Por Esteban Peicovich |
Esto habrá que pararlo ya. Pero hacerse el asombrado, no. "¿Viste, che....qué barbaridad? ¿Por
qué? ¿Si así es nuestra historia?" Duplas bravas como ésta vienen de
lejos. Roban, mutan y depredan según esté ociosa o despierta la Tortuga. Yuntas
así han venido currando desde el inicio del país. Basta que nuestro ojo se
descuide para que asocien dos y nos coman hasta el tiempo. Sobran pruebas. La
Argentina nació tras dos siglos de amnesia. De Pedro de Mendoza (1636) a la
antesala del Cabildo (1810) hay puro olvido. Una mitad de nuestra memoria nos fue "lavada" y
quedó "en negro". "La
patria renegada" denominó Larriqueta a ese borrón de 200 años. En
tanto al pandemonium de la centuria 3, el agudo Nicholas Shumway la adjetivó "La invención de la Argentina".
1810 inauguró una
sociedad de fantasía que Billiken nos mostró con anteojitos de colores y
patriotas a recortar con tijeritas. Los libros escolares (bajo los
conservadores) nos instruían más sobre meteorología (el barro de ese día, los
paraguas) que del currículum de cabildantes elegidos a dedo como fue. Y así
siguió por décadas. Tampoco nada sobre el tesoro del marqués de Sobremonte, la
corruptela de la Baring con Bernardino y tantos
más Lázaros Kirchner de altri tempi. En los 25 de Mayo no pedían que
dibujáramos la flotilla inglesa anclada tras Martín García para acudir al
primer sofoco de la adolescente Buenos Aires (Objetivo: ayudarla para
desflorarla después). De este picoteo pirata del planeta le quedan todavía a la
Pérfida Albión 13 enclaves en litigio. Entre ellos, Malvinas.
Con guardaespaldas así y con íberos sufriendo la bota de
Napo fue que nos liberamos de Cisneros.
Pero "no al modo jacobino de Robespierre". De guante en blanco.
La noche del mismísimo 25 la Junta entera se cruzó al Fuerte no a prender al
Virrey sino a rendirle cuentas y saludos (sic). No hubo garrotazos. Fueron los dineros los que hicieron la
Patria. Pactos, arreglos y coimas. Y
los que la deshicieron. Feligresía okupa y feligresía natal en la transa
eterna por atender los humores de nuestra real Santa Patrona: la Aduana. Bullía
alguna épica verbal pero al curso de la historia lo marcaba el sonido de los
doblones. ¿El 25 de Mayo? Apenas una leve mutación de costumbres, pero sin
pasarse. Más entusiasmo provocó el patriota con pelotas que ascendió hasta el
"carajo" del Fuerte, desenganchó el pendón real Borbón y ensartó en
su lugar el primer banderín que tuvimos. Los billíquenes tampoco nos contarán esta
historia. Ni su mayor primicia: este primer patriota no fue argentino sino
inglés. Un borrachín que se quedó después de las Invasiones, pues le enloquecía
más el cono sur del mundo que las piernas enjamonadas de las inglesas. Tipazo
que ni estatua tiene todavía (y sí Monzón y Riquelme), siendo el primer héroe
civil que nos dimos aunque fuera de prestado.
Así, por cesárea cívico-militar-monetaria se forjó la década
1810-1820. A su sombra, la Putísima
Aduana diseñó y maceró el fenotipo rasposo del porteño adicto a su bolsillo
y a dar las espaldas a su país interior y proveedor. Y como respuesta, en las
provincias desmembradas a caudillos de
sí y de no, personajes que optaron por transa infame con el Puerto a cambio
de impunidad medieval local. Los Alperovich, los Insfrán de hoy, como antes los
Romero, los...y así desde siempre, son los monstruos que la Aduana nos fue
dejando "en la noble igualdad". Último de ellos (y no único) este
semifantasmal Lázaro Kirchner,
símbolo hoy de la más monumental puesta
al día de la impunidad al palo.
En sus 200 últimos años, el país dio millones de seres de
excelencia y algun millón de nefastos
aduaneros que a lo largo de décadas troqueló el país calidoscopio "más distinto del mundo".
Tras la feroz anarquía (1820 a 1850) llegamos a las puertas de una posible
civilización con la Rosada como casa común. La Constitución fue la Pipa de la
Paz. Alberdi vigorizó sus "bases", dedicado a pensar cómo convertir
desierto en paraíso. Las entregó en 1852. Bellas palabras versus baldía realidad.
Se imponía traer el mundo al hombro, entrarlo al puerto y poblar lo vacío. Y se
hizo. A ponchazos, pero sin fallar. Siempre bajo el spot del ojo Polifemo de la
Gran Dama Portuaria, activa capataza de nuestra descomposición.
De aquellos ocios, defecciones y vicios nuestros lo que
después ya fue folklore. Milicos del '76 y sus fogoneros civiles zampándose
(por lo bajo) 70.000 millones de dólares. Menem el Liquidador, arrasando los
renglones más activos de los potentes párrafos de 1853. Y ya articulada la
doble K, esta administración que desbarranca al país con el mega afano más destructor de su
historia. Un crimen social perpetrado sin riesgo alguno ante millones de ciegos
vocacionales que lo aprobaron aún sospechándolo. Lectores de Lacan a quienes un pícaro con cuaderno de hule negro les
compró el seso por un peso. Y cegó. ¿No es De Vido una réplica clase media de
Martínez de Hoz?¿No es Zannini un avatar de López Rega? ¿Y en qué casillero de
este Olimpo poner a Moreno?
Vampirizado por nosotros, el país (el enigma político más
idiota del mundo actual) apenas si flota hoy, en medio de un desgobierno tuerto y terco. Lo bipolar es su
consigna. Cacarea memoria pero va de olvido. A la primera, la "lava"
para seguir en "negro". Al país, lo "disuelve" en el
Paraíso de Lavado de Países. Este plan se apoya en la seguridad de que las dos
generaciones últimas están la banquina y que hoy, probado está, "el 50 por ciento de los jóvenes no
entienden el 50 por ciento de lo que leen" (sic de platino). Si esto
no cesa y siguen robando el poco presente huérfano que queda, podrían borrarse
la placa genética de esos dos siglos que ninguneamos y quedaron en algún cajón
del ropero del tiempo.
Daría base a un cuento post mortem de Borges en el que un argentino
de hoy cae en medio de un relato de Mujica Láinez. Ese de su Memoria de Buenos Aires que refleja en
crónica (para nada cuento) la hambruna, degollina y canibalismo de la Buenos
Aires interrupta del origen. Los indios comiéndoselos a mansalva y los españoles
fuyendo hacia el norte. Pensar que esa osamenta mixturada acabó siendo
hortensia, ceibo, jazmín, y nosotros lamiéndonos las mismas llagas de siempre.
"Mire si se lo
cepillan a Lanata", desliza el taxista. Suena a eructo moral.
"Lava" conciencia. Supone que es un peligro que sólo corre Lanata. Lo
dice sin reparar que en el mismo momento en que lo dice, los herederos de
Lázaro Kirchner apistolan a Juan Bautista Alberdi en el Senado. Exigen
silenciar al más subversivo libro que hay hoy en el país. La Constitución. Sí. Alberdi es Marx.
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