Por Gabriela Pousa |
Cualquiera puede predecir hoy, aunque sea a grandes
rasgos, qué dirá el diario de mañana, y mañana no tendrá motivo para asombrarse
a no ser que haya vivido en un tupper. La coyuntura argentina es
grotesca. La mítica bóveda de Cristina es apenas un símbolo, una radiografía
que nos determina, un emblema. La ignominia camina entre nosotros como
una más, convivimos con ella como convivimos con un paraguas cuando hay
tormenta.
No hay casualidades. Una cosa lleva a la otra. No
sabía de su existencia quién no quería saberlo. Los Kirchner no devinieron
corruptos de un día para otro, quizás la mirada absorta frente a un LCD o un
plasma distrajeron… Lamentablemente, el bolsillo sigue siendo el órgano más
sensible del argentino.
Lo cierto es que hasta es posible que toda imagen y
evidencia de la estafa que representa esta máscara de democracia, nos suene a
poco. Pasó, sin ir más lejos, la semana pasada cuando Miriam Quiroga
decidió romper el silencio. “No dijo mucho” fue una opinión repetida
como si necesitáramos escuchar más para conocer la trama y sus reversos.
Si en algo se diferencia este pueblo al de hace 203
años es en el conocimiento. El pueblo sabe con creces de qué se trata,
quiénes son los responsables directos, quiénes los cómplices por acto u
omisión, donde están las causas y donde las consecuencias de estar presenciando
este saqueo.
A lo mejor no está completamente claro la identidad
de las víctimas, es decir el quienes sufren realmente todo esto, y es por eso
que las amenazas a un fiscal se limitan a un “qué barbaridad“. Y
los rumores de una expropiación al diario Clarín no se leen como lo que
realmente son: la expropiación de su libertad y de la mía para elegir.
Rogelio Alaniz encontró la misma anécdota que yo al
pensar de que manera describir el escenario que nos toca vivir. Y es que hay
puntos en común no con épocas de magnas epopeyas sino con las páginas más
negras.
Cuenta que cuando el comunismo estaba a punto de
derrumbarse, en una de las plazas de Moscú un grupo de disidentes se paseaba
exhibiendo carteles en blanco. Inquietos, los vecinos se acercaron a los
manifestantes para preguntarles qué significaba esa manifestación. A
las pancartas les faltaba la impresión de consignas. Finalmente, uno de los
manifestantes dijo: “¿Es que no han advertido que ya no hay nada más que decir,
que ya todos sabemos todo lo que hay que saber?”.
Como reza el viejo refrán “a buen entendedor,
pocas palabras” y a veces ninguna es una opción válida. De allí que mi
análisis ciertamente está de más. ¿Quién de ustedes no sabe lo que está
pasando acá?
Después de 10 años de analizar al kirchnerismo las
posibilidades son dos:
1) O no me he confundido y estamos llegando
adonde era lógico que llegáramos de acuerdo a los métodos, al camino
escogido y a la concepción política kirchnerista
2) O me he confundido desde el principio y
estamos arribando a la “panacea” de liberarnos ya no de Clarín o Papel Prensa
sino de nosotros mismos.
De aquí en más, será el gobierno quien piense,
decida y elija en nuestro lugar. Es verdad que siempre hay un
porcentaje social convencido del vano confort que otorgan los autoritarismos
bajo el eufemístico “Estado de bienestar“. De allí que
probablemente no encuentre unanimidad en las respuestas.
Lo cierto es que el peligro para la República
ahora no está en “jóvenes idealistas” sino en Balcarce 50. Sin botas estamos
entrando en una dictadura civil. Suena menos duro quizás pero a los fines de la
libertad lo mismo da. Democracia no es únicamente ir a votar cada tanto…
Lo único que nos dejará haber vivido bajo el
gobierno del kirchnerismo será la certeza de haber presenciado la
decadencia política y moral más profunda de nuestra historia, de modo de poder
contar mañana, a hijos, nietos o sobrinos cómo era ser honrado en un país
dominado por una banda de delincuentes atrincherados en sus cargos.
No puedo dejar de recordar en estos días, un
episodio que le sucedió hace algunos años a Bernardo Neustadt mientras
paseaba por El Rastro. Estaba parado mirando una vidriera cuando una
mujer se le acerca. Al verla, Bernardo automáticamente la saludó, creyendo que
podía ser algún espectador de “Tiempo Nuevo”, su programa por
televisión. Error.
La mujer parada frente a él, era ni más ni menos
que Isabelita quién inmediatamente lo increpó diciéndole: -”¿Cómo tiene
usted, el tupé de saludarme? Usted que ha cooperado a mi caída, a mi exilio,
¿tiene el tupé de saludarme?” A esa altura ya había advertido quién era ella. Sin
poder reponerse de la sorpresa, y antes que esbozara palabra alguna, Isabel
Martínez de Perón, continuó: -”No tema, le estoy haciendo una broma, pero
por favor, dígame usted, ahora que yo ya no soy gobierno, ahora que ha pasado
tanto tiempo, ahora que yo no he vuelto, ¿la Argentina está mejor?”
Hoy por hoy, no hay nada nuevo bajo el sol. De
manera que la no respuesta a esa ex presidente de la Nación y la hoja
en blanco, amén de ser un modo de no subestimarlos contándoles lo que saben a
la perfección, es también la más cabal descripción de lo que está pasando, y de
cómo serán las crónicas y análisis si se los deja seguir avanzando.
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