Por Roberto García |
Suele repetirse que la aparición de ciertas regresiones, sin
pasar un segundo por Viena ni Freud, ocurre luego de episodios traumáticos.
Pero la vuelta a etapas ya superadas por el desarrollo, esos retrocesos de
infantilismo que brotaron en las últimas semanas en el país, carece del
episodio gravitante que los explique. A menos que los golpes de calor hayan
determinado esas actitudes inquietantes que, por el momento, no han incluido la
propensión humana a reconocerse en vidas pasadas, nunca ignotas, siempre
famosas, peregrinajes psicológicos con los que algunos expertos o atrevidos se
garantizan consultas bien remuneradas. En lugar de explicar lo que uno no sabe,
mejor detenerse en algunas de esas regresiones públicas:
-Fue Ignacio de Mendiguren, titular de la UIA, quien regresó a los tiempos del rodrigazo, sin saberse aún si su invocación pública aludía a la infradevaluación producida entonces (se supone que ese hecho más lo tienta que lo irrita), el falso tipo de cambio reinante, la falacia del consumismo extremo heredada del gelbarismo o la obligada avalancha de incrementos salariales que el peronismo en el poder contenía en forma artificial. Por no citar la inflación, claro.Nadie cree que las referencias del representante empresario apuntaran al sistema industrial que en esa década entregaba productos incompletos (autos con tres ruedas, sin radio, etc.) como forma de no aumentar los precios, un anticipo de lo que podría hacer Moreno si lo obligaran las circunstancias. Aun así, todavía cuesta entender la declaración: De Mendiguren, atento a conservar su cargo en la UIA en marzo (el cual debería abandonar si se cumplen los preceptos de las agrupaciones integrantes que se han comprometido a respetar ciertos mandatos), habitual piropeador de Cristina –a quien, con justicia, en ocasiones le arranca más de una sonrisa–, no suele cometer errores comparativos así, ya que la apelación al rodrigazo implica asociar a la mandataria con Isabelita –quien, padecía muchas más complicaciones que la Presidenta–, a la sintonía fina de Kicillof con el brutal ajuste de Ricardo Zinn, o a Hugo Moyano con el metalúrgico Lorenzo Miguel (éste sería uno de los casos más injustos de sinonimia, ya que al revés del actual jefe de la CGT, el metalúrgico huyó al exterior para no demandar los sueldos que forzaba la inflación). Tal vez De Mendiguren focalizaba sus dichos en su disgusto por una eventual derivación no escrita de la economía previa al rodrigazo, en una crítica a la gestión de Gelbard y su relato de “la inflación cero”, esa sandez del Pacto Social que Rucci prometió denunciar la noche anterior a su asesinato. Quizás otro malévolo dirá que De Mendiguren sólo procedió como portavoz laboral de Cristina, para advertir la peligrosidad de las demandas salariales en las paritarias venideras, como si el nefasto rodrigazo hubiera sido responsabilidad de sindicalistas que primero firmaron por una cifra deseada por el gobierno y a las 48 horas debieron romper el compromiso porque los trabajadores no toleraron esa inequidad. Este recuerdo, vinculado a los albañiles, a Rogelio Papagno y al resto del gremialismo, bien se lo podría mencionar el ministro Carlos Tomada a la Presidenta. Mucho mejor que De Mendiguren. Claro, si la pudiera ver.
-Sorprendió Moreno cuando, también en este contagio de
retrocesos psicológicos, postuló la iniciativa de fijar una “tablita” para el
precio del dólar 2013 con la promesa de que sólo va a devaluarse un 20% (se
supone que es el mismo gobierno del cual se iba a ir el año pasado, como lo
comentó en el Mercado Central a unos cuantos testigos). Fijó la devaluación
como si fuera el titular del BCRA y como si fuera capaz, en el futuro, de
evitar el negocio y las trapisondas financieras que acompañaron a la “tablita”
atribuida al intelecto de Martínez de Hoz, esa experiencia del crawling peg mal
aplicado al que el ministro le puso el nombre mientras le faltaba nombre para
impedir la suba del gasto público. Rara esta regresión de Moreno, aunque más de
uno sospechará que –al igual que De Mendiguren– quiere imponer un tope de 20%
como regla de toda la economía. Ninguna variable puede burlar ese porcentaje
establecido por imposición de un funcionario. Parece demasiado lineal ese
esquema, aunque los ingresos por la soja habilitarían durante el año ciertos
juegos efímeros con el tipo de cambio. Suficientes para que Moreno, al revés de
otros, se lo explique a Cristina porque le franqueen la puerta, ya no se
moleste ni insulte con Julio de Vido, prescinda del incómodo Kicillof si se
vuelve cargoso y hasta quizás convenza a la única persona que puede influir
sobre la mandataria, la que ejecuta más que cualquier otro, expresa opiniones
sin ser amonestado y hasta, para alegría familiar, le concederá un ansiado
nieto/a en octubre próximo. La paradoja sería que el jefe de La Cámpora,
Máximo, el admirador de aquel multiservicial odontólogo de San Andrés de Giles
que luego imaginó Perón poseído por sus enemigos, tenga un hijo el día del
cumpleaños del general.
-Quien tampoco pudo escapar a las regresiones fue Cristina,
más cuando se emocionó en su viaje a Vietnam con la lucha doble de un pueblo
que estuvo en guerra durante más de cincuenta años (primero contra Francia y
luego contra los EE.UU.), de quienes el peronismo y la “juventud maravillosa”
que Ella siempre destaca no se interesó en aquellos tiempos. Se movilizaban por
todo, por Vietnam ni con un premio. Demasiado lejos, sin duda. Esa distancia,
en ocasiones, hasta provoca distorsiones, como la de la propia CFK, quien enlazó
a Ho Chi Minh con San Martín para que los ignorantes argentinos supieran de la
importancia del líder vietnamita, como si las guerras hubieran sido parecidas
(Vietnam peleó contra dos potencias invasoras; San Martín, contra habitantes de
su tierra).
Comprensible igual el
gesto, aunque la comparación se correspondía más con la del general Nguyen
Giap, quien junto a Ho primero venció a los franceses en Dien Bien Phu y más
tarde expulsó a los norteamericanos. Pero Giap y San Martín eran militares: les
reservaban la política a otros. Esta mención no desacredita a Ho Chi Minh, por
el contrario, rescata quizás a quien en su actividad ha sido uno de los grandes
estrategas de todos los tiempos.
Vale la referencia castrense y la continuidad de
regresiones: el mundo de Merkel, Rajoy, Piñera, Cristina, Rousseff y otros
vecinos regionales se reúnen desde hoy en Chile bajo la tutela de Raúl Castro,
el de la familia que más aprendió de los militares soviéticos y, se supone, más
les habrá enseñado a revolucionarios del mundo que visitaron la isla. Por
decirlo de algún modo. Volviendo a Freud, ni el maestro comprendería tal vez
esta conducta casi universal de los promiscuos del poder por volver a etapas ya
superadas. Como si el tiempo no valiera.
© Perfil
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