viernes, 5 de abril de 2013

El fracaso de los políticos y el Estado publicitario

Por Ana Gerschenson
Falló la política. No llegó el Estado. Perdieron la calle. Los inundados de la Capital, de La Plata y de otros lugares del conurbano que las cámaras no llegaron a mostrar, se encontraron solos, desamparados.

La dirigencia, tan afecta a tocar los timbres de los vecinos en tiempos de campaña, no se puso las botas de goma para ayudarlos en la desgracia. Ni del oficialismo, ni de la oposición. Y los pocos que lo hicieron llegaron tarde, reaccionaron tarde.

En la Ciudad y en La Plata, el Estado, expresión última de la política, tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. Ni para prever, ni para montar con rapidez, la imprescindible para salvar vidas, un operativo que mitigue los efectos de la catástrofe.

El gobierno porteño esperó a Mauricio Macri para dar su primera conferencia de prensa. Doce horas después de los anegamientos, los autos dados vuelta, los cortes de luz, y la gente que vio como se le fue la vida con la lluvia.

En La Plata, la situación fue similar. Porque mientras se discutía a nivel nacional quién tenía la culpa de la inundación porteña, los platenses se subían a los techos, se colgaban de los árboles, y decenas morían en su peor tragedia.

Muchos siguieron así durante horas, esperando que los salve el Estado, ése que sostiene por televisión que nunca se hicieron tantas obras como en los últimos diez años.

El martes 2 de abril, cuando la Ciudad amaneció inundada, la discusión pasaba por el viaje a Brasil que había hecho Macri. El kirchnerismo lo marcó como una irresponsabilidad, como un snobismo lejano al "pueblo", sin saber la suerte que correría La Plata esa misma noche, con su intendente, Pablo Bruera, también en Brasil. Lo de Bruera fue más grave, porque directamente mintió por Twitter, con fotos que mostraban que estaba en un centro de evacuados, cuando no había llegado aún a la Argentina.

Tampoco se lo vio al vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto, en las calles platenses hasta ayer a la mañana. No informó dónde estuvo, aunque son muchos quienes señalan a Miami como la ciudad donde lo sorprendió la noticia de la tragedia que vivía su provincia.

Y Alicia Kirchner, la ministra de Desarrollo Social, imprescindible en situaciones como las que viven los platenses y los porteños, tampoco apareció en escena hasta pasado el mediodía de ayer. Hasta entonces, su paradero no confirmado oficialmente habría sido París.

La desolación bonaerense desnudó la imprevisión que el Estado sigue teniendo para las tragedias. Los gobiernos pasan y la situación se repite. Sucedió en los atentados a la embajada de Israel en 1992, a la AMIA en 1994, donde se contaminaron pruebas vitales; sucedió en Cromagnon, con los chicos salvando a los chicos y un gobierno porteño a cargo de Aníbal Ibarra que ni siquiera ayudó a los familiares que deambularon por los hospitales hasta encontrar a sus muertos. Sin información ni organización del gobierno de la Ciudad. Recordemos que Néstor Kirchner, entonces presidente, tampoco se acercó a consolar a las víctimas ni a los padres de los 194 chicos muertos ese diciembre fatídico.

El choque del tren en Once no fue distinto. Pero hay que reconocer que toda la insensibilidad que la Presidenta ha demostrado hasta ahora con las familiares de los 52 muertos y los centenares de heridos, producto de un Estado que se dice presente mediáticamente, aunque no le preocupa el transporte público, se modificó ayer cuando Cristina bajó de un helicóptero en Tolosa, el barrio donde vive su madre.

Fue una visita breve y con más demandas que aplausos. Pero fue una presencia. Políticamente, después de semanas de embestida K contra Daniel Scioli, la reunión de trabajo con el gobernador se pareció mucho a la actitud de una mandataria a la altura de la tragedia nacional. Claro que, para completar ese espíritu nuevo de la Presidenta, tendría que haberse reunido también con el jefe de Gobierno Mauricio Macri. Para los porteños, el gesto fue ya sin cámaras ajenas y en Villa Mitre, un barrio con fuerte militancia de La Cámpora. No fue a ver a los vecinos de Belgrano o de Saavedra, muy afectados por las lluvias.

El gesto presidencial sorprendió por su singularidad, aunque debería ser registrado como natural para una jefa de Estado de cualquier país que vive una catástrofe como la de esta semana.

Entre las demandas de los que vieron a Cristina estaba la soledad. "Nadie nos vinos a ayudar", "se pintan las veredas pero no se hacen obras en las calles", a lo que la Presidenta respondía que las lluvias no son peronistas ni radicales.

Ni en Ciudad ni en La Plata hubo un operativo eficaz, una estrategia conjunta distrital y provincial con la Nación continua. Se lo vio al secretario de Seguridad, Sergio Berni, comunicado con el sciolismo sólo después de la visita presidencial a La Plata. "La sensación de la sociedad es que el Estado no le puede solucionar nada. Hay una especie de resignación. De hecho, la mala política se encarga de destruir al Estado, es un círculo vicioso", afirma Sergio Berensztein, director de Poliarquía. Y añade, ante una consulta de WE, que "es el fracaso infraestructural e incluso la desidia, porque estamos en un período récord de gasto público y presión tributaria, pero con la plata del Estado no se hace nada. O se hace un auditorio de ópera en el Correo porque se le ocurrió a la Presidenta para competir con Macri, una cosa ridícula".

Es el Estado que prioriza tener una aerolínea de bandera, cueste lo que cueste, o fondos millonarios para Fútbol para Todos. O como en el caso porteño, se concentra en una carrera de TC 2000. Y en todos los casos, incluido el bonaerense, destina sumas abultadas para los recitales gratis todo el año.

De planificación y trabajo en conjunto, nada. De coordinación, menos. Si no hay siquiera reuniones de Gabinete en el kirchnerismo. Son Estados en los que hay modelo, pero no hay plan.

© WE

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