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sábado, 16 de febrero de 2013

Entre Irán y las elecciones: Tiempo de armar

Gobierno y oposición piensan electoralmente y buscan el error ajeno. Desventura económica y efecto AMIA.

Por Roberto García
La oposición hace la plancha. O espera los errores del oficialismo para alimentarse. Como no son pocos los errores, algunos personajes engordan. Ni advierten que, en algunos casos, estarán fuera de estado para la batalla electoral de octubre, cada vez más fundamental con relación al 2015: es que ciertos punteros políticos sostienen que ya es tarde para constituir una alternativa, lo que ellos describen con el verbo “armar”. Al menos, tarde en algunos distritos (Buenos Aires, por ejemplo) para “armar” ese polo de fuerza,  lo que significa –al margen de acuerdos políticos– la imprescindible logística previa en las intendencias y, sobre todo, la posterior.

Claro, uno se refiere a las eternas picardías que se registran en todos los comicios, antes y después, trámites en los que el justicialismo desborda experiencia. Tarde entonces, quizás, si se piensa que entre mayo y junio deberá conformarse el esqueleto principal de las listas que competirán en octubre. De ahí que ciertas dilaciones e indefiniciones personales comiencen a ser sospechosas, como si la morosidad constituyera una política encubierta para dejar afuera de la contienda a infinidad de voluntarios que aguardan un líder. O algo parecido. Muchos ni se darán cuenta mientras se miran en el espejo que ya tocó el timbre de la salida. De ahí la premura que exhibe José Manuel de la Sota (en marzo lanza un acto como si este año se votara para presidente), la reticencia de Daniel Scioli y Sergio Massa aguardando un mismo premio de la dama, sea por delegación o por necesidad extrema y las últimas apariciones de Jorge Capitanich y Juan Urtubey levantando la mano para agraciarse con una bendición.

Este juego de gordos anónimos y ambiguos candidatos, heteros u homos de la política según los casos favorece a la Casa Rosada, especialmente en el distrito bonaerense, ya que en otras provincias clave (Córdoba, Capital, Santa Fe) el oficialismo kirchnerista dispone de escasa adhesión. Como si el mismo fenómeno de “armar” también fallara en ese sector o a causa de que Julio De Vido sólo concentra gastos y atención en Buenos Aires, la madre de todas las batallas, como repite el periodismo sin luces esta frase trajinada. Con ese refugio de votos y la tendencia mundial a que los oficialismos hoy se mantengan en el poder por la anomia de los habitantes con las propuestas políticas, para Cristina una elección con el 40% de los votos no resulta un objetivo complicado, sosteniendo luego desde el atril  que la acompaña el pueblo como primera minoría aun en elecciones de medio tiempo. Todo un logro, podrá invocar, aunque ese porcentaje no garantice el “vamos por todo”. Sí garantiza, en cambio, que sin Ella a otros candidatos les resultará difícil imponerse. No les alcanza lo que tienen y ya es medio tarde para “armar”.

Podría decirse que hacer la plancha, en todo caso, sería un remanso apropiado para el Gobierno. Pero éste requiere, como esos obsesivos de la limpieza, el orden o la puntillosidad, aun contra sus intereses, como los piromaníacos –habitualmente detallistas al extremo– desarrollar una actividad sin pausas, con escasa reflexión, voluntarista, hiperkinética. A pesar, inclusive, de que se viva en vacaciones. Lo que implica esa manía, en ocasiones, molestias a otros y equivocaciones mayúsculas  ya que viene con el abecedario aquella consigna de que moverse en la ciénaga apresura el hundimiento. Le pasa esa penuria en una economía indomable y, ahora, inopinadamente le ocurre en la fiesta de gala que había preparado para lucir el más preciado vestuario: el memorándum, devenido  tratado con Irán, amenaza no concluir con un brindis, sino en la pesadilla menos deseada. Vivir con resaca sin haber bebido.

Para las desventuras económicas –¿de qué otro modo habría que calificarlas si a cada rato imponen medidas correctivas al mismo tiempo que pregonan un mundo propio maravilloso y exento de la contaminación universal?– todavía queda completar el recetario trillado de José Ber Gelbard, versión Guillermo Moreno o las telarañas de Isaac Deustcher, versión Axel Kicillof. Tan atrabiliarios que ni los recuerda History Channel. Aunque los protagonistas, con razón, podrán afirmar que están a la vanguardia del pensamiento económico, ya que hace 48 horas Paul Krugman le recomienda al mundo que emita más y que gaste más (como el gobierno argentino) para impedir la recesión y el desempleo, que si fuera necesario hasta que se apele a una guerra –es una inferencia de sus teorías, claro– para construir luego lo que la destrucción produjo. Pequeño Malthus ilustrado. Aunque todos saben que, en todo caso, el problema argentino de este año no pasa por ese criterio doctoral sino por el infantilismo de una cosecha estupenda, precios altos para la soja y el eventual fiado que pueda brindar algún proveedor de energía (se evita mencionar el contagio favorable de Brasil porque hoy pesa más que un mastodonte). Con esos elementos primarios y hasta sin necesidad de funcionarios controversiales, tal vez el Gobierno salve la ola. Y si le toca mojarse por fallos contrarios en los juzgados norteamericanos por los acreedores, difícilmente esas aplicaciones sean inmediatas, pasarán a otras generaciones y la Casa Rosada dispondrá de tiempo suficiente para no inundarse antes de las elecciones.

Si el Gobierno en su hiperactividad complica la economía como hasta ahora, más inaudito parece el esfuerzo físico en que puede derivar el caso Irán. Se puede aceptar que, por salir del punto muerto de las pesquisas por los atentados, de buena fe el Gobierno intentó una fórmula de negociación semejante al caso Lockerbie (la bomba que explotó en un avión en el aire colocada por terroristas libios), olvidando notorias diferencias con ese episodio, entre ellas la persuasiva introducción de un misil en la casa del finado Muamar Kadafi que hasta le arrebató un hijo. Hoy le cuesta al Gobierno explicar y comunicar sus intenciones a buena parte del mundo, a los argentinos en general y, en particular, a la comunidad judía que, después de ciertas dudas, ahora milita contra esa iniciativa. De la cual, no se vislumbra ganancia para la gestión oficial, menos para el país, quizás cierta ventaja en un reconocimiento para la administración de Irán y, sobre todo, una vez que comparezcan sus autoridades en ese tribunal informal, poder circular por algunos sectores del Universo sin el reclamo de captura por parte de Interpol. Es que por el sólo hecho de hablar, aunque no digan nada, más temprano que tarde saldrán del código rojo que los inhibe.

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