Por Alfredo Leuco |
Cristina quiere una Argentina cada vez más parecida a
Venezuela y menos a Alemania, como había sugerido en su momento. El giro hacia
el fundamentalismo chavista se expresa con obscenidad en la claudicación ante
Irán y en su intento de asfixiar toda voz disidente, como las de los
gobernadores (Scioli, De la Sota, Macri, Bonfatti, Peralta y Colombi) y los
dirigentes sindicales (de casi todas las centrales), incluso, los que hasta
hace poco tiempo eran leales a su conducción o suavemente críticos.
En todos los casos, la Presidenta aplicó su manual para
dividir y reinar. A las organizaciones judías logró fracturarlas, tal como hizo
con los organismos de derechos humanos.
Comenzó por los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA y logró cooptar a un sector de dirigentes comunitarios, sobre todo de la DAIA. Aprovechó las fisuras internas entre religiosos y laicos, la inexperiencia política de algunos y la complicidad de otros y logró que un fragmento de la colectividad le diera su bendición al acuerdo que Héctor Timerman firmó en Etiopía. Un canciller no judío tal vez no se hubiera atrevido a tanto. Suele pasar. Carlos Menem no hubiera podido desguazar al Estado y dejar a miles de trabajadores en la calle sin la complicidad e incluso el empuje de jerarcas sindicales traidores que se pusieron el neoliberalismo al hombro y que hoy todavía merodean a CFK y aplauden en sus actos.
No es mi intención comparar la magnitud de los
acontecimientos, pero el ADN conceptual de Ahmadinejad y el de Hitler es
idéntico en cuanto a su objetivo de exterminar al pueblo judío. De hecho el
líder iraní es repudiado mundialmente por negar la Shoa. La ignora porque no
puede celebrarla como le gustaría. Vale recordar que en los campos de
concentración se apeló a colaboracionistas, luego llamados “judenrat” (en la
fonética alemana), para que facilitaran aún más la ejecución del genocidio.
La verdad dicha con toda crudeza es que el gobierno
argentino abandonó el objetivo de buscar la verdad, el juicio y el castigo a
los culpables del mayor atentado terrorista de la historia argentina que borró
de la faz de la tierra a 85 personas. Tiene la necesidad política de realinear
ideológica y comercialmente a su modelo. Hacer borrón y cuenta nueva. Para no
gastar este año la friolera de 12 mil millones de dólares, necesita la energía
que ofrecen Venezuela e Irán, de su rol en la OPEP (Organización de Países
Productores de Petróleo) y de sus inversiones, incluso para que Pdvsa participe
del proyecto de YPF en Vaca Muerta. Eso se llama fomentar negocios y no luchar
contra la impunidad. En el volantazo argentino hay más conveniencia que
convicciones.
Irán, aislado del planeta democrático por sus violaciones a
los derechos humanos, su humillación a las mujeres y por su plan nuclear con
fines militares, hace mucho que eligió América latina como cabecera de playa.
Por eso, Cristina le ordenó a Timerman que les tirara este salvavidas llamado
“Comisión de la Verdad”, una forma de disfrazar lo insultante del hecho para
los muertos en la calle Pasteur que, como todo el mundo sabe, queda en nuestra
patria, en el barrio del Once y no en Teherán.
Vertical y funcional con la conducción estratégica del
bloque bolivariano a cargo de Hugo Chávez, Rafael Correa y los hermanos Fidel y
Raúl Castro, el gobierno argentino tuvo que olvidar lo antes posible los
reclamos que con valentía tanto Néstor como Cristina habían hecho en la ONU. Y
recurrieron a la misma medicina de la hipocresía de estado que tan buen
resultado les dio hasta ahora. Proclamar un objetivo retórico al que nadie
puede oponerse (descongelar la causa AMIA, democratizar la comunicación, combatir
la burocracia sindical, hacer un país más equitativo y tantos otros) para, en
la práctica, hacer todo lo contrario. En cada caso y también en el del acuerdo
con Irán, muchos sectores ingenuos apoyaron lo que el Gobierno “dijo” y luego
se sintieron burlados en su buena fe por lo que el Gobierno “hizo”. Algunos
colocan la trampa y otros la denuncian. Es verdad que con el actual estado de
cosas, Irán jamás iba a entregar a los sospechosos y mucho menos a quien hoy es
el jefe de la defensa y la seguridad del estado teocrático. Pero en poco tiempo
vamos a comprender que por el camino del Pacto de Etiopía, la verdad y la
Justicia estarán mucho más lejos todavía. ¿Creen algunos argentinos judíos o
no, ingenuos o cómplices, que “el mejor regalo que recibí en mi vida”, como lo
calificó Luis D’Elía el día de su cumpleaños, es bueno para combatir el
terrorismo y el antisemitismo más repugnante resucitado por ciertos populismos
que se dicen de izquierda con la excusa de combatir al imperialismo yanqui y al
gendarme sionista de Israel?
¿Desde cuándo D’Elía, vocero fáctico iraní, celebra con
euforia lo mismo que la DAIA? ¿Cristina y Timerman son estrategas tan
brillantes que lograron semejante milagro? Es verdad que en el crimen masivo de
la AMIA no murió ningún ciudadano israelí, pero sólo un ignorante o un
malintencionado puede simular que no tienen nada que ver la institución judía
víctima de la bomba (o la propia embajada) con Israel, el estado que dio cobijo
en su exilio a Jacobo Timerman.
Los impunes que perpetraron la matanza caracterizan a la
AMIA y a otras entidades judías de la diáspora como grupos de apoyo cultural y
económico de Israel. ¿Qué quiso decir Cristina con su tuit: “Histórico, porque
jamás permitiremos que la tragedia de la AMIA sea utilizada como pieza de
ajedrez en el tablero de intereses geopolíticos ajenos”? ¿Ella también piensa
–como Chávez, Fidel o D’Elía– que Israel y los EE.UU. ejercen el terrorismo de
Estado contra los países árabes? Sería bueno que se expresaran al respecto.
Porque no solamente compartimos el podio de la mayor inflación mundial con
Venezuela. La Presidenta varias veces manifestó su hermandad con Chávez y fue
una de las primeras en festejar su recontra-reelección: “Tu victoria también es
la nuestra.” Ayer se reveló que el 14% de los seguidores de Cristina en Twitter
son venezolanos y que comparte más de 523 mil followers con el comandante del
que nada se sabe respecto de su salud. Ni la propia CFK que fue a Cuba pudo
verlo.
Hasta en eso, cada día se parecen más los modelos de ambos
países. Son construcciones unipersonales y caudillescas, con poco respeto por
las instituciones republicanas y que necesitan reformar las Constituciones
porque su talón de Aquiles es la ausencia de herederos políticos. “Danger”
podría tuitear. Porque nadie es eterno. Ni siquiera Cristina. Always.
© Perfil
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