viernes, 24 de mayo de 2013

25 de Mayo de 1810: La Revolución en marcha

La Revolución de Mayo de 1810 (Cuadro de Francisco Fortuny)
Documentos - Los acontecimientos del 25 de mayo comenzaron con el inicio de ese día, a las 0 horas, una continuación de los eventos que llevaron a los revolucionarios a solicitar un nuevo cabildo abierto a tan altas horas de la noche del 24 de mayo y primeras horas del 25.

La plaza frente al Cabildo estaba ocupada por gente desde la madrugada, de un día que amaneció nublado, frío y lluvioso. Pero esto no impidió que la gente se arracimara bajo la Recova que dividía la plaza por lo que hoy es la calle Defensa, y bajo cuanto techo pudiesen encontrar. Cabe aclarar que no había paraguas en esos tiempos, si bien existían, eran un objeto de lujo que no tenía todo el mundo como hoy en día.

La gente permanecía expectante, algunos con aspecto amenazador. Al mando de estos últimos seguían, como en días anteriores, Domingo French y Antonio Beruti. No repartieron cintas blancas y celestes, como se creía, sino cintas blancas y rojas, según recuerdan alguno de los que dejaron sus memorias por escrito. Las cintas blancas y celestes aparecerían exactamente un año después, en el 25 de mayo de 1811, de la mano de los jóvenes morenistas.

La gente esperaba la decisión del Cabildo ante la renuncia de la Junta dirigida por Cisneros. A las 9 de la mañana los cabildantes ya estaban reunidos dentro del edificio. Y no claudicaron, se mantuvieron en sus trece.

 No aceptaron la renuncia de la junta y la obligaron por escrito a que cumpliese con su deber de gobierno, que si fuese necesario mantuviese la autoridad con el uso de la fuerza. Así enviaron el despacho a la junta, o mejor dicho al Fuerte, donde todavía residía el ex virrey Cisneros.

Pero al mismo tiempo, la gente de la plaza había perdido la paciencia, y se cuenta que gritaban: ¡El pueblo quiere saber de qué se trata!. Con ese grito, golpearon en las puertas del Cabildo y entraron sin más.

French, Beruti y Vicente López y Planes, llegaron hasta la sala de acuerdos donde estaban reunidos los cabildantes, y le expusieron que el pueblo estaba muy disgustado, y que era urgente tomar una medida que anulase la junta creada por el Cabildo el 23 de mayo.

Los cabildantes lograron calmar a los revolucionarios, y que volviesen a la plaza a la espera de noticias. Pero no pensaban darles buenas noticias, sino que querían contener al pueblo con la fuerza militar. Para ello consultaron a los comandantes.

 Recién eran las 9.30 de la mañana cuando estos llegaron al Cabildo, y ya había pasado tanto. Leyva les recordó el compromiso que habían tomado el día anterior, de apoyar a la junta. Pero los comandantes que eran de origen español permanecieron en silencio, fueron los criollos dijeron que la gente estaba tan enfervorizada que no sólo no podrían sostener al gobierno, sino que ni a ellos mismos se podían sostener, ya que los tendrían por sospechosos.

Recordemos que ya el 24 de mayo se había sospechado de Cornelio Saavedra porque no había dicho nada, justamente, en la reunión con el cabildo.

La gente volvió a golpear las puertas y a gritar que ¡El pueblo quiere saber de qué se trata!. Ante este panorama desolador, el Cabildo cambió su resolución, y encomendó una delegación que le pidiera nuevamente la renuncia a Cisneros.

Apenas se supo que Cisneros había vuelto a renunciar, los delegados de la gente que se agolpaba en la plaza volvieron a irrumpir en el Cabildo y dijeron que no se conformaban con la renuncia de Cisneros, sino que el pueblo debía asumir el gobierno ya que el Cabildo se había excedido en sus facultades y ya no era de fiar.

En el acta del Cabildo dice: “con nada se conformaría que saliese de esta propuesta, debiéndose temer en caso contrario resultados fatales”. La propuesta a la que se refería era el nombramiento de una nueva junta integrada por la lista que se había distribuido el día anterior.

Así el Cabildo pidió que se presentara por escrito esa petición. Y así lo hicieron, con unas 400 firmas, este documento se conserva hoy en día. Junto al nombre y firma de French y Beruti, cada uno había agregado “por mí y por seiscientos más”. Ante semejante documento, los cabildantes solicitaron que se congregara la gente en la Plaza para ratificar el pedido.

Pero a todo esto el día se había puesto muy feo, y la lluvia arreciaba. Muchos se habían ido, y los que permanecían no estaban en la plaza, sino distribuidos por aleros y galerías. Entonces salió Leyva a la calle, y no vio a nadie y preguntó “¿Donde está el pueblo?”.

 Se cuenta que la gente que estaba cerca gritaba de todo, pero fue Beruti quien dijo “que la gente por ser hora inoportuna se habían retirado a sus casas; que se tocase la campana del Cabildo y que el pueblo se congregase en aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se hacía uso de la campana, mandarían ellos tocar generala y se abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad, lo que hasta entonces se había procurado evitar”.

Con lo del badajo, Beruti se refería a la pieza de metal que cuelga dentro de las campañas y que las hace sonar. Al parecer Liniers la había retirado el 1º de enero 1809, luego de la revuelta de Alzaga a la que nos referimos aquí.

Acto seguido el Cabildo cedió y nombraron a la nueva junta de gobierno, la que hoy en día se conoce como Primera Junta aunque fue en realidad la segunda. Así triunfó el pueblo y la revolución. Una revolución sin sangre. Esta vendría de allí en adelante, ya que los españoles no entregarían todo el territorio de sus virreinatos así como así. Comenzaba la Guerra de la Independencia, si bien oficialmente recién se declaró la independencia de España el 9 de julio de 1816.

© Viaje en el Tiempo

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