domingo, 7 de abril de 2013

Otra tragedia, otro fracaso de la política

Como en Cromañón y Once, se desatendieron alertas. Esta vez la reacción inicial al desastre tampoco fue acorde. El armisticio electoral y la nueva crisis rioplatense.

Por Gabriel Profiti
La política, en términos de herramienta para promover el bien común, volvió a fracasar con las inundaciones fatales de La Plata y la Ciudad de Buenos Aires, como había ocurrido con las otras dos grandes tragedias nacionales de la última década: Cromañón y Once.

Así como en el boliche incendiado en 2004 y el accidente de tren de 2012 habían generado alarmas previas, estas inundaciones también tuvieron antecedentes que podían presagiar un desenlace trágico ante un fenómeno climático como el del martes 2.

Los temporales ya no son tan extraños o descomunales en estas latitudes, más allá de que el nivel de 400 milímetros caídos en pocas horas componen una situación extraordinaria.

Precisamente la cadena de negligencias arrancó con la desatención de los alertas. En 2008, tras otra inundación significativa, la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata elaboró un trabajo en el que pidió terminar con la urbanización descontrolada y la ejecución de planes hidráulicos.

En la Ciudad, las obras están previstas pero el Gobierno porteño adujo falta de avales de la Nación para ejecutarlas. Al margen, Mauricio Macri no pudo resolver todo lo vinculado con el tratamiento de los residuos y se sabe que la basura en las calles es uno de los detonantes de los anegamientos.

A la imprevisión se sumó la falla en la respuesta. Una vez producida la inundación la reacción de la política -en todos los niveles de Gobierno- fue lerda, despareja y anárquica.

Además, varios de los que deberían dar la cara estaban de vacaciones o fuera del país y el esquema de postas no funcionó. Más grave aún es que se oculte o se mienta sobre la ausencia del funcionario, cuyo viaje debería ser público.

Con las horas, las frecuencias fueron sintonizando. Luego de un patético cruce de acusaciones por la tragedia porteña, la dimensión de lo ocurrido en La Plata puso las cosas en su lugar.

Cristina Kirchner declaró un armisticio político con Daniel Scioli, cuya duración y desenlace son inciertos; no hubo reunión de intendentes kirchneristas del conurbano, ni de peronistas antikirchneristas; y los docentes bonaerenses suspendieron los paros previstos para la semana próxima.

En ese contexto, los gobiernos nacional, provincial y porteño anunciaron paquetes de ayuda económica para damnificados. No obstante, la enorme solidaridad social desplegada luego de la tragedia fue canalizada principalmente por organizaciones no políticas como la Red Solidaria, la Cruz Roja o Cáritas.

La Presidenta anunció la realización de una investigación para saber qué ocurrió en La Plata. Esa pesquisa también podría determinar responsabilidades políticas.

Los 194 muertos de Cromañon sirvieron para que se extremen los controles sobre los boliches y las 51 víctimas de Once pusieron en foco el drama cotidiano de los trenes metropolitanos que ahora el Gobierno nacional se aboca a solucionar. El drama platense al menos debe servir para que no vuelva a ocurrir.

Nueva crisis rioplatense

El desastre platense evitó que una nueva crisis rioplatense tomara mayor exposición pública. La controversia surgió inesperadamente con un exabrupto del presidente uruguayo José "Pepe", que más allá de los términos usados, reflejan una tensión con la Argentina que fue reverdeciendo en los últimos tiempos.

Mujica trabajó incansablemente en el inicio de su gobierno para recomponer las relaciones con los Kirchner, luego de que ese vínculo no tuviera vuelta atrás durante la administración de Tabaré Vázquez a raíz del conflicto por la pastera Botnia.

En la combativa Gualeguaychú todavía hay sospechas de que una acción bilateral conjunta terminó con infiltrados en la famosa asamblea que levantó el corte del puente General San Martín que une a esa ciudad con Fray Bentos.

Lo cierto es que el propio monitoreo conjunto acordado sobre la planta de Botnia para superar el conflicto generó rispideces, al punto que los resultados nunca fueron difundidos. Luego se fueron acumulando trastornos de índole comercial y política.

Hace unos meses hubo un pico de tensión por el dragado del Canal Martín García que debe ejecutar la Comisión Administradora del Río de la Plata (CARP), que incluyó una denuncia de intento de coimas al exembajador en la Argentina, Francisco Bustillo, ahora destinado en España.

En el plano comercial, Uruguay reprocha las restricciones a las importaciones por parte de la Argentina -dentro de un marco de desequilibrio nunca solucionado en el Mercosur- y el cepo cambiario que también trastoca la economía de ese país.

No es la primera vez que Mujica desliza críticas: en 2009 dijo que "este gobierno es de lo mejor que ha tenido la Argentina, como gobierno de izquierda. Ahora, son peronistas, patoteros; Dios me libre".

Esa vez agregó que la Argentina tiene un "problema político", que "no llegó al nivel de democracia representativa" y que "la institucionalidad no vale un carajo".

 Hace pocos meses le pidieron que describa al peronismo: "Misión imposible -contestó-. Como en la Argentina son todos peronistas, aún los que no son peronistas, son peronistas, trabajan en claves difíciles de entender para nosotros".

 Ahora las palabras del líder del Frente Amplio fueron más directas e hirientes.

Vieja, tuerto, terca. Habrá que ver si la política, en su derivación aristotélica como "arte de lo posible", promueve otra reconciliación rioplatense.

© NA

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