Los argentinos esperaban, en el último desahucio, que el
país pudiera extenderse en un territorio sereno, más sumergido en la
solidaridad que en las rocosas perversidades de los iluminados.
Mucho tiempo
había sido el del desencuentro, el de las aventuras militares, con sus chirinadas
y sus golpes, el de la intolerancia y las persecuciones y los muertos, el de
las entregas y los dogmatismos vacuos, el de la violencia hecha violencia
porque sí.
Fue tanta la desmemoria que casi barrió con los pocos
intentos democráticos que apenas sobrevivieron entre los brulotes que ayudaban
a desquiciar las pocas buenas voluntades republicanas. Las casi inexistentes
virtudes.
Más de medio siglo quedó convertido en erial.
Cómo no asentar, entonces, el resto de memoria, en las
simples palabras de esos escritos que pocos respetaron antes: “…con el objeto
de constituir la unión nacional, afianzar la justicia…”.
En los recovecos del alma los argentinos guardaban una
esperanza, un último esfuerzo para pedir un remanso.
Y llegó ese hombre simple, luchador, honesto y corajudo. Sin
más sostén que esas antiguas palabras: “…con el objeto de constituir la unión
nacional, afianzar la justicia…y asegurar los beneficios de la libertad, para
nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que
quieran habitar en el suelo argentino…”
Y con todos sus yerros y con estas virtudes, condujo la reconstrucción.
Ratificó su lucha por los derechos humanos, fijó el ejemplo moral hacia el
mundo con el juicio a los dictadores y lanzó su ética de la solidaridad. Y lo
llamaron, entonces, el Padre de la Democracia. Y fue, nomás, lo que debió ser y
aún es.
La historia develará los mitos y las verdades. Dirá cuánto
deba decirse de lo que realmente ocurrió. De lo que ocurre. De lo que vendrá.
Y seguramente, esa historia será homenaje permanente en los
corazones y en la herencia de esos corazones que un 31 de marzo de 2009, fueron
conmovidos por su partida.
Seguirá en las calles el último sonido de su ya débil voz
repitiendo el mismo mensaje que fue dejando a los jóvenes de todos los tiempos:
“No sigan hombres, sigan ideas…”. Su modo de “asegurar los beneficios de la
libertad…”
Homenaje de
Agensur.info al Presidente Raúl Ricardo Alfonsín al cumplirse el cuarto
aniversario de su muerte.
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