Por Gabriel Profiti |
La política, en términos de herramienta para promover el
bien común, volvió a fracasar con las inundaciones fatales de La Plata y la
Ciudad de Buenos Aires, como había ocurrido con las otras dos grandes tragedias
nacionales de la última década: Cromañón y Once.
Así como en el boliche incendiado en 2004 y el accidente de
tren de 2012 habían generado alarmas previas, estas inundaciones también
tuvieron antecedentes que podían presagiar un desenlace trágico ante un
fenómeno climático como el del martes 2.
Los temporales ya no son tan extraños o descomunales en
estas latitudes, más allá de que el nivel de 400 milímetros caídos en pocas
horas componen una situación extraordinaria.
Precisamente la cadena de negligencias arrancó con la
desatención de los alertas. En 2008, tras otra inundación significativa, la
Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata elaboró un trabajo en el
que pidió terminar con la urbanización descontrolada y la ejecución de planes
hidráulicos.
En la Ciudad, las obras están previstas pero el Gobierno
porteño adujo falta de avales de la Nación para ejecutarlas. Al margen,
Mauricio Macri no pudo resolver todo lo vinculado con el tratamiento de los
residuos y se sabe que la basura en las calles es uno de los detonantes de los
anegamientos.
A la imprevisión se sumó la falla en la respuesta. Una vez
producida la inundación la reacción de la política -en todos los niveles de
Gobierno- fue lerda, despareja y anárquica.
Además, varios de los que deberían dar la cara estaban de vacaciones
o fuera del país y el esquema de postas no funcionó. Más grave aún es que se
oculte o se mienta sobre la ausencia del funcionario, cuyo viaje debería ser
público.
Con las horas, las frecuencias fueron sintonizando. Luego de
un patético cruce de acusaciones por la tragedia porteña, la dimensión de lo
ocurrido en La Plata puso las cosas en su lugar.
Cristina Kirchner declaró un armisticio político con Daniel
Scioli, cuya duración y desenlace son inciertos; no hubo reunión de intendentes
kirchneristas del conurbano, ni de peronistas antikirchneristas; y los docentes
bonaerenses suspendieron los paros previstos para la semana próxima.
En ese contexto, los gobiernos nacional, provincial y
porteño anunciaron paquetes de ayuda económica para damnificados. No obstante,
la enorme solidaridad social desplegada luego de la tragedia fue canalizada
principalmente por organizaciones no políticas como la Red Solidaria, la Cruz
Roja o Cáritas.
La Presidenta anunció la realización de una investigación
para saber qué ocurrió en La Plata. Esa pesquisa también podría determinar
responsabilidades políticas.
Los 194 muertos de Cromañon sirvieron para que se extremen
los controles sobre los boliches y las 51 víctimas de Once pusieron en foco el
drama cotidiano de los trenes metropolitanos que ahora el Gobierno nacional se
aboca a solucionar. El drama platense al menos debe servir para que no vuelva a
ocurrir.
Nueva crisis rioplatense
El desastre platense evitó que una nueva crisis rioplatense
tomara mayor exposición pública. La controversia surgió inesperadamente con un
exabrupto del presidente uruguayo José "Pepe", que más allá de los
términos usados, reflejan una tensión con la Argentina que fue reverdeciendo en
los últimos tiempos.
Mujica trabajó incansablemente en el inicio de su gobierno
para recomponer las relaciones con los Kirchner, luego de que ese vínculo no
tuviera vuelta atrás durante la administración de Tabaré Vázquez a raíz del
conflicto por la pastera Botnia.
En la combativa Gualeguaychú todavía hay sospechas de que
una acción bilateral conjunta terminó con infiltrados en la famosa asamblea que
levantó el corte del puente General San Martín que une a esa ciudad con Fray
Bentos.
Lo cierto es que el propio monitoreo conjunto acordado sobre
la planta de Botnia para superar el conflicto generó rispideces, al punto que
los resultados nunca fueron difundidos. Luego se fueron acumulando trastornos
de índole comercial y política.
Hace unos meses hubo un pico de tensión por el dragado del
Canal Martín García que debe ejecutar la Comisión Administradora del Río de la
Plata (CARP), que incluyó una denuncia de intento de coimas al exembajador en
la Argentina, Francisco Bustillo, ahora destinado en España.
En el plano comercial, Uruguay reprocha las restricciones a
las importaciones por parte de la Argentina -dentro de un marco de
desequilibrio nunca solucionado en el Mercosur- y el cepo cambiario que también
trastoca la economía de ese país.
No es la primera vez que Mujica desliza críticas: en 2009
dijo que "este gobierno es de lo mejor que ha tenido la Argentina, como
gobierno de izquierda. Ahora, son peronistas, patoteros; Dios me libre".
Esa vez agregó que la Argentina tiene un "problema
político", que "no llegó al nivel de democracia representativa"
y que "la institucionalidad no vale un carajo".
Hace pocos meses le
pidieron que describa al peronismo: "Misión imposible -contestó-. Como en
la Argentina son todos peronistas, aún los que no son peronistas, son
peronistas, trabajan en claves difíciles de entender para nosotros".
Ahora las palabras
del líder del Frente Amplio fueron más directas e hirientes.
Vieja, tuerto, terca. Habrá que ver si la política, en su
derivación aristotélica como "arte de lo posible", promueve otra
reconciliación rioplatense.
© NA
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