partidarias en particular, es un proyecto
inquietante y casi suicida. El terrorismo de estado debería haberles enseñado
que la sociedad civil debe profesionalizar y mantener a los militares
totalmente alejados de la política sectorial. Pero la generación de Cristina,
Garré y Verbitsky nunca abandonó el delirio de contar con esos “ejércitos
nacionales y populares” que hoy tienen en Venezuela a su máxima expresión. La
condición militar de Juan Domingo Perón y las formaciones especiales de la
guerrilla peronista abonaron aquella utopía durante lo que se llamó “Operativo
Dorrego”. Fue en 1973, con Héctor Cámpora como presidente y se realizaron
acciones conjuntas entre la Juventud Peronista de las regionales que encabezaba
el actual legislador Juan Carlos Dante Gullo y el Ejército a cargo del genocida
llamado Albano Harguindeguy quien luego fue ministro del Interior de Jorge
Videla. Marcharon y acamparon juntos para realizar tareas sociales. Hoy las
versiones en lo más concentrado del poder dicen que el trabajo de La Cámpora
durante las inundaciones en La Plata contó con gran colaboración logística del
ejército argentino y que eso sólo fue un primer paso con la excusa de la
integración definitiva de los militares a la democracia.
El plan empezó hace varios años con la excelente intención
de extirpar a los militares nostálgicos de la dictadura. Luego se enrareció
cuando empezaron a discriminar a varios oficiales por portación de apellido y,
finalmente, todo terminó por ensuciarse definitivamente a la hora de ascender
discrecionalmente, sólo a los amigos o a los que manifestaron a viva voz su
pertenencia al proyecto cristinista. Esa actitud es antidemocrática pero además
es letal para la eficiencia y fortaleza profesional de la fuerza. Genera
resentimiento entre los militares cuyas carreras no progresan gracias a sus
méritos, como debería ser.
Así como en los últimos tiempos el gobierno de Cristina
intentó colonizar y domesticar a la
Justicia y los medios de comunicación para evitar que los controlen, ahora
intentan colocar al brazo armado de la Nación al servicio de sus intereses
personales.
Fracasaron cuando lo quisieron hacer con la Gendarmería y la
Prefectura quienes se insubordinaron por maltrato y mal pago. Hoy, están ubicando en los puestos más altos a los
encargados de hacer inteligencia estratégica que, sin tener hipótesis de
conflicto a la vista, cuentan con un presupuesto de 333 millones de pesos, tal
como adelantó PERFIL ayer. Hay un sector de los espías civiles que conducen
Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher que viene trabajando en forma mancomunada
con los topos verde oliva, sobre todo en la búsqueda de mugre personal y de
todo tipo, para erosionar la credibilidad de opositores, jueces y periodistas.
Esto es mas grave si recordamos que este gobierno aprobó la ley antiterrorista
y mantuvo hasta que se descubrió el “Proyecto X” que tenía intenciones
persecutorias y represoras de distintos referentes gremiales y sociales.
El general Milani no se mantuvo al margen en ninguna de las
ocasiones en que la política atravesó en forma traumática al Ejército.
Ni durante la dictadura, con su tarea conspirativa en
Tucumán; ni durante los nefastos levantamientos carapintada de Aldo Rico y
Mohamed Ali Seineldín. Precisamente durante el ataque institucional que comandó
este último en 1994, Milani recibió una de las dos sanciones que registra su
legajo: 8 días de arresto.
En Cosquín, en la calle Obispo Bustos, hay una Unidad Básica
llamada César Milani. Es en homenaje a su padre que se llamaba igual. En su
juventud, llegó a la capital nacional del folclore de una manera muy extraña.
Había contraído tuberculosis durante la colimba y por ley, el Ejército debió
hacerse cargo de su tratamiento en los legendarios sanatorios serranos
dedicados a ese flagelo. Además tuvieron que darle el mínimo grado militar.
Peronista de libro, César Milani integró la comisión que ideó el célebre
festival coscoíno y fue un dirigente negociador si lo comparamos con Olga
Pérez, su esposa, mucho más combativa y seguidora de Eva Perón.
Milani, el flamante jefe del Ejército, se llama César Santos
Gerardo del Corazón de Jesús. Suele visitar en forma reservada a su hermano
Rodolfo, un abogado que junto al intendente Marcelo Villanueva, lograron la
ayuda de Julio de Vido para construir una importante obra vial que, como todas,
fue con la designación de la empresa constructora amiga incluida. Sus vecinos,
consideran a los Milani como buenos peronistas que alguna vez se encolumnaron
con José Manuel de la Sota. El hijo de Rodolfo, que comparte nombre y profesión
con su padre, en su twitter se autotitula hincha de Belgrano aunque exhibe la
imagen del Che Guevara en la Plaza de la Revolución de Cuba y celebra a Hugo
Chávez porque “dejó un pueblo lleno de fuerza para seguir con su revolución”.
Tal vez el sobrino exprese en esos 140 caracteres las convicciones mas
arraigadas del flamante superjefe del Ejército K. Ojalá no le guste jugar con
fuego. Ya se sabe que a las armas las carga el diablo.
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