Por Ignacio Fidanza |
Esta noche en el sciolismo crecía el entusiasmo ante la
intervención del papa Francisco, que con un simple gesto, dejó en claro que su
intención es influir en el curso político de la Argentina. Con guantes de seda,
de manera casi imperceptible, pero con la contundencia que implica ser el líder
religioso más influyente del planeta.
Francisco eligió esta vez a Scioli, como su contacto en la
política argentina para expresar su solidaridad con los damnificados. Se trata
de un gesto cristiano, esperable, pero que fiel a la trayectoria de ese hombre
que fue y es Jorge Bergoglio, encierra una fina movida política.
Lo natural hubiera sido que ante una catástrofe, que
involucró no sólo a la provincia sino también a la Capital, llamara a la
Presidenta. O si quería por alguna extraña razón mantener sus contactos a nivel
local, a Macri y Scioli.
Cristina habló ayer por la noche por cadena nacional y buscó
ponerse al frente de la tragedia. Hoy Francisco ubicó en ese lugar a Scioli. No
parece un gesto inocente, cuando se sabe que detrás de todo y todo el tiempo,
está la discusión por la sucesión.
Esta demasiado claro que el papa Francisco no apoya la
reelección de Cristina y un interrogante que abrió de inmediato su designación
como Papa, era de qué manera iba a influir en la política local, desde el
lejano trono del Vaticano. Hoy dio un ejemplo. De manera sutil. De manera
contundente.
Francisco no sólo le dio un respaldo inmenso a Scioli en su
hora más difícil, sino que con su gesto pareció hablarle a los bonaerenses. Si
el Papa confía en el gobernador, ¿cómo no lo van a hacer ellos?
Pero si acaso quedaba alguna duda, que el gesto también
tenía una dimensión política, Francisco aprovechó la llamada para invitarlo al
Vaticano, como reveló exultante el jefe de Gabinete bonaerense, Alberto Pérez.
"El Papa se comunicó hace diez minutos con el
gobernador para acercarnos toda la fortaleza del a Iglesia Católica", dijo
Pérez y anunció que Francisco "va a ser visitado por el gobernador"
cuanto terminen los operativos de ayuda por la tragedia.
El gesto acaso fue también una obligada devolución de
gentilezas. Cuando el kirchnerismo, con Néstor y Cristina a la cabeza, no le
ahorraban ningún destrato al entonces cardenal Jorge Bergoglio, Scioli siempre
se cuidó de no sumarse a esa cruzada que se rebeló no sólo infructuosa sino
tremendamente inoportuna. Como tantas otras en las que le gusta embarcarse al
kirchnerismo.
En el entorno de Scioli comenzaron a reconocer acaso este
mediodía una mutación natural, la Argentina y acaso especialmente el peronismo,
encontró en el papa Francisco a una conducción estratégica que de manera casi
inmaterial -pero determinante- se ubicó por encima de la cúpula del dispositivo
político partidario.
Scioli creció en política siguiendo la conducción de Menem,
Duhalde y Kirchner, con quien pese a las tensiones que marcaban su relación,
terminó anudando casi una amistad. Con Cristina nunca tuvo esa contención y muy
por el contrario recibió un castigo que fue en in crescendo, hasta la actual
asfixia económica que ni más de 50 muertos todavía han logrado ablandar.
Así en los momentos más críticos de su carrera política, se
vio forzado a tomar decisiones en soledad, sin un líder a quien consultar. En
esa soledad lanzo su candidatura presidencial, soportó la embestida política y
económica, reestructuró su presupuesto, lidió con el conflicto docente y puso
la cara ante la tragedia de La Plata. Hasta que lo llamo Francisco. “Seguí
trabajando, Dios te cuida”, fueron sus palabras.
Palabras de padre, pero también palabras de líder.
"Seguí, yo te cuido", podrían traducirse a riesgo de caer en la
herejia.
Concluir que el papa Francisco ya eligió su candidato para
el 2015 es no sólo una desmesura sino también una tontería, que elude el dato
central de la política: La realidad es una materia imprevisible, a la que los
buenos conductores se adaptan sobre la marcha, haciendo creer en el mejor de
los casos, que conocían de antemano su devenir.
Pero reducir el gesto de un hombre tan político como
Bergoglio al protocolo afectuoso del Vaticano, es acaso una tontería mayor.
Falta mucho, pero también falta demasiado poco. Hoy marcó una primera
intervención fuerte en la piel de la política argentina. Habrá que esperar las
que vendrán, para terminar de decodificar su mensaje.
© LPO
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