Operativo abucheo.
Vanderbroele, Nariga y el Código elemental
escribe Oberdán
Rocamora
Redactor Estrella,
especial
para JorgeAsísMuletto
y JorgeAsísDigital
1.- Lengua emancipada
“Lo de Boudou es
indefendible”.
Lo aceptó cierto
ministro que persiste. Bastante adicto a las indiscreciones. Más por hartazgo
moral que por lícita charlatanería.
Socialmente, entre amigos
y no tanto, se le emancipa la lengua, con frecuencia.
Para colmo
trasciende, aparte, que el ministro de la referencia tiene ciertos límites. Y
no avanza, por pudor, contra Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. Con la
potencia que Nuestra César quisiera.
Ocurre que Nuestra
César se encuentra atormentada por el juego de piernas que le impone el
Gobernador. Se le distancia mientras le brinda muestras de lealtad. La saca.
Enojada, al enterarse
de las críticas que se le escucharon al ministro, Nuestra César le pidió a Abal
Medina, El Abalito, que le consiguiera, según nuestras fuentes, la renuncia.
Pero acontece que al
ministro de la referencia (cuyo nombre temporariamente se mantiene en reserva)
lo sostiene Carlos Zannini.
Que es quien manda, en el gobierno, de verdad. (Ver “Zannini
Gobierna/Cristina twitea” cliquear) Y detesta, enfáticamente, también a Boudou.
Coincide Zannini, en la intimidad, según nuestras fuentes,
con la apreciación del ministro de lengua emancipada. En que Boudou, El Descuidista,
es indefendible.
Algunos, incluso,
avanzan más. “El Chino nunca perdonó que Boudou le fusilara públicamente a
Righi”.
2.- Operativo Abucheo
“A la Presidenta le preparan una rechifla”.
La información de inteligencia le había llegado a Zannini.
Sabido es que Icazuriaga, El Corazón de Ballena, se le reporta.
El parte confirmaba que, en la celebración por los
doscientos años del combate de San Lorenzo, en la provincia de Santa Fe, se
planificaba una silbatina. Para cuando Nuestra César emitiera su discurso.
Entonces Zannini decidió resguardar la figura de Nuestra
César. Dispuso que fuera, en su lugar, Boudou. A sustituirla institucionalmente
con su mensaje.
A esta altura, El Descuidista tiene que ganarse el derecho a
la permanencia. Con el descaro frontal de sus palabras defensivas. Total, está
inmolado. Y su temprana inmolación produjo alteraciones en el armado electoral
para la provincia (inviable) de Buenos Aires. Ampliaremos.
Al cierre del despacho no pudo confirmarse si Boudou fue
alertado que podían abuchearlo. O si Zannini, con sigilosa perversidad, lo
envió al frente. Para entregarlo a la ceremonia del abucheo.
Las Gargantas confiables insisten en que Zannini nunca le
perdonó el fusilamiento de Righi, El Bebe. El que se atrevió a cargarse a la
Federal de 1973, pero resultó tumbado por la verba de El Descuidista, en la
Semana Santa de 2012.
Como si los efectos colaterales de aquel monólogo,
presentado como conferencia de prensa, aún no hubieran terminado.
A Boudou le falta encarar otra secuela. La demanda penal (y
acaso comercial) que le presentó Eduardo Tabanelli, el empresario de Boldt, al
que trató como si fuera el Marlon Brando del clásico film.
3.- Vanderbroele, Nariga y el Código elemental
Uno de los grandes misterios que presenta la cotidiana
patología del cristinismo tiene que ver con la representación de Boudou.
Que sea El
Descuidista quien hable en defensa del gobierno. A través de los servicios de
prensa de la Televisión Pública. O los múltiples canales captados.
O que pasee el
desvanecimiento tétrico de su figura, mientras se codea con estadistas
extranjeros, perfectamente informados.
Los servicios de prensa pertenecen a la categoría del
reportaje amable. Ameno. No es sólo en “67y8-Telecataplum”, la emisión más
hilarante de la televisión nacional.
También desde otros
servicios de prensa donde nadie le indaga, por ejemplo, sobre la influencia
filosófica, y sobre todo moral, que mantiene sobre El Descuidista su socio de
siempre. José María Nuñez Carmona, el entrañable Nariga. Desde los negocitos
iniciales de atorrante perdonable, entre las basuras de Mar del Plata. O en los
recitales de Rock y Arena, en el Municipio Urbano de la Costa. Hasta llegar al
cenit de su trayectoria, con la sepultura grotesca de The Old Found. El invento
que pusieron al frente, para explotar Ciccone, al eficiente empleado puesto por
Nariga. Alejandro Vanderbroele.
A propósito, Boudou tendría que dedicarse a silenciar a
otros colaboradores de lengua emancipada. Especialmente uno, que cumplió el rol
jerárquico entre los custodios.
Alguien que no vacila
en confiar que Vanderbroele iba a visitarlo a Boudou, directamente al
Ministerio de Economía. Sin necesidad, siquiera, de anunciarse, el recurso para
giles.
Vanderbroele llegaba al ministerio –según la Garganta- desde
el subsuelo del estacionamiento. Abordaba el ascensor del señor ministro.
Pero oficialmente
consta, en los servicios de prensa, que Boudou no lo conoce a Vanderbroele.
Aunque amaba de vez en cuando en su departamento de Puerto Grosso. Y hasta le
pagaba los gastos del consorcio, y The History Chanell.
“No existe ninguna foto con Vanderbroele, no busquen porque
no hay” suele jactarse Boudou, en los amables servicios de prensa. Como si
hiciera falta la fotito para aplicarle la totalidad del Código más elemental.
De todos modos, cada vez que declara El Descuidista, el
cristinismo se entierra, en el lodo, un poco más. Pero abusa de su posición
dominante. De saber que tiene, enfrente, un conglomerado de impotentes, apenas
voluntariosos.
Sólo Nuestra César, según nuestras fuentes, lo banca
políticamente a Boudou. Sostiene al indefendible con la admirable obstinación
de quien no se dispone a reconocer su error.
La designación del
simpático atorrante sin escrúpulos significó la chingada más catastrófica del
segundo mandato.
La equivocación que
la sumerge en la indignidad. Pero sin que pueda culpar a nadie. Porque fue su
caprichito ardientemente personal.
Su culpa. Su
grandísima culpa.
Oberdán Rocamora
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