Por Rosendo Fraga |
Hasta los años sesenta, durante algo más de un siglo, los
mensajes presidenciales al Congreso al iniciarse el período de sesiones
ordinarias mostraban cómo los Presidentes querían ser registrados por la
historia: eludían la coyuntura, evitaban el conflicto y buscaban presentarse
como estadistas.
En los últimos años, el discurso anual al Congreso por parte
del titular del Poder Ejecutivo estuvo más centrado en el corto plazo, buscando
refutar críticas del día a día.
El discurso de la Presidenta al iniciarse las sesiones
ordinarias del año 2013 se desarrolló en este contexto. Comenzó con un extenso
pasaje en el cual presentó cifras sociales, económicas y educativas sobre su
gestión.
La afirmación de que la pobreza está por debajo del 7% y la
indigencia o pobreza extrema no llega al 2% contrasta con la realidad. El
desconocimiento de la inflación real es la causa por la cual estas dos cifras
-relevantes en cualquier diagnóstico social- están tan distorsionadas.
Ello no implica que el resto de las cifras tengan esta
distorsión, pero sí que la presentación de los datos está realizada más con
visión de propaganda política que de informe de gobierno.
Que la Argentina ha realizado un gran progreso en temas como
desempleo y pobreza, que ha aumentado el trabajo formal y la extensión del
sistema jubilatorio son hecho indiscutibles. Pero también es cierto que este
avance se ha dado a partir de un momento muy crítico (como fue la crisis
2001-2002) y en un contexto global en el cual la misma tendencia se ha dado en
todo el mundo emergente y en América Latina dentro del mismo. Esto no se
mencionó.
Un segundo tramo del discurso estuvo dedicado a refutar
críticas de coyuntura. Quizás la defensa del acuerdo con Irán fue la respuesta
más significativa, la misma semana en la cual la Cámara de Diputados de la
Nación dio sanción definitiva a este controvertido convenio bilateral. La
Presidenta no aportó argumentos nuevos, pero insistió con los propios.
Como proyecto de futuro y tema político central, y por ello
lo dejó para el final, abrió la batalla con la justicia. Acá aparece una
innovación. En los últimos tres mensajes los medios de comunicación eran el
adversario político central del gobierno. Ahora lo es la justicia, planteada
como corporación.
Desplegó críticas, desarrollando y extendiéndose en ideas e
intenciones ya anticipadas desde el oficialismo en las últimas semanas. Pero
queda clara la intención de hacer de la reforma o democratización de la
justicia la batalla política central del año 2013.
También anunció varios proyectos de ley, entre los cuales se
destacan dos. El primero es el que propondría la elección popular de los
miembros del Consejo de la Magistratura. Se trata de una iniciativa compleja y
controvertida que implica el riesgo de que quien controla el poder electoral, y
por esto puede tener el dominio del Ejecutivo y el Legislativo, obtengan
también el del Poder Judicial.
La otra es la medida tendiente a impedir las cautelares
contra decisiones del estado. Es un proyecto discutible que parece originado en
el rol que tuvieron este tipo de medidas judiciales en postergar la vigencia de
los artículos de la ley medios, cuestionados por inconstitucionales desde los
medios privados.
En conclusión, un discurso de batalla donde no innova ni en
contenido ni en estilo, pero que confirma que se abre una nueva etapa política
en la cual la confrontación con la justicia -un conflicto político de
consecuencias institucionales- ocupa el lugar central.
© Nueva Mayoría
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