domingo, 17 de marzo de 2013

El jesuita que resistió y le ganó al kirchnerismo

Por Ana Gerschenson
Los Kirchner no simpatizaron con el nuevo Papa desde el principio, no admitieron que no se alineara con su proyecto. Y es que el ex cardenal Jorge Bergoglio osó criticar el crecimiento de la pobreza en la Argentina, cuando las cifras oficiales se jactaban de lo contrario, se quejó de los "anuncios estridentes" del gobierno y sobre todo de la "crispación" que generaban los enfrentamientos permanentes. Imperdonable para la lógica K.

"Yo creo en Dios, aunque tengo mis diferencias con la jerarquía, pero todos somos Iglesia", dijo hace unas semanas la presidenta Cristina Kirchner. Se refería a Bergoglio, sin nombrarlo, con quien en los últimos diez años sólo hubo rispideces públicas y privadas.

Néstor Kirchner llegó a considerarlo el jefe de la oposición por sus fluidos contactos con dirigentes no kirchneristas. "Nuestro Dios es de todos, pero cuidado que el Diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas", dijo el santacruceño en momentos de cruce con el jefe de la Iglesia local.

La Presidenta tampoco sintonizó con el entonces cardenal. Lo recibió por última vez hace exactamente dos años, en marzo de 2010. Los cuatro encuentros que el Gobierno sostuvo con Bergloglio en diez años reflejan con nitidez la gelidez de la relación.

Y fue desde el inicio de la década K. En 2004, Néstor Kirchner cumplió con el protocolo del Tedeum por última vez. Lo decidió luego de escuchar la homilía del ex cardenal, que había señalado que "el pueblo está cansado de la narcosis de los anuncios estridentes, por lo que hay que ejercer una fuerte protesta contra los que se sienten tan incluidos que excluyen a los demás, tan clarividentes que no creen que se han vueltos ciegos y tan autosuficientes en la administración de la ley que se han vueltos inicuos". Para el santacruceño, fue una ruptura irreversible.

Pero Bergoglio, hoy ungido Papa, no retrocedió en su prédica política, un terreno que transitó en su juventud cerca del peronismo. Basta con recordar algunos párrafos de sus discursos públicos.

En 2009, tuvo su primer entredicho fuerte con la Presidenta. En un seminario, aseguró que "los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión, los asesinatos sino también por la extrema pobreza". Y consideró que "la deuda social son millones de argentinas y argentinos, la mayoría niños y jóvenes, que exigen de nosotros una respuesta ética, cultural y solidaria, que obliga a todos los actores sociales, pero en particular al Estado".

Cristina Kirchner le contestó a los pocos días: “Hay dos clases de personas, quienes hacen declaraciones sobre la pobreza y los que nos dedicamos a ejecutar acciones todos los días para combatirla y en todas partes", dijo la Presidenta. El diálogo ya era casi nulo.

El ahora Papa también fue crítico con la oposición, incluso con los dirigentes con los que mantuvo una buena relación como Mauricio Macri. En 2009, pronunció frases incómodas para el jefe de Gobierno:"Cuánta gente duerme en la calle, en plena Plaza de Mayo, como material de descarte. El mundo de hoy borra los rostros reales haciendo que los veamos sólo por la televisión."

El año pasado, Bergoglio volvió a expresar su insatisfacción con la dirigencia política: "Nos acostumbramos a levantarnos cada día como si no pudiera ser de otra manera, nos acostumbramos a la violencia como algo infaltable en las noticias, nos acostumbramos al paisaje habitual de pobreza y de la miseria caminando por las calles de nuestra ciudad".

Pero ya la relación con la Casa Rosada estaba definitivamente rota. Hoy Cristina Kirchner, como integrante confesa de la Iglesia, no tiene otra opción que intentar una reconciliación. De ahí la confirmación inmediata de su viaje al Vaticano para la asunción papal.

La Presidenta podrá repetirse, como lo hizo a principios de año en El Calafate, cuando supo de la renuncia de Benedicto XVI: "Decí que no hay papisa, sino te estoy disputando algún lugar". Pero la disputa la ganó Jorge Bergoglio, el mismo que el Gobierno hasta ayer consideró su adversario y hoy el argentino más celebrado en el mundo.

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