Claudia Rucci le respondió a Estela Carlotto por la violencia de los '70. |
En una carta abierta dada a conocer este lunes, la diputada
nacional Claudia Rucci le respondió a la titular de las Abuelas de Plaza de
Mayo, Estela Carlotto, por su discurso del último domingo en el que reivindicó
la lucha armada de los ’70.
El texto completo de esa carta de la diputada Rucci, es el
siguiente:
Escuché con asombro y
una cuota enorme de tristeza sus declaraciones de hoy por la mañana. También
con preocupación, ya que habló de una época que –como usted misma reconoce-
tiene todavía heridas abiertas. Muchas heridas tan igualmente dolorosas como
todas las heridas. Yo esperaba que usted opinase que “todos los crímenes son
crímenes”. No imaginé que iba a escuchar
que se considerase a la violencia de los años ´70 (gran parte de la cual fue
producida en el seno de la fuerza política de la que formo parte por una mera
disputa de espacios y de direccionamiento político) tan justa como la de la
guerra por nuestra independencia.
En una carta que
publicó el diario Tiempo Argentino en Septiembre de 2011
http://tiempo.infonews.com/notas/respuesta-de-claudia-rucci) expuse mi opinión
sobre la violencia de aquellos años y sobre la “Teoría de los Dos Demonios” que
de ningún modo comparto como justificación de la salvaje represión de Estado
implementada desde 1976. Desde la tranquilidad de haber hecho pública mi
postura, le escribo a usted sin la preocupación de recibir las respuestas que
habitualmente se reciben cada vez que se habla de algo que como usted afirma, “no merece ninguna explicación”. Su
lucha de tantos años por verdad y justicia es admirable. La recuperación de
tantos niños secuestrados entonces es una de las demostraciones más
conmovedoras de la lucha por una causa justa. Y espero pueda culminarse el día
que no haya un solo niño sin recuperar en manos de usurpadores.
Pero cuando aborda
otro tema, el de la violencia política en los ´70, el de la violencia como una
herramienta posible para imponer objetivos políticos permítame decirle, con
todo respeto, que usted expresa una formidable confusión. Teniendo en cuenta
que hay miles de jóvenes que la escuchan con atención, que toman como válidas
sus reflexiones, me parece imprescindible entonces dar un punto de vista
diferente y si eso promueve un debate que hasta ahora no se ha dado (por lo
menos en los últimos diez años no parece haber habido interés en promoverlo) me
sentiría reconfortada de que puedan escucharse otras voces sobre lo que
entiendo representa una tragedia para los argentinos.
Refiriéndose a la
violencia llevada adelante por grupos armados durante la década de los ´70
usted dice "esa violencia es la que
tuvieron San Martín y los héroes cuando defendieron la Patria". San
Martín y los héroes que defendieron la Patria lucharon contra un ejército
extranjero, español, con el objetivo de independizar a nuestra Nación. En ese
marco, en combates frontales e incluso en acciones guerrilleras –como las de
Güemes en el norte- combatieron contra un régimen injusto del único modo que se
podía hacerlo, ya que no existían otras
vías para obtener esa legítima reivindicación. Me parece oportuno recordar
que en Marzo de 1973 hubo elecciones generales parcialmente libres en nuestro
país (Perón no pudo presentarse y debió elegir un representante). Y en
Septiembre del mismo año, después de 18 años de proscripción, Perón fue reelecto
con el 62% de los votos de los argentinos. O sea que entre el 25 de Mayo de
1973 y el 24 de Marzo de 1976 vivíamos en democracia, con numerosos conflictos
por cierto, pero en un país gobernado por un gobierno elegido por el pueblo.
Como ahora. Y que durante esos casi tres años de democracia hubo un incremento
formidable de la violencia política en nuestro país.
¿Qué tenemos que dar explicaciones a esta altura?, dice usted. Seguramente no es usted quien
deba explicar las acciones violentas de entonces, deberían hacerlo quienes sí
han tenido responsabilidad en las mismos. Pero entonces -me parece-
no debería hablar con tanta liviandad del tema, que implica entender –y
explicar, lo que es aún más grave- que la violencia de los revolucionarios que
liberaron a la Patria de la dominación española se equipara a la llevada
adelante –incluso en democracia, con un pueblo que había elegido indudablemente
otro camino- por un grupo de argentinos que se autoasumió como vanguardia
esclarecida, lúcida, dueña de todas las verdades, y que asumía la misión de
hacer de la Argentina algo muy distinto de lo que los argentinos querían. Y matar para eso.
