Por Ignacio Fidanza |
Una luz roja se posó sobre el cuerpo de la Argentina y no se
trata de los festivos reflectores del Bicentenario. El modelo pasó en los
últimos años de necesitar un servis a la situación de destartalado a entrar en
emergencia. Eso es lo que cantó el número que el Gobierno ocultó por casi dos
meses: En 2012 por primera vez en 16 años el país tuvo déficit primario. Es
decir que ni todas las asistencias del Banco Central, la Anses, Lotería y el
Pami, alcanzaron para que la cuenta de gastos e ingresos no diera negativa. Esa
es la primera y más preocupante de las tormentas que amenazan los planes
kirchneristas.
El kirchnerismo tal como lo concibió su creador fue una
fuerza asociada al empuje de una caja que parecía inagotable y que tuvo al
regreso de la obra pública como gran motor. Hoy aquella manguera de alta
presión de los años felices fue reemplazada por pequeñas cápsulas de rápida absorción.
Todo lo grande está paralizado: El soterramiento del Sarmiento, la mina
mendocina de Vale, las represas de Santa Cruz, por ejemplo.
Esto se suma a las conocidas señales de agotamiento del
modelo: alta inflación, desdoblamiento cambiario, cepo cambiario, caída de
reservas, caída de la actividad, casi nula inversión privada, ausencia de
crédito a tasas razonables, destrucción de la industria de la construcción y
tantos otros ítems que confluyen en una tendencia bastante uniforme: siempre
hacia abajo.
El gobierno sufre en su abordaje económico el síndrome del
piano que cae. Es como ese hombre que observa caer un piano desde una altísima
torre justo sobre la mesa en la que toma un apacible café. Primero lo ve en el
piso cincuenta y no pasa nada, luego lo observa pasando el veinte y tampoco y
así todo parece normal hasta que se estrella sobre su cabeza. La progresión es
visible, pero como no se produce el estallido, lo que prevalece es la sensación
de normalidad.
“Están enfilando con entusiasmo hacia el iceberg y festejan
que van a tener cubitos”, razona un curtido operador de los inagotables
pliegues de la economía argentina.
¿Cuándo ocurrirá? ¿Qué ocurrirá? Son preguntas que ofrecen
un menú de respuestas que en pocos casos prevén una crisis grave antes de
octubre. Pero en lo que casi no hay discusión es en la tendencia: ¿Se solucionó
alguna de las inconsistencias de la economía o se están agravando?
La segunda tormenta
El consenso que hoy circula por el peronismo es que Cristina
ha decidido replegarse sobre los propios para la pelea central: la provincia de
Buenos Aires. Esto es, descartar una candidatura a diputado de Sergio Massa,
disciplinar y reducir a su mínima expresión a Daniel Scioli y enfilar hacia
octubre con Alicia Kirchner al tope de una boleta, que intentará definir de
punta a punta.
El escenario más “positivo” que el gobierno ya empezó a
filtrar por su red de medios son los 42 puntos a nivel nacional, que exigen un
porcentaje similar o superior en la provincia. Buscan así preparar el terreno
para mostrar ese número como un previsible “soft landing” desde el 54 por
ciento que sacó Cristina cuando fue ella la candidata.
No es una misión imposible, sino casi una actitud realista
de una fuerza que empieza reconocer su retroceso. Sin embargo, ese número que
apenas alcanza para soñar con una reforma constitucional, tampoco será tarea
fácil.
Es que por el lado de la centroderecha han empezado a
alinearse algunos planetas, que si logran articularse podría morder una
importante franja de votos al gobierno.
Mauricio Macri, José Manuel de la Sota, Roberto Lavagna,
Francisco de Narváez, Carlos Verna, Miguel del Sel, Mario das Neves, Alfredo de
Angeli, son algunos de los nombres que empiezan a cruzarse. Un armado que si se
consolida podría garantizar triunfos en Capital, Córdoba y buenos resultados en
provincia de Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe, Chubut y Entre Ríos. Una foto
que incluye sin estar presente a Scioli, representado por De Narváez.
Para que se entienda, lo que esa gente está hablando es del
2015, de garantizar en octubre un volumen electoral que evapore los sueños
reeleccionistas del kirchnerismo y ofrezca un núcleo de peronismo “racional”,
plataforma para ir construyendo una opción de gobierno.
Todo es demasiado preliminar, pesan los egos y pesará la
habilidad el gobierno para comprar, dividir y asustar. Pero sobrevuela ese
escenario un riesgo aún más acuciante para el kirchnerismo: Sergio Massa. Todas
las encuestas le dan más de 40 puntos en la provincia, en cualquier escenario.
Y por alguna razón que sólo Cristina conoce, en lugar de seducirlo para que sea
su candidato, hasta ahora decidió hostigarlo.
En su lógica tan particular, el kirchnerismo entiende que
uno de los dirigentes con más proyección de la Argentina, debería quedarse en
su casa viendo la tele, mientras se desarrolla la pretemporada de la
presidencial. Mientras los grandes toman posiciones, miden fuerzas y cierran
alianzas para el 2015. Imagina la Casa Rosada que esta suerte de castración
política debería ser aceptada sin mayor costo, “total es joven y tiene tiempo”.
¿Qué es lo que falta? Varias cosas, todas difíciles, todas
posibles. Qué Macri y De Narváez razonen en términos políticos, dejen de lado
las minucias personales, y sellen una alianza tan obvia que ya aburre explicar
sus ventajas. Qué Gabriela Michetti entienda que una boleta porteña encabezada
por Lavagna y ella no sólo la ayudará a levantar los 30 puntos que hoy mide,
sino que además, reposiciona a su jefe en el tablero más amplio del peronismo
crítico. Es decir, lo saca de ese callejón sin salida en que se ha transformado
el PRO.
Michetti cree que es sólo otra maniobra para arrebatarle su
lugar de heredera natural en la Ciudad, al evitarle a Horacio Rodríguez Larreta
poner en valor su peso electoral, en una interna o en la general. Tiene algo de
razón, pero otra vez –como en el rechazo de su pase a provincia- parece
escapársele la foto grande.
La tercera tormenta
Desde la centroizquierda también se empiezan a acumular
nubes. Los diálogos entre Pino Solanas, Lilita Carrió, Roy Cortina, Victoria
Donda y radicales como Gil Lavedra o Rodolfo Terragno, son apenas el capítulo
porteño de una alianza que si crece a nivel nacional, con Julio Cobos en
Mendoza, Hermes Binner en Santa Fe y Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer en
Buenos Aires, podría morderle otra franja grande de votos al gobierno. Sería,
además, otra opción de gobierno.
También pesan los egos y las mezquindades que el kirchnerismo
hasta ahora ha demostrado saber aprovechar en beneficio propio con una maestría
cercana al arte ¿Habrán aprendido del 2011? ¿O todo lo que se ve es apenas un
escaparate para exhibir los productos y esperar que llegue el gran comprador?
Son incógnitas que vuelven a poner el problema del
desequilibrio del sistema político argentino, donde quedó instalado hace demasiados
años: La incapacidad de la oposición para articular una fuerza política
consistente que ofrezca gobernabilidad y potencia electoral.
© LPO
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