sábado, 6 de abril de 2013

No son gente

La inundación expone cómo hacen agua ciertos dirigentes. Ahora sí quieren aparecer todos.

Por Roberto García
Una leyenda partidista y opositora aparecía pintada en los paredones porteños en tiempos del gobierno de Raúl Alfonsín a propósito de los viajes que, por sus funciones, realizaba el entonces canciller Dante Caputo: “Lo grave no es que se vaya, lo grave es que vuelve”. Esa reflexión callejera pudo encajar con menos humor y más justicia sobre ciertos funcionarios al ocurrir la catástrofe climática y social de esta semana: no por las circunstancias de sus paseos o tours, sino por las falacias infantiles con las que algunos pretendieron encubrir esos viajes. Ineptitud y desparpajo.

Tan patéticas como la deliberada estrategia de otros, con el dinero de los contribuyentes, que se sirvieron de la tragedia para intentar hundir al rival político en la confianza de que esa miseria les permitiría ganar puntos en las encuestas. Otro refrán popular define esta actitud: hay gente buena y gente mala. Y hay quienes no son gente.

Quizás por las características de la tragedia, la protesta no se multiplique como ocurrió con Cromañón o el choque de Once, a pesar de que a todos estos desastres los reúne una común negligencia nacional, provincial y municipal. Aunque ahora se reconoce cierta imprevisibilidad de la naturaleza como descargo. Por lo tanto, tal vez en la semana comiencen a disiparse la desgracia y el luto, mientras se reserva una tardía atención para los parientes de las víctimas y una reparación para aquellos anegados que perdieron todo.

Se inicia, por lo tanto, otra competencia: la de los políticos que más ayudan, que se preocupan por los damnificados, que declaran ante los medios y se toman fotografías por mostrarse solidarios. Como si fuera el terremoto de San Juan para las aspiraciones, en los 40, de Juan Domingo Perón. Si hasta el Ejército asomó la cabeza por la instantánea de un soldado en la tapa de un diario que llevaba a un impedido en el medio de la inundación, cuando apenas si pudo poner 131 hombres y treinta camiones para ayudar en la catástrofe, ya que la mayoría del personal estaba en su casa dado que a los institutos no les alcanza para darles de comer (hay juicios al respecto; la provisión de comida también es un negocio).

Vendrán los coletazos limítrofes por las manifestaciones indecorosas de José Mujica, el mandatario uruguayo que calificó de “vieja” a Cristina sin que se conozca su insondable opinión respecto de su propia esposa, la añeja Lucía Topolansky, mucho más trajinada por la vida. O los anuncios reformatorios a la Justicia que el cristinismo piensa enviar al Parlamento –proyectos no natos por la catástrofe climática hace pocos días–, sin que se sepa si incluye el destino del nuevo Código Civil que había elaborado Ricardo Lorenzetti como si fuera Dalmacio Vélez Sarsfield, la versión corregida en más del 40% a esa iniciativa que desplegaba el oficialismo y una posterior revisión que seguramente se impuso el Gobierno desde que hay un papa argentino en Roma, no muy entusiasmado con los cambios inicialmente propuestos. Pero, como son tiempos de concordia, es posible que haya algún entendimiento conveniente, vista la nueva disposición de la Iglesia por satisfacer inquietudes de la Casa Rosada, como el comunicado aclaratorio de que Jorge Bergoglio nunca había pedido una entrevista con la Presidenta. Por esa declaración instruida, entonces, se debe desprender que por esa razón Ella nunca lo recibió, le cambió el domicilio al Tedeum y su gobierno se manifestó furibundo en contra de lo que opinaba el cardenal (por no mencionar otros estímulos al agravio). Parecía, en suma, un comunicado escrito por la impudicia del intendente platense Pablo Bruera.

Falta, eso sí, continuando en la línea, el comunicado de Daniel Scioli para informar que nunca quiso reunirse con Cristina, que jamás en estos últimos cuatro meses intentó llamarla por teléfono, y que nunca demandó del Gobierno partidas especiales para solucionar la huelga docente, ordenada para muchos por el propio Gobierno. Más para la inventiva infantil de Bruera.

Ocurre que, en estos tiempos religiosos, una foto puede hacer milagros: sucedió luego de que Cristina viajara a La Plata por las inundaciones (para que nadie la imaginara en acechanzas menores y, de paso, pegarse al incombustible jefe provincial), le dijera “Daniel” y se fotografiaran juntos como si Ella también fuera los denostados Macri, Moyano, Lavagna o Cobos. Una más para la galería y el museo de La Ñata.

¿Este episodio hará que se vuelva a suspender el furioso mitín de intendentes y adictos K en contra de Scioli que naufragó la semana pasada? Difícil de prever por los intereses de los participantes y, sobre todo, porque Mujica no habrá acertado en la estética de sus opiniones, sí en la caracterización de la mandataria: es terca o, más suavemente, consecuente con sus propósitos. Igual, en estos casos de fuerte personalidad, la voluntad aguerrida depende de lo que digan las encuestas sobre el daño popular que a Cristina, Scioli y Macri les produjeron las copiosas lluvias y las muertes.

Injusto, en esta agenda informal, sería apartar como un cáliz a la oposición, si se reúnen o no figuras como De Narváez, Lavagna, Momo Venegas (más activo que Moyano en esta misión), De la Sota, Peralta, Graciela Camaño y otros para constituir un frente opositor en el peronismo y adyacencias, cumbre que también debió ser postergada por los aguaceros. Discuten candidaturas (Lavagna, ya cerrado su binomio con Gabriela Michetti, quiere al ex embajador Rodolfo Gil como aspirante a diputado en Capital), deciden tiempos (¿hasta cuándo esperarlo a Massa, o ya pasó el colectivo 60?), negocian con intendentes y se juramentan para ayudarse (con el resto de los partidos) para controlar el conteo de los votos en octubre, quizás una empresa superior en la provincia de Buenos Aires ahora que se incorporan jóvenes y extranjeros al padrón.

Mientras deliberan, se lamentan: no han podido disfrutar del mayor mazazo que recibió Cristina hace apenas una semana, cuando Peralta en Santa Cruz demolió en elecciones internas el aparato solventado por la Casa Rosada, con La Cámpora e hijo incluidos. Tan grato a ciertos paladares fue ese triunfo que el gobernador pasó de ser un sospechado de corrupción a un jinete de ángeles transparentes. Meritorio su triunfo porque además propone el fin de la reelección eterna y, sobre todo, la clausura de la Ley de Lemas que habilita la existencia del parasitismo político y rentado en la provincia.

El goce, sin embargo, duró poco: la brutal lluvia también les inundó la celebración.

© Perfil

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