Por Ana Gerschenson |
El elegido por la presidenta Cristina Kirchner, señalan, es
el entrerriano Sergio "Pato" Urribarri, un gobernador que además de
haber cultivado una relación de confianza con la jefa de Estado, no ahorra
gestos políticos de incondicionalidad absoluta para asegurarse un espacio de
privilegio.
Como la reunión que organizó este mes en Paraná a la que
invitó a todos los gobernadores justicialistas, con excepción de Daniel Scioli,
a quien excluyó por "tener un proyecto propio y cambiar sus tácticas de
acuerdo a sus necesidades".
En realidad, para la Presidente, el heredero ideal es Carlos
Zannini, formalmente secretario Legal y Técnico y en los hechos el consejero
íntimo y político de los Kirchner desde mediados de los '80. Pero el bajísimo
perfil que construyó cuidadosamente le juega hoy en contra de una candidatura
y, mucho menos, para la Casa Rosada. Ni la Presidenta cree que pueda instalar
su figura y, además, para la mecánica histórica del peronismo siempre es más
natural aglutinarse detrás de la postulación de un jefe provincial. Es allí
donde el nombre Urribarri surge como el más confiable para Cristina. Un Nicolás
Maduro del kirchnerismo custodiado por Zannini hoy, después de la Presidenta,
el dirigente más importante del Gobierno.
Le dicen Pato por su forma de caminar. Hijo de una directora
de escuela rural y de un empleado ferroviario, Urribarri nació en Arroyo Barú,
creció en General Campos, a 45 kilómetros de la ciudad de Concordia, donde
luego se instaló para estudiar contaduría.
Marcador de punta, el gobernador quería ser jugador de
fútbol de primera división y lo intentó sin éxito desde el club Juventud Unida,
institución de la que también fue dirigente, aunque para él son tiempos de
sufrimiento porque su equipo es Independiente de Avellaneda. Finalmente,
abandonó sus estudios contables en Concordia y eligió dedicarse de lleno a la
política.
No le fue nada mal. Se afilió al justicialismo en 1982 y fue
intendente de General Campos en 1987. Hasta allí un intendente justicialista
del montón en la provincia, aunque en las reuniones de compañeros peronistas se
ganó la confianza del entonces gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, de la
Unidad Renovadora Peronista. Entre 1991 y 2003 fue diputado provincial en tres
períodos y presidió la Legislatura provincial.
Busti, como Cristina, también lo eligió como su heredero. Y
es que el Pato durante su trabajo como ministro de la Gobernación había sido
justamente incondicional, como lo es ahora con la Presidenta. Un dato: con
Busti se peleó antes de asumir el cargo de gobernador. En un asado organizado
por un amigo en común, en Salto Grande, se enemistaron para siempre. Así las
cosas, como gobernador Urribarri trabajó desde el primer día, por orden de la
Casa Rosada, para desterrar en Entre Ríos al bustismo, vinculado antes a
Eduardo Duhalde y hoy a José Manuel De la Sota.
La compulsa contra su ex mentor terminó en 2011, cuando
Busti y Urribarri se enfrentaron en las urnas para la gobernación y el Pato
ganó su reelección con un 55,93 por ciento de los votos. Fue una misión
cumplida que anotaron en el mundo K.
Se casó con Analía Aguilera, en un peronista 17 de octubre.
Tiene cinco hijos y uno de ellos, Bruno, cumplió su sueño. Debutó como jugador
de primera división en Boca Juniors y hoy juega en Colón de Santa Fe.
"Ser uno de los preferidos de Cristina es un tema que
me excede", dijo el gobernador hace unos días. Y, en realidad, la cercanía
con la Presidenta no es de los últimos tiempos. Urribarri fue uno de los
primeros gobernadores en llegar a El Calafate el día de la muerte de Néstor
Kirchner. También fue quien le acercó a Cristina el nombre del actual titular
de YPF, el entrerriano Miguel Galuccio, a quien el mismo Pato fue a buscar a
Londres por orden presidencial.
El gobernador ha hecho todos los deberes. Encaró una reforma
tributaria que hizo hincapié en el inmobiliario rural, jugó fuerte a favor del
Gobierno en la crisis con el campo, a riesgo de perder capital político, y le
abrió las puertas de los negocios provinciales a empresarios K.
Y el premio es la luz verde que se le da desde Casa Rosada
para construir un liderazgo en el peronismo, y enfrentarse personalmente a
Daniel Scioli, un candidato confeso que no encuentra la bendición presidencial
para su postulación. Y todo indica que no la encontrará.
Se sabe, Cristina está obligada políticamente a intentar su
reelección, y también a comenzar a pensar en un sucesor para que Scioli no sea
la única opción de un espacio que no lo aceptó nunca como propio.
El gobernador entrerriano tiene muy buena sintonía con los
mandatarios provinciales, aunque remarcan que no tanto con su colega chaqueño,
Jorge Coqui Capitanich, otro que se anota entre los predilectos de la
Presidenta. De hecho, el Banco Central analiza por pedido de Cristina, la
posibilidad de autorizar a Entre Ríos y Chaco para que puedan emitir deuda y
sus finanzas estén lo suficientemente holgadas como para que brille su gestión
y se aseguren el triunfo en sus distritos.
Lo cierto es que después del encuentro en Paraná, en el
peronismo se lo mira distinto. Y aunque todavía falta demasiado para el 2015, a
Urribarri se lo verá caminando de la mano del vicegobernador Gabriel Mariotto y
del titular de la FAM, el intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra, por el
conurbano bonaerense, un distrito que es imprescindible conquistar si se quiere
ser presidente de la Argentina.
© we
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