Le adjunto un material
que seguramente le será de mucha utilidad para este análisis, Es “Evita
Montonera” número 5, de Julio de 1975,
órgano oficial de Montoneros. Julio de 1975. El protagonismo de los
trabajadores acababa de expulsar del gobierno al nefasto José Lopez Rega y, sin
ninguna duda coincidirá conmigo, las Fuerzas Armadas ya estaba preparando el
golpe militar. Le sugiero leer la editorial de página 2 titulada “Se fue el brujo Lopez Rega. Ahora le toca
a la Martinez”. La Martinez a la que se refiere –obviamente- es la entonces
presidenta de la Nación, Isabel, quien por imperio de la Constitución
reemplazaba al fallecido Juan Perón. Allí se propone “exigir la renuncia de la
presidente Martinez”. Lo que hoy se denominaría “actitud destituyente”. En el análisis, los Montoneros se asumen
“como los auténticos peronistas”, y definen a amplios sectores (precisamente
del peronismo como la conducción de la CGT y las 62 Organizaciones) como “traidores y burocráticos”. Por eso
estimo, en la página 18, reivindican como “actos
de Justicia Popular” el asesinato de mi padre, José Ignacio Rucci, ocurrido
en Septiembre del ´73, y el de varias personas más. Pero –como usted sabrá- no
bajo la acusación –por ejemplo- de “colaborar con naciones extranjeras para
sojuzgar al pueblo argentino” o de “contribuir a la invasión de potencias
extranjeras a nuestra Patria”. Nada de eso. Lo reconoce como acciones de
venganza, por entenderlos responsables de la muerte de integrantes de su
organización. Sin expresar ningún argumento que dé certeza a esas afirmaciones.
¿Estas son las acciones equiparables a las de San Martín, Belgrano,
Guemes y tantos otros? ¿Son
entonces para usted acciones reivindicables, dignas de ser imitadas? ¿No le
parece que en un clima de potenciación del enfrentamiento entre argentinos
puede ser interpretado equivocadamente por jóvenes que hoy también puedan
sentirse exponentes de una vanguardia lúcida, con derecho a ejercer justicia
desde su condición de “esclarecidos”? ¿No podrían entender esos jóvenes como
razonable atacar por cualquier medio a los “enemigos de la causa Nacional y
Popular” habida cuenta que se asumen como los expresión y garantes de dicha
causa?
No es así, señora de
Carlotto. La Argentina todavía merece explicaciones de quienes tienen la
responsabilidad de darlas. La mayoría de los cuales no sufrió ni cárcel, ni
secuestro, ni tortura ni muerte. Están en condiciones de aportar con sus
testimonios a esclarecer a todos –y en especial a los jóvenes- el por qué de
las decisiones que tomaron. Es otra época cronológica, es otra parte de nuestra
historia trágica. Por eso no corresponde emparentarla caprichosamente con la
“teoría de los dos demonios”. Como dice frecuentemente Julio Bárbaro la
represión no puede hacer lúcidos a los equivocados, ni convertir los errores en
aciertos.
Yo como usted por su
hija, también estoy orgullosa de mi padre. Que luchaba por sus ideales, el
principal de los cuales era la vuelta del General Perón primero, y la defensa
de su gobierno democrático después. Y que un grupo de personas que en nada se
parecen a San Martín, Belgrano o Güemes asesinó para mostrarle poder al
Presidente recientemente electo, para forzarlo a acompañar sus estrategias. Por
eso es que sigo insistiendo con mi reclamo de memoria, verdad y Justicia.
Estoy convencida que
sus expresiones de hoy obedecen solamente a un momento de confusión. Y que
desde el lugar de respeto y admiración que muchos argentinos le reconocemos,
propondrá un rechazo a la violencia como herramienta de la lucha política para
que nunca más se repitan hechos que promuevan tanto dolor.
Con mucho respeto.
Claudia Rucci
